¿Gana Franco?

Madrid

El Tribunal Supremo ha paralizado cautelarmente la exhumación de los restos de Franco prevista para el día 10 de junio. Se comprende la indignación de las familias de las víctimas y la de aquellos ciudadanos que sin serlo consideran un contradiós que el dictador esté enterrado en lugar preminente junto a sus víctimas. También dábamos por descontada la satisfacción de la familia Franco que, en su pulso contra el Estado, considerará este martes como otro Día de la Victoria. Pero no lo es.

Por fortuna, nuestro país hoy tiene una justicia garantista que para sí hubieran querido las víctimas de Franco que fueron asesinadas como animales, o juzgadas y condenadas en procedimientos sumarios con sentencias escritas de antemano, o aquellas que fueron desenterradas para blanquear el Valle de los Caídos sin consentimiento de sus familias y sin las garantías de un Tribunal Supremo que paralizase ese expolio humano. Dicho lo cual, convendría que el Alto Tribunal no demore su decisión sobre el fondo de la cuestión. Y esta es que el Congreso de los Diputados ha aprobado, en dos ocasiones, la exhumación de Franco. Para poner fin a la anomalía que supone que una democracia tenga enterrado con honor al individuo que la destruyó y que sus víctimas mantengan el mausoleo con sus impuestos. Y acabar con esa insoportable rareza es de urgente necesidad.