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SER Historia: El Libro de los Muertos

Este texto funerario, uno de los más conocidos del mundo faraónico, estaba formado por una recopilación de fórmulas mágicas que le proporcionaban pistas al difunto para que, como en un juego de ordenador, poder ir salvando niveles

El Juicio de Osiris representado en el Papiro de Hunefer (ca. 1275 a. C.) Anubis, con cabeza de chacal, pesa el corazón del escriba Hunefer contra la pluma de la verdad en la balanza de Maat. Tot, con cabeza de ibis, anota el resultado. Si su corazón es m

El Juicio de Osiris representado en el Papiro de Hunefer (ca. 1275 a. C.) Anubis, con cabeza de chacal, pesa el corazón del escriba Hunefer contra la pluma de la verdad en la balanza de Maat. Tot, con cabeza de ibis, anota el resultado. Si su corazón es m

El Libro de los Muertos cuenta con casi doscientas letanías o pasajes en donde se dan las pautas mágicas que el difunto debe declamar en voz alta cada vez que se tope con algún tipo de problema u obstáculo en su camino hacia el reino de Osiris.

El más conocido de todos es el llamado juicio del alma. En los propios textos egipcios la descripción de este pasaje es realmente literaria y hermosa y puede considerarse como uno de los grandes logros del pensamiento religioso egipcio. Después de muchos apuros e inconvenientes, al final de un pasillo oscuro y lúgubre el difunto veía una gran puerta de cedro. Junto a ella, hierática, había una figura gigantesca con cabeza de chacal, el todopoderoso dios de los muertos y de la momificación, Anubis.

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El pesaje del alma

Sin mediar palabra, el dios le toma la mano y juntos cruzan la misteriosa puerta. A ambos lados de la estancia se encontraban los cuarenta y dos jueces que se iban a encargar de evaluar la bondad o no de sus acciones sobre la tierra. En el centro del salón se alzaba una gran balanza de oro, la misma que iba a utilizar Anubis para pesar su corazón. Junto a ella estaba Thot, el dios con cabeza de ibis, preparado para tomar nota del resultado de todo lo que allí ocurriera. No lejos de la balanza gruñía una extraña bestia, el Devorador, encargado de dar buena cuenta de todo aquel que no pasara la prueba de la balanza. Al fondo del salón, bajo un rico baldaquino estaba el dios Osiris, juez supremo y divinidad de la muerte.

Siguiendo las pautas descritas en el Libro de los Muertos, el difunto no debía tener ningún percance en este delicado momento. En uno de los platillos colocaba el corazón. En el otro plato Anubis colocaba la pluma de la diosa Maat, la divinidad de la justicia. Todos se retiraban y observaban atentamente el movimiento de la balanza. Tras un pequeño vaivén los platos quedaban equilibrados: el difunto era Justo de Voz.

Thot tomaba buena nota de lo ocurrido y se lo notificaba a Horus. Éste se acercaba a su padre Osiris, comunicándole el resultado del pesaje del corazón del difunto. Entonces, Osiris permitía el paso de la momia hasta su reino de los muertos, los campos de Ialu.

 
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