Un ministro funesto

Madrid

El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, tiene dos características que marcan su carrera. Primera, es amigo íntimo de Mariano Rajoy y segunda, es el ministro del Interior más funesto de la historia de la democracia. Funesto quiere decir que produce tristeza. Y las conversaciones de Fernández Díaz con el jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña producen una gran tristeza. El ministro, según las transcripciones difundidas ayer por el diario Público, conspira directamente con Daniel de Alfonso, para intentar perjudicar a personalidades relevantes de dos partidos políticos perfectamente legales. Para colmo, el señor De Alfonso, hasta su nombramiento en la Oficina Antifraude, ejerció como magistrado en la Audiencia Provincial de Barcelona. Un ministro de un gobierno democrático y un magistrado de carrera poniéndose secretamente de acuerdo para intentar conseguir pruebas que desprestigien a políticos de la oposición.

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En cualquier país normal de Europa, el ministro habría presentado su dimisión un minuto después de hacerse pública la conversación de marras pero aquí, con este gobierno y en estas circunstancias, el ministerio del Interior ha anunciado tranquilamente que va a abrir una investigación para averiguar quién ha filtrado esas cintas. El único alivio a la profunda tristeza que produce el violento y prolongado desprestigio de unas instituciones democráticas, puestas al servicio de intereses particulares y sectarios, es que es posible que el señor Fernández Díaz deje de ser ministro en funciones en pocos días y que, quizás, sea posible investigar entonces a qué se dedicó el ministro durante el ejercicio de su mandatos.