Traje rosa

Galicia

Hace cinco años me compré un traje rosa elegantísimo, aunque imposible de poner. Le cogí cariño de tanto abrir el armario y verlo allí, sin poder estrenarlo. Pero tuve paciencia y hace cuatro meses me disfracé de Joker. Quizá siempre hay un momento perfecto para todo. Cuando pasó el carnaval dejé el traje en la tintorería y me olvidé de él. Entremedias el mundo se confinó, así que aún me olvidé mejor. Esta semana, sin embargo, exclamé sin venir a cuento: ¡El traje rosa! Lo imaginé dando vueltas al circuito cerrado de la tintorería, en el que se presiona un botón y se acciona un mecanismo que mueve las prendas en círculo, hasta que dan con la tuya. Supongo que el traje recibió una lección de vida, que a veces va de eso, de dar vueltas como un idiota, hasta que alguien se fija en ti. Al menos yo me acordé de él a tiempo de recuperarlo. El periodista Hunter S. Thompson contaba que un año después de abandonar un apartamento de alquiler en San Francisco recordó que había olvidado, escondidos bajo una baldosa de la cocina, 250 gr de hachís. Cuando intentó regresar al piso para recuperarlos, descubrió que ahora allí vivían dos agentes de policía, así que llegaba demasiado tarde.