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La cotidiana amenaza de la roca espacial

Los bólidos luminosos que, de vez en cuando, detectan los observatorios astronómicos, forman parte de los millones de trozos de roca que flotan en el espacio y que cada día se cruzan con la Tierra en su viaje orbital

Getty Images

Madrid

Los hay de muchos tipos y tamaños. Son los fragmentos de roca que flotan en el espacio interplanetario, restos de la formación del sistema solar o trozos de asteroides que han sido expulsados de su órbita. Estos trozos de materia interplanetaria pueden ser tan pequeños como un granito de arena o tener varios kilómetros de diámetro. Son, precisamente, las rocas de mayores dimensiones las que se pueden detectar gracias a los grandes telescopios. Esto permite, a veces, determinar su órbita y saber dónde se encuentran en cada momento para poder prever posibles encuentros violentos con nuestro planeta.

¿Hay algún riesgo para la Tierra? Todo depende del tamaño de la roca. Es lo que admite Faustino Organero, presidente de la Fundación AstroHita encargada de gestionar el complejo astronómico de La Hita, en Toledo, donde se detectó la última bola de fuego en España, el pasado 31 de marzo. Según Organero, lo más habitual es que los trozos que chocan contra la atmósfera sean pequeños. "Los fragmentos con tamaños suficientemente grandes como para ser peligrosos son menos normales. Rocas como la que se desintegró en Rusia hace 3 años, que provocó algunos heridos y rotura de cristales por la onda de choque y por los fragmentos que cayeron, es lo más inusual. ¿Hay trozos grandes en órbita? Por supuesto que los hay. Tienen sus propias órbitas, y algún día la Tierra puede interferir con ellos y llegar a provocar alguna especie de catástrofe. De hecho, a lo largo de la historia ya se han dado algunos casos. Pero no es lo habitual. Lo normal es que sean cascotes pequeños que casi siempre se desintegran en la atmósfera".

Todos los días colisionan con la atmósfera terrestre muchos de estos fragmentos. Cuando el tamaño es muy pequeño (como un grano, un guisante, una nuez, una pelota de tenis o hasta rocas de unos 100 kilos de peso), la detección es muy difícil, porque viajan muy deprisa y no tienen suficiente volumen como para reflejar la luz del sol con intensidad. Son los meteoroides, grupo al que pertenecen los bólidos que últimamente han captado diversos complejos astronómicos en España y en otros países. "Son fenómenos completamente naturales y aleatorios", aclara Faustino Organero. "Hay mucho cascote entre los planetas, por decirlo de una forma familiar. Prácticamente todos los días hay encuentros. Todos los días caen toneladas de meteoros en forma de estrellas fugaces, partículas de polvo y algún que otro bólido, que suelen ser muy llamativos, muy visuales".

Los vigilantes del cielo

Son los grandes telescopios, de los observatorios diseminados por toda la Tierra, los que cumplen las funciones de rastreo para detectar los asteroides que se encuentran más cerca de nuestro planeta, o que pueden cruzarse en nuestra órbita, y que son los potencialmente peligrosos. Se trata de rocas de un tamaño suficientemente grande como para suponer una amenaza y, por tanto, son detectables. "Los grandes telescopios localizan esas grandes rocas, lo que facilita su catalogación y la determinación de su órbita. Esto permite tenerlos... no controlados, porque no se pueden controlar. Pero sí, por lo menos, se sabe por dónde van y si suponen algún riesgo inmediato o futuro", apunta el presidente de la Fundación AstroHita.

En este complejo de Toledo, en concreto, no se ocupan de este tipo de seguimiento. En su caso estudian los fragmentos más pequeños, sus estadísticas y su composición química. Porque, al fin y al cabo, son restos de la formación del sistema solar que contienen información valiosa para aclarar de dónde venimos, cómo se forma un sistema solar o cuáles eran los elementos primigenios, entre otros asuntos.

Esas llamativas bolas de fuego, los bólidos que últimamente han podido ser registrados en varios observatorios españoles, combinan su desintegración en la atmósfera con una gran explosión, generando un fenómeno visual con un brillo intenso, como el de la luna llena. Sólo si la roca se rompe en pedazos y alguno de ellos llega a la superficie terrestre, se habla de meteorito. Según Faustino Organero, que lleguen fragmentos a la superficie "depende del tamaño y de la composición de lo que se desintegra, de lo que impacta contra la atmósfera. Por ejemplo: si es de material similar al de un cometa, se desintegra antes que si se trata de material procedente de un asteroide, que es más compacto, más denso. Si el fragmento es pequeño se desintegra muy pronto, y si es más grande tarda más y el fenómeno luminoso es mayor".

Carlos Cala

Carlos Cala

Empieza en la radio en 1992, en la emisora de la Cadena SER en Morón de la Frontera, trabajo que simultanea...

 
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