Edad Media: violencia y sosiego
La Edad Media fue un mundo de color, trabajo y misterios. En pocos siglos se levantaron las catedrales más grandes de la Historia, empleándose para ello tal cantidad de piedra solamente comparable a la usada por los antiguos egipcios para la construcción de sus pirámides
Durante la Edad Media, época en la que la violencia y la guerra estaban a la orden del día, uno puede pensar que el sosiego y la tranquilidad eran ciencia ficción. Y sin embargo muchos grupos sociales y religiosos lo consiguieron haciendo verdaderos malabarismos para autoabastecerse y conseguir huir de saqueos, robos y problemas con la justicia. La orden del Císter es el ejemplo más claro que demuestra cómo en un mundo convulso se puede alcanzar la autosuficiencia por medio del trabajo y la oración.
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En un mundo tan tecnificado como el actual en el que más que nunca, todos estamos interrelacionados con todos, sería imposible. Por mucho que sigan existiendo conventos de clausura, ésta es tan laxa que en la mayoría de las ocasiones los religiosos se acaban convirtiendo en "ciberfrailes" y "cibermonjas", enganchados a las redes sociales como uno más, dentro de su particular cenobio virtual.
Pero en la Edad Media, hacia el año 1000, había maneras muy sencillas de desaparecer del mundo. Las antiguas comunidades cistercienses que encontramos en la provincia de Tarragona, especialmente la de Santes Creus y la de Poblet, fueron en su momento un claro ejemplo de ello. Verdaderas ciudades dentro de bosques insondables, en las cuales se producía de todo, dejando solamente al intercambio con el exterior los pocos productos que se consideraban necesarios para poder subsistir o continuar su trabajo en el interior del monasterio. Hoy solamente Poblet cuenta con una pequeña comunidad de religiosos que siguen dando sentido a la existencia de este lugar.
Visitar un monasterio cisterciense en la actualidad es meternos en una máquina del tiempo y volar hasta una época en la que el sosiego y la tranquilidad que comentábamos en un principio eran la tónica general de la vida cotidiana de sus habitantes. Hoy huimos del ruido, del bullicio y de la monotonía del trabajo y vemos en estos lugares un remanso de paz, algo extraordinario. Su arquitectura absolutamente austera pero de una magnificencia indescriptible nos hace ver hasta qué punto la naturaleza y el hombre han llegado a vivir en ocasiones tan unidos; algo que por desgracia es imposible de encontrar en nuestros días.