Médicos frente a la ablación
El Hospital 12 de Octubre ha abierto una consulta para tratar a las mujeres víctimas de esta mutilación arraigada a la cultura de decenas de países y que han sufrido 200 millones de mujeres y niñas en el mundo
Punto de Fuga: 'El médico que alertó del Coronavirus' (15/02/2020)
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200 millones de niñas y mujeres han sufrido la ablación, según Unicef, una práctica que sigue siendo habitual todavía en una treintena de países. En algunos de ellos de forma masiva, como es el caso de Somalia, donde el 98% de las mujeres la sufren, y solo el 25% la sufren a manos de personal sanitario.
La Organización Mundial de la Salud calcula que los daños físicos que esta práctica provoca tiene un coste médico equivalente a 1.500 millones de dólares cada año.
En muchas comunidades siguen presentes falsos mitos sobre la ablación. En el Hospital 12 de Octubre de Madrid han abierto una unidad para atender a las víctimas de esta práctica. En ella trabaja la ginecóloga Menchu Gutiérrez.
La doctora asegura que quieren organizar una forma de atender a las mujeres más reglada y en un espacio único, porque hasta ahora las atendían de forma discontinua y esporádica. Por el momento unas quince pacientes han pasado por allí.
“Son pacientes que llevan unos cuantos años en España, pero que solicitan atención médica de forma muy puntual, tienen problemas con el idioma y les resulta mucho más sencillo venir acompañadas de unas mediadoras interculturales que pertenecemos a oenegés que trabajan con estas mujeres” porque se sienten más arropadas.
Las pacientes llegan con problemas que arrastran desde que se les realizara la ablación en la infancia. La ginecóloga asegura que estas mujeres “no suelen demandar mucha asistencia sanitaria a no ser que sean servicios de urgencias o servicios de paritorio”. Muchas veces por cuestiones culturales apenas acuden a las consultas de ginecología.
“La forma de pertenecer a la sociedad, el tránsito de la edad de la niña a la edad adulta, en estos países pasa por la práctica de la mutilación”, lamenta Gutiérrez. Una mutilación que se practica además “por personas de referencia femeninas dentro del pueblo”, lo que dificulta la eliminación de estas prácticas por el arraigo cultural que tienen.
La ablación se asocia “a su pertenencia a esta sociedad, de tal forma que cuando llegan a Europa, cuando llegan al país donde no se practica, se dan cuenta de que esas prácticas acarrean a largo plazo problemas que no han sido conscientes de que vienen de esa práctica que se realiza en la infancia”.
Esta práctica en las niñas puede provocar en el futuro problemas de reproducción, con las menstruaciones o infecciones urinarias, explica la doctora. Y a estas mujeres, que ahora ven el procedimiento muy lejano, “les cuesta relacionar una cosa con la otra”, dice Gutiérrez.
Ninguna religión dice en sus escrituras que haya que practicar esta técnica tan lesiva, por lo que se trata de una tradición más cultural que asociada a ningún tipo de religión. Dentro de sus comunidades, estas mujeres “serían repudiadas si no se lo hacen”, no podrían participar en muchas actividades.
Lo primero que hacen al llegar a su consulta es una pequeña entrevista y un reconocimiento. Luego les muestran imágenes para que puedan explicar lo que les han hecho y qué tipo de mutilación tienen ellas. Además, las remiten a una terapia psicológica sexológica “que es muy necesaria ante este tipo de pacientes”.
Las que llegan a la consulta suelen ya estar informadas porque generalmente han pasado tiempo en Europa y se posicionan en contra de la ablación, según la ginecóloga. Los problemas aparecen cuando vuelven a sus países de origen y tienen que enfrentarse a toda la comunidad, o cuando llevan a sus hijas y sufren presiones para practicarles a ellas también la ablación.
Suelen ser las abuelas, las tías o familiares cercanos los que practican la ablación a las niñas sin ninguna autorización.
Las pacientes que atienden en Madrid “por lo menos se abren y hablan del problema”, celebra la ginecóloga. Algo que habitualmente les cuesta por motivos culturales. Al poder explicar las molestias que tienen y comentarlo con otras mujeres ayudan a que se visibilice el problema y a posicionarse en contra para las futuras generaciones.