La incómoda visita de los parientes del pueblo
Esta vez, la política se ha comprometido mucho y en voz muy alta con la España rural y vacía. Veremos cuánto tarda en olvidarlo, veremos cuánto tardamos en olvidarlos
undefinedVÍDEO: ROBERTO CUADRADO
Madrid
En medio del impeachment, del brexit, del coronavirus, del procés, de las conversaciones de Torra con Sánchez, de Villarejo… las protestas del mundo agrario se han colado en la actualidad de esta sociedad urbana como algo levemente incómodo, como la visita inoportuna de los parientes del pueblo. Sin embargo, millones de españoles residentes en ciudades están a menos de dos generaciones de distancia de esta problemática. La conocen muy bien, seguramente incluso son víctimas de esa misma problemática. Es una problemática y una noticia y una actualidad que reaparece y que produce una especial tristeza porque siempre es igual a sí misma, los argumentos son siempre los mismos: los precios son insostenibles, los eslabones de la cadena de distribución los disparan hasta el infinito, pero a ellos no les llega ni la calderilla.
La incómoda visita de los parientes del pueblo
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Y la ayuda política siempre ha sido insuficiente y, además, mal entendida. Todas las iniciativas que han tenido por objeto tratar de apoyar o de fijar población y evitar la diáspora han sido siempre denostadas. De los nueve tipos de subsidios que hay en España, el agrario es el único permanentemente criticado.
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Es un sector que lo tiene especialmente difícil. Por un lado, porque el mundo viaja en otra dirección, van mirando a todo correr hacia las ciudades, más y más, hacia las megalópolis. Les da la espalda, prácticamente ni los ve, y porque además de entre los superpoderes financieros del planeta, el sector de la alimentación está ahí figurando entre los grandes superpoderes financieros e imponen su ley. Por otro lado, están las regulaciones que dan poco margen de maniobra a las iniciativas públicas. Pero hay que hacer cosas, evidentemente, hay que hacer cosas. Desde la aparición del magnífico libro de Sergio del MolinoLa España vacía y la España rural, que son binomio inseparable, han descubierto que son muchos y, sin necesidad de ponerse ningún chaleco amarillo, han empezado asustar a los políticos.
En las últimas elecciones generales, los políticos se lanzaron en tromba hacia los pueblos, buscando el disputado voto del señor Cayo. ¡Algunos hasta se subieron a los tractores y tocaron las vacas con sus propias manos! Algunos era la primera vez que veían un tractor y una vaca. Esta vez, la política se ha comprometido mucho y en voz muy alta. Veremos cuánto tarda en olvidarlo, veremos cuánto tardamos en olvidarlos.