La justicia divina del siglo XVIII

La justicia del siglo XXI es manifiestamente mejorable, pero si echamos la vista atrás y nos fijamos en la del siglo XVIII veremos que un poco sí que hemos avanzado.

El protagonista de hoy no es que tuviera un mal día, es que llevaba unos cuantos seguidos que no se los desearías ni a tu peor enemigo. Porque el 10 de marzo de 1762 ejecutaron a Jean Calas, y, probablemente, para él fue un alivio.

El primer problema de Jean Calas fue su religión. Él era protestante en una Francia que era mayoritariamente católica. Su segundo problema fue que el 13 de octubre de 1761 su hijo fue encontrado muerto en su casa. Inicialmente, Calas declaró que había sido asesinado, pero después dijo que lo habían encontrado colgado.

Esta mentira inicial del padre del chico podría tener su explicación en que los cuerpos de los suicidas no eran considerados dignos de un entierro normal. Pero la cuestión es que empezó a circular el rumor de que Jean Calas había matado a su hijo porque este se quería convertir al catolicismo.

Fue juzgado por un tribunal de su ciudad, Toulouse, y sentenciado a muerte. Pero antes fue torturado para obtener una confesión. Entre otras cosas, le hicieron beber 17 litros de agua y le rompieron todas las extremidades dos veces, para finalmente estrangularlo e incinerarlo. En ningún momento dejó de proclamar su inocencia. Su hijo, por otra parte, fue enterrado como un mártir del catolicismo.

El filósofo Voltaire, indignado con el caso, lo investigó y demostró que el hijo se había suicidado por deudas de juego. La condena fue revertida, pero claro, ya era un poco tarde para Jean Calas.