La dieta de 'Santa Clarita' no adelgaza
Drew Barrymore y Timothy Olyphant protagonizan la nueva comedia de Netflix, 'Santa Clarita Diet'
Berlín
Se preguntaba hace unos días Adriana Izquierdo en Xataka si Netflix era una churrería de series. Según todos los datos, llegaba a la conclusión de que quiere serlo. Drew Barrymore, durante la promoción de la serie, también defendía el modelo de la plataforma online. Muchas series para todas las edades, lo puede ver la abuela, el nieto e incluso ambos juntos. En el actual panorama de eclosión de productos audiovisuales, Netflix encabeza esa temible burbuja de ficción seriada. Más de 400 títulos el último año y, sin señales en el horizonte, de que vaya a bajar.
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Con ese modelo, que le reporta unos beneficios extraordinarios, el ya gigante online se ha decantado por la cantidad. Suministrar a sus millones de suscriptores nuevos contenidos cada semana, ya sean originales o a través de la adquisión de derechos para una emisión global. Y en ese contexto, estrena este viernes 'Santa Clarita Diet', su apuesta de febrero con el cartel de la primera serie protagonizada por Barrymore.
La actriz, icono de una generación, había participado en otras producciones televisivas pero nunca al frente de un show por episodios. Ahora se embarca en esta comedia de enredo en la que convierte lo anormal en mundano. Interpreta a Sheila, una mujer de cuarenta años que, junto a su marido Joel (Timothy Olyphant), intentan vender casas mientras viven en una urbanización de Los Ángeles con su hija adolescente y unos vecinos repelentes. Todo cambia cuando ella, de repente, vomita como una fuente -una de las más asquerosas y mejores escenas- y pasa a ser un zombi. Primero solo puede comer carne cruda y luego humana. Un trance surrealista que le obliga a seleccionar a quién matar para poder alimentarse.
Sobre la mesa, un argumento que puede dar mucho juego. Víctor Fresco ('Me llamo Earl') está detrás de esta ficción que no deja desvelar sus intenciones. Se podrían hacer muchos paralelismos o metáforas. El tedio de los suburbios blancos genera zombis, las implicaciones morales de elegir a las víctimas, la provocadora idea de cuidar en familia a un muerto revivido, la liberación de la muerte para ser quién realmente queremos ser en esa misma vida... Muchas lecturas que, por el tono y lo repetitivo de algunas situaciones, parece que la serie desecha para centrarse en el binomio decisión y consecuencias.
Prefiere ser una comedia oscura pero optimista que confía todo al empuje de los personajes. Drew Barrymore derrocha fuerza y energía, da forma a una mujer hambrienta que, teóricamente muerta, disfruta de su mejor momento. Aquí también se podría leer un discurso contra la victimización de la mujer a los 40 en la ficción, pero tampoco. Ella se divierte y lo transmite a su personaje mientras Timoty Olyphant sufre para no caer en la sobreactuación de un marido permanentemente sorprendido.
La serie se viene arriba con referencias satíricas, algunos diálogos afilados y momentos de patetismo. Y sin embargo, se queda a medias, con tramas sin rumbo y un rodaje de decorados. Al igual que le cuesta avanzar, abre varias vías para el optimismo. Quizá la primera temporada solo sea el aperativo, Barrymore tiene mucha hambre y necesita más platos.
José M. Romero
Cubre la información de cine y series para El Cine en la SER y coordina la parte digital y las redes...