Sin prisa, sin pausa

Hoy arrancamos este programa apostando por un cierto sosiego. Relativo, si ustedes quieren, porque va todo a una velocidad de vértigo y eso parece imparable, pero después del subidón de adrenalina de ayer con la abdicación del rey hay que ponerle un poco de pausa a este partido o corremos el riesgo de atropellarnos todos.

Lo primero son las formas y las normas, es decir las reglas de juego. Y después está el contexto, el trasfondo que rodea todo esto. Vayamos con lo primero: tenemos una Constitución que regula las atribuciones del Jefe del Estado y de los distintos poderes, tenemos un gobierno que ha aprobado ya una Ley -mini ley- de Sucesión de la Monarquía y unas Cortes Generales que previsiblemente validarán esa ley por una amplia mayoría, con lo cual Felipe VI podría ser coronado rey antes de fin de mes.

Esto es lo que hay, al menos por ahora; estas son las reglas del juego. Dicho lo cual, vayamos al contexto, que de ninguna manera podemos ignorar: este es un momento de profunda recesión económica, de paro, de pobreza, de grave crisis institucional y de desafección ciudadana hasta el punto de que algunos sectores plantean un referéndum sobre la continuidad de la propia monarquía. Vale, este es el paisaje. ¿cómo trazar entonces una hoja de ruta? Pues muy sencillo, al menos en mi modesta opinión: primero, respetando las reglas de juego porque eso fortalece el Estado de Derecho; y segundo, buscando la máxima complicidad ciudadana, porque eso engrandece la política, que buena falta nos hace. ¿Son incompatibles ambas cosas? Pues no, sólo se trata de acompasar sus tiempos y de ser ambiciosos. O sea, tener claro que este proceso tiene que ser una especie de segunda transición; de aquí tiene que salir, entre otras cosas, una reforma constitucional que nos dure por lo menos otros 30 o 40 años.

No podemos conformarnos sólo con una ley orgánica de un solo artículo o con el último trending topic, por sugerente que nos parezca. Ayer decíamos al abrir 'La Ventana' que esta es la hora de los valientes. Hoy añadimos que los valientes sin cabeza animan todas las fiestas pero no cambian la historia. Así que a ver si entre todos encontramos el equilibrio.