Limitar con Franco

A mí me gustaría llevar un día también como duque de Franco, al que igual que lleva un día Carmen Martínez Bordiú, y poder ir del brazo de ella a los toros y veranear en Meirás. Pero no por mi ambición de ser duque -porque yo he sido duque toda mi vida- sino por mi ambición de caballo de Troya. Tengo espíritu de Jimmy Gimenez Arnau, que para documentarse sobre los Franco y sabotearlos se enamoró de una. El Gunter Wallraf del amor y la dictadura.

En la época feudal, un conde, un duque, eran personas con responsabilidades relacionadas con la corona, y tenían la obligación de ir a la batalla, de asesorar al rey. Por ejemplo el marqués era el responsable de guardar las fronteras, de vigilar quién entraba y quién no en el país. Era el aduanero. Tú ahora cuando entras en un país y te paran unos agentes y te piden la documentación, bueno, esos son los marqueses. Sin embargo ahora los marqueses son entrenadores del fútbol. Cuando le dieron el marquesado a Del Bosque, dijo: “Esto me obligará a ser mejor”. A ser mejor te obliga la vida, hombre. Si te dan un título nobiliario a lo que estás obligado es que te desprendan de él cuanto antes.

Por lo demás, el ducado de Franco, además de ser una miseria moral, una más, que tenemos que aguantar del dictador mal enterrado, no tiene ni siquiera utilidad geográfica. Los títulos al menos te actualizan o te agilizan el recuerdo de provincias o ciudades (hay un duque de Soria, por ejemplo), o te enseñan historia (los Alba, que es casi la historia de España). Pero Franco, Franco nada. Entonces, si quieres mantener ese título (que por cierto, qué metáfora de los Franco querer quedarse con el título y no con el cadáver); si quieres mantener el título, le ponemos ducado del Valle de los Caídos, ducado del proceso de Burgos, ducado de las cunetas. ¿No se dan los títulos por los logros? Así de paso refrescamos la memoria.