Encapuchados en la universidad
Actuar encapuchado, meter en el mismo saco a los presos de ETA, el Gal, y hasta el debate actual en el PSOE es una ensalada tal que, si efectivamente son estudiantes, alguien debería repasar el Plan de estudios

Madrid
Que los estudiantes protesten no es ninguna novedad. Que si son muy jóvenes protesten con ruido y virulencia tampoco. Pero que se impida físicamente en la Universidad la celebración de un acto en el que se va a utilizar como única herramienta la palabra es una muy mala noticia y un síntoma inquietante de intolerancia.

Pepa Bueno

Pepa Bueno
Felipe González y Juan Luis Cebrián no pudieron hablar ayer con los estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid que sí querían escucharlos. Y no pudieron porque un grupo de doscientos decidió por todos y reventó el acto. Por muy gastadas que parezcan las palabras, las que sirven para lamentar este episodio son las mismas de siempre: que unos pocos impongan su voluntad a muchos tiene un nombre muy feo se llama fascismo, y no se puede banalizar de ninguna manera que unos pocos impongan su voluntad a muchos porque se vulneraron dos derechos: el derecho a expresarse libremente de unos y el derecho a recibir libremente información de los alumnos.
Actuar encapuchado, meter en el mismo saco a los presos de ETA, el Gal, y hasta el debate actual en el PSOE es una ensalada tal que, si efectivamente son estudiantes, alguien debería repasar el Plan de estudios. Esperemos que sea solo un episodio y no un brote del virus del odio que con distintos síntomas vemos peligrosamente aparecer aquí y allí, en las redes sociales y en la vida real. La memoria histórica sirve también para explicarles a los más jóvenes que en las sociedades democráticas la razón está siempre del lado de los que no cruzan la raya de los derechos de los otros.




