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'Estafadoras de Wall Street', las mujeres que le perrearon a la crisis

Jennifer López y Constance Wu protagonizan la película que, probablemente, mejor explique el estallido económico de 2008, cuando los lobos de Wall Street cayeron y dejaron de ir a clubs de chicas. Lorene Scafaria firma una de las historias femeninas más deshinibidas de la era post MeeToo con mujeres dispuestas a empoderarse con su cuerpo

El Cine en la SER: 'Estafadoras de Wall Street', las mujeres que le perrearon a la crisis (08/11/2019)

El Cine en la SER: 'Estafadoras de Wall Street', las mujeres que le perrearon a la crisis (08/11/2019)

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Madrid

La crisis económica se ha contado desde muchos puntos de vista, ninguno como el que apunta Estafadoras de Wall Street, las mujeres de un club de ‘pole dance’ lideradas por Jennifer López. Llega la ganadora de Sitges, El Hoyo es la ópera prima de Galder Gaztelu-Utrrutia, una distopia que habla de lucha de clases y de capitalismo. Y hay más debuts en la dirección, Ventajas de viajar en tren, de Aritz Moreno, es una sucesión de historias a modo de matriuska rusa con la excentricidad como norma. En cine clásico veremos cómo el cine ha tratado uno de los acontecimientos clave en la historia reciente mundial: la caída del muro de Berlín. Y en televisión vuelve La Peste, con su segunda temporada, la serie dirigida por Alberto Rodríguez y Rafa Cobos regresa con más corrupción, más religión y más mujeres.

Estafadoras de Wall Street (Lorene Scafaria)

Estafadotas de Wall Street funciona, como diría Umberto Eco, a distintos niveles. Un primer nivel que lleva al espectador por una historia entrañable, de amistad, de sonoridad femenina y de diversión, baile, bolsos caros de Louis Vuitton y Jennifer López bailando en una barra de ‘pole dance’. Sus más de 100 millones de dólares recaudados en Estados Unidos y China avalan que estamos ante una de las comedias del año que ahora llega al mercado español y al latinoamericano, donde su protagonista tiene tirón.

Pero Estafadoras de Wall Street es mucho más. Para empezar porque va de la comedia tradicional a una historia retorcida, que bebe del Scorsese de Uno de los nuestros y del exhibicionismo de Magic Mike. Y, puestos a hacer lecturas profundas, estemos ante la película que, probablemente, mejor explique la crisis económica, ese colapso que Wall Street sufrió en el año 2008, cuando todo se desmoronó, la Bolsa cayó, la prima de riesgo se disparó… Eso hizo que los yuppies neoyorquinos dejaran de vivir por encima de sus posibilidades, lo que incluía dejar de ir a clubs de chicas, como en el que trabajaban nuestras queridas protagonistas, donde bailaban de manera sexy.

Cuenta la directora Lorene Scafaria que le costó muchísimo financiar esta película, nadie quería creer a estas mujeres cuyas historias son reales, las destapó una periodista del New York Magazine. Tras haber dirigido Madre imperfecta, Scafaria firma una de las historias femeninas más deshinibidas de la era post MeeToo, donde vuelve a reabrir el debate de víctimas o mujeres con capacidad de empoderarse utilizando su cuerpo.

Hay quién ha puesto el grito en el cielo, porque las protagonistas, una vez su negoció fracasó, recurrieron a la estafa para seguir teniendo un sueldo. Víctimas de un sistema capitalista, dice la directora. La película mantiene eso de la diversidad made in Hollywood, una mujer que representa a cada colectivo: Constance Wu a las asiáticas, Cardi B, Lizzo, Lili Rienhar o Julia Stiles… Pero volvamos a la verdadera jefa: Jennifer López. Ya se habla de ella como la primera hispana con opciones reales a ese Oscar que, por orden, se le ha escapado a Fernanda Montenegro, Salma Hayek, Catalina Sandino y, el año pasado, Yalitza Aparicio.

El Hoyo (Galder Gaztelu-Urrutia)

El hoyo realmente no es un hoyo, o sí. Obvio. Es un pozo sin fondo, una cárcel y también un centro autogestinado, llámenlo como quieran. En el hoyo viven recluidos parados, convictos o personas que buscan replantearse su vida. Todos organizados en un construcción vertical. La premisa es sencilla: dos habitantes por nivel y una alimentación limitada en cadena. La clave está en cómo se reparte el pastel.

Cada uno comerá lo que le ha dejado el del nivel superior y a su vez, las sobras serán el alimento del nivel inferior. Con guion de David Desola y Pedro Rivero, Galder Gaztelu-Urrutia compone en su primera largometraje una alegoría, una parábola, sobre el egoísmo y la solidaridad en nuestra sociedad. Una escalera sin peldaños que se cuestiona si podemos crear una convivencia sostenible y señala especialmente a los de arriba, a los ricos, a los países del primer mundo… si el sistema capitalista se plantea ceder y compartir por el bien común.

Pero la originalidad de la cinta radica en su planteamiento y en su propuesta visual. Una distopía sobre la lucha de clases despojada de clases. Es decir, el cambio de niveles en el hoyo es aleatorio, no hay un orden, no hay condenados y privilegiados por derecho o cuna, la responsabilidad es individual. La idea enfrenta al público con su propia hipocresía, con las acciones de cada uno con nuestros iguales ¿La bondad es oportunista y puntual o forma parte de nuestra vida diaria? La atmósfera interpela al espectador sin descanso, en condiciones extremas, como diría Hobbes, el hombre es un lobo para el hombre.

Protagoniza Ivan Massagué, que junto a Zorion Eguileor y Antonia San Juan, se hace todas estas preguntas, algunas respuestas son más viejas que El Quijote. Hay espacio para la ironía, el humor negro, el drama, el terror violento… En su conjunto un thriller social con influencias de El Cubo o del Rompenieves del coreano Bong Joon-ho, aunque Gaztelu-Urrutia mira al cine de décadas anteriores, desde El Ángel Exterminador a Blade Runner. Mejor película en Sitges y Premio del Público en el Festival de Toronto, Netflix compró los derechos de su distribución internacional. El Hoyo es una propuesta sugerente e inteligente que demuestra el poder del cine de género para abarcar la realidad socipolítica.

Ventajas de viajar en tren (Aritz Moreno)

“Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda” La novela de Antonio Orejudo, Ventajas de viajar en tren, comienza de una manera que el lector se queda pegado a las páginas del libro. A partir de ese momento empiezan una espiral de historias que van de lo sorprendente a lo más absurdo. Todas ellas conectadas entre sí por dos personas que se conocen viajando en un tren. La novela se publicó en el año 2000 y para muchos era imposible adaptarla al cine. Pero el director Aritz Moreno sí que lo veía probable. “Yo la veía en mi cabeza y me dije: aquí hay una película muy especial. Me puse en contacto con la editorial y allí empezó todo”, nos cuenta.

Ventajas de viajar en tren es el debut en el mundo del largometraje del donostiarra Aritz Moreno después de haber dirigido cuatro cortos. Todo un reto por lo complejo y arriesgado del proyecto, aunque él tenía muy claro cuáles eran sus referentes cinematográficos. "Hay una serie de televisión británica, Utopía, que me gustaba mucho y que pensaba que era un mundo y un universo que podía funcionar muy bien para Ventajas de viajar en tren. Luego, ya a nivel cinematográfico, la referencia principal era El club de la lucha por su tono y estética, pero mezclado con el cine de Wes Anderson. El gran hotel Budapest tiene también este tipo de estructura. Otra película que me influyó mucho fue Magnolia de Paul Thomas Anderson, dice.

El reparto de Ventajas de viajar en tren es coral. En el filme podemos ver entre otros a Ernesto Alterio, Quim Gutiérrez, Macarena García, Belén Cuesta, Luis Tosar… Pero la que vertebra a todos los personajes y todas las historias que se van sucediendo es Pilar Castro. La cinta tiene un trasfondo absurdo, surrealista y un humor negro acido y corrosivo. Es una comedia con alma de thriller. Tanto en el film como en la novela se abordan temas como la paranoia colectiva en la que vive la sociedad actual o los malos tratos físicos y psicológicos que sufren las mujeres. La novela fue un éxito y ahora, con su estreno, se inicia el camino cinematográfico de Ventajas de viajar en tren. Los espectadores solo tienen que subirse a uno de sus vagones.

Las niñas bien (Alejandra Márquez Abella)

Se presume en muchas de las revistas del corazón una frivolidad, superficialidad y arrogancia de la clase alta, ensimismada en una vida de lujo y en mantener los privilegios. Sofía lee el ‘Hola’, compra vestidos en Nueva York, sueña con casarse con Julio iglesias y vivir en El Corte Inglés. Cumple el patrón imaginado. La actriz Ilse Salas da vida a este personaje en ‘Las niñas bien’, segunda película de la directora mexicana Alejandra Márquez Abella, una mirada demoledora, en forma y fondo, a la burguesía de su país.

Adaptación de la novela homónima de Guadalupe Loaeza, la realizadora despoja de humor esta historia que narra la caída de una mujer de la clase alta mexicana por la crisis financiera de los 80. Una mujer cuya profesión es ser rica, ser la mujer de y reunirse con amigas para sesiones de estética, partidos de tenis y cuchichear. Márquez Abella mete su cámara crítica en ese universo artificial para revelar todas su impostura. Cada detalle -pendientes, hombreras, collares, pies… - definen a una mujeres ancladas a un mundo paralelo, a una élite hipócrita.

No hay escapatoria en su realización, acompaña a la protagonista en su derrumbe económico, moral y social, en todo su esfuerzo por mantener las apariencias y aferrarse a una posición cuando su estatus se tambalea. Tampoco hay espacio para la sonoridad, solo para la competencia entre mujeres, especialmente contra las nuevas ricas casadas con hombres de negocios. Hay desdén, crueldad y desprecio por la intromisión en un círculo exclusivo, heredado, de cuna. ‘Las niñas bien’ abarca con una propuesta minimalista y contundente la decadencia de todo ese universo, el ostracismo social y la pobreza moral, el vacío existencial si ya no te invitan a fiestas y te rechazan la tarjeta de crédito.

Pequeñas mentiras para estar juntos (Guillaume Canet)

Hace casi una década un grupo de amigos se reunía en la casa de verano de Max para pasar sus vacaciones. Él y su mujer Veronique, la pareja perfecta, eran los anfitriones, y recibían a su numeroso grupo de amigos. Esas vacaciones no acaban bien, ya que tienen que enfrentarse a la muerte de uno de sus miembros. Eso hace que el grupo se descomponga y distancie y ahora, unos más afectados que otros se vuelven a reunir para sorprender a Max por su cumpleaños. Hace años que no se ven y han cambiado muchas cosas. Max es uno de los más afectados por el cambio, lo ha perdido casi todo, empezando por su relación con Veronique, y eso implica un trastorno en el seno del grupo.

También se siente abandonado por sus amigos, aunque según cuenta el director, Guillaume Canet, eso no es del todo así. “No le abandonan, es él el que se aleja”, dice. Por último, ha perdido el trabajo y su situación económica no le permite seguir manteniendo la casa de reunión. Se ve obligado a tomar una difícil decisión y viaja a la playa para deshacerse de ella sin que nadie se entere. La cosa se le complica cuando, inoportunamente, todos aparecen para sorprenderle, y vaya si le sorprenden. En conclusión, Max es un hombre arruinado y algo deprimido, y su orgullo le impide aceptar la realidad de su situación, en especial sus problemas económicos, delante de sus amigos. Pero después de mucha fiesta a la francesa acabará dándose cuenta, igual que el resto de este abultado elenco, de que por mucho tiempo que hayan pasado separados su amistad sigue siendo fuerte y puede ayudar a superar cualquier cosa.

Pequeñas mentiras para estar juntos es un homenaje a la amistad y un retrato del paso del tiempo, de cómo puede cambiar y deteriorar las relaciones. Su primera entrega fue todo un éxito en Francia en 2010 y esta, ya con más de tres millones de espectadores, va por el mismo camino. En España para asegurarse el éxito han querido aprovechar el tirón de la fiesta del cine, aunque era previa a su estreno. Ambas historias son una mezcla de vida y cine, algunos de los miembros del grupo son realmente amigos del director, y rueda esta película porque, dice, todavía le quedaban cosas por decirles. Y también les quedaban canciones por escuchar, la banda sonora tiene un gran peso, conecta las dos partes. Las canciones son la fuente de inspiración en el momento de la escritura, y se escuchan durante el rodaje. Escuchan, por ejemplo, My Way de Nina Simone, que sonaba al final de la primera y con la que terminamos.

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