Quedarse quieto no es una táctica: es inmovilismo

Madrid

¿De qué milagrosas habilidades y sibilinas estrategias hablan cuando se refieren al proceder de Rajoy? Nada ha hecho para lograr la investidura. No es que haya esperado hábilmente, no. Es que no tenía otra solución.

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Atado de pies y manos, sin la mayoría necesaria, solo podía hacer lo que ha hecho: el don Tancredo. Interesante, respetable o digno de elogio hubiera sido un esfuerzo por acercarse a sus rivales. Nada. Cero. Así que ninguna pericia sobrehumana ha adornado al renovado presidente del Gobierno.

Guárdense las odas sus plumíferos a sueldo –los tenemos a decenas, oigan, a decenas- y reconozcan lo evidente: que ha ganado a pesar de su incapacidad manifiesta para hacer lo único que en política es admisible: dialogar. Ahí tiene el drama.

Ahora, a pelearse el día a día. Claro que más pedregoso es el camino a emprender por los socialistas. Tiene la gestora y el núcleo dirigente que la mantiene un trabajo de recomposición más que difícil, que no parten de cero sino de menos de cero. Se supone que harán la vista más o menos gorda con los rebeldes del "no" y tratarán de retrasar el Congreso. O sea, la táctica de Rajoy, de la que ya hemos hablado: solo parálisis.

Pero el movimiento de Pedro Sánchez, bastante coherente, de pedir un Congreso ya, va a ser un incordio continuo.

Y más que vendrán.