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Miguel Hurtado: "El abuso sexual es devastador, el encubrimiento te acaba por destrozar la vida"

Miguel Hurtado, víctima de pederastia en la Iglesia, pide al Gobierno que reforme su ley para que el plazo de prescripción de estos delitos no empiece a contar hasta que las víctimas cumplen 50 años

Madrid

"Los abusos se prolongaron durante todo un año. Yo tenía sólo 16. Recuerdo la profunda confusión que me embargó. No entendía nada de lo que estaba pasando. Montserrat era un lugar venerable, tierra sagrada para los catalanes. Estaban abusando de mí a los pies de la Moreneta, la virgen patrona de Cataluña. En teoría era un lugar seguro para niños y adolescentes. Si los padres no pueden enviar con tranquilidad a sus hijos a Montserrat, ¿adónde pueden mandarles?".

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El fragmento forma parte de 'Manual del silencio', un relato autobiográfico que disecciona el fenómeno de la pederastia en la Iglesia a nivel mundial y la lucha de las víctimas para lograr justicia y que, su autor, Miguel Hurtado, ha compartido esta tarde en los micrófonos de La Ventana.

Son casi 500 páginas, en las que Miguel narra su experiencia y el proceso vital que le ha llevado a reconvertirse en un activista de derechos humanos que llegó a estar presente el año pasado en la cumbre antipederastia convocada por el papa Francisco en el Vaticano. "Escribir el libro me ha permitido exorcizar mis demonios interiores, pero me daría por satisfecho si consigo que genere conversaciones, un debate sano. El abuso sexual infantil florece en el secretismo".

La petición a Sánchez e Iglesias

"Mi objetivo principal no es tanto perseguir los delitos del pasado, sino sobre todo prevenir los delitos futuros", ha explicado Miguel. Y en esa batalla no sólo la Iglesia debe dar pasos sino también la política. "Pediría a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias que empiecen por meter en un cajón la reforma de ley de Protección a la Infancia que tienen y tramiten la ley que de verdad estamos pidiendo las víctimas y que pasa por exigir que los delitos de pederastia infantil no comiencen a prescribir hasta que las víctimas han cumplido 50 años".

Hurtado ha explicado que esa petición no es caprichosa sino que obedece a un motivo: "Las víctimas tardan mucho tiempo en asumir lo ocurrido y reunir el valor suficiente para denunciar. La Comisión de Investigación de Australia, tras analizar 4.500 casos, llegó a la conclusión de que la edad media de las víctimas que deciden denunciar es de 44 años".

El proyecto que baraja el Gobierno, y que desarrollará la vicepresidencia de Pablo Iglesias, contempla que los plazos de prescripción comiencen a contar desde los 30 años de las víctimas -en la actualidad está los 18 años-. Eso significa que si una víctima cumple 45 años y no ha denunciado su caso, el delito de que fue víctima ya no podrá juzgarse penalmente y su agresor quedará impune. Una reforma insuficiente y descafeinada, a juicio de Hurtado, que ha lamentado también que el vicepresidente Iglesias haya querido apodar el proyecto legislativo como 'ley Rhodes', en referencia al pianista británico víctima de abusos. "Me parece muy bien que el Gobierno se reúna con el señor Rhodes, pero hay activistas como Vicki Bernadet que llevan denunciando estos abusos desde los años 90 en España y ningún gobierno les ha tenido en cuenta. Manda narices que tenga que venir un famoso de fuera a decirnos lo que tenemos que hacer porque los políticos no escuchan a los activistas españoles".

Una oportunidad perdida en El Vaticano

'Si los delitos prescriben, los pederastas no entran a formar parte del registro de delincuentes sexuales y en consecuencia pueden seguir trabajando con niños sin ningún problema', denuncia Hurtado que pide al Gobierno que se ponga a la vanguardia de los países que luchan contra los abusos infantiles y proteja a las víctimas de modo efectivo.

'El Manual del silencio' lamenta la oportunidad perdida del pontificado del papa Francisco a la hora de abordar el asunto. 'Desde 2014, cuando el el Comité de la Infancia de Naciones Unidas dio un severo varapalo al Vaticano, la Santa Sede no ha adoptado ninguna de las recomendaciones recogidas en aquel informe, y eso que eran de auténtico sentido común: la entrega de los archivos canónicos, la denuncia automática a la justicia civil, la indemnización a las víctimas...'

Frente a eso, lamenta Hurtado, la Iglesia sigue aplicando el manual de silencio que da título al libro: considerar los abusos como un pecado y no un delito, de forma que se solucionan con oración y penitencia y no con penas de cárcel. "De hecho, en mi caso intentaron comprar mi silencio en sobres de 500 euros para que no quedara rastro documental y sortear los controles antiblanqueo bancarios. El abuso es devastador, pero el encubrimiento es lo que te puede acabar destrozando la vida, porque el abuso es de una persona, pero el encubrimiento es la traición a la víctima de toda una comunidad".

 
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