Oración para el señor nuncio
Entre esa raza inacabable de metomentodos, luce desde hoy el jersey amarillo de gran vencedor en la carrera de agravios el nuncio apostólico en España, Renzo Fratini
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De siempre han tenido los curas, obispos, arzobispos, cardenales y hasta el Sumo Pontífice de la Iglesia Católica la mala costumbre de meterse donde no les llaman, desde saber cómo se mueve el Universo hasta conocer, y reglamentar, lo que sucede en la más pequeña de nuestras alcobas.
Entre esa raza inacabable de metomentodos, luce desde hoy el jersey amarillo de gran vencedor en la carrera de agravios el nuncio apostólico en España, Renzo Fratini, que antes de despedirse de su cargo, váyase usted con tanta gloria como miseria moral deja, ha querido aportar su granito de arena a la historia de la infamia golpista de este país, y se ha permitido opinar sobre el destino final de los huesos de aquel dictador que sojuzgó a España y fusiló y encarceló a miles de españoles.
Ya se sabe que la Iglesia a la que usted representa tuvo un papel fundamental en aquella tragedia, cuando sus obispos escenificaban el saludo fascista y hacían entrar bajo palio a la espada más limpia de Occidente en catedrales y colegiatas.
Cree este Ojo, comecuras de antiguo, que mejor haría usted en rezar por todos aquellos que murieron como consecuencia de esa Guerra Civil que ustedes, hay que verlo para creerlo, llamaron Cruzada. Calle, usted, señor nuncio, y no nos obligue a recordarle, una por una, las infamias de su grey. Amén.