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Las Beguinas

Fue un movimiento que permitió a las mujeres ocupar un importante lugar en la Europa medieval sin ser esposas, ni monjas, y que las permitió ser libres de toda dominación masculina

SER Historia: Las beguinas (12/07/2020)

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Madrid

Eran mujeres instruidas, valientes y con voluntad propia. Marcella Pattyn, considerada la última beguina, murió en 2013 a los 92 años de edad y con ella también murió el último eslabón de una cadena que se inició a finales del siglo XII en Lieja y se extendió por buena parte de Europa. Algunos autores hacen derivar el nombre de beguina del verbo flamenco beghem, orar. Otros más prosaicos derivan el nombre por su cofia, llamada en francés bèguin. También pudieron adoptar el nombre de la persona a la que se le atribuye su formación, el padre Lamber Le Bègue, célebre predicador, canónigo de Lieja, que vivió durante la segunda mitad del siglo XII, fundador de un monasterio y una iglesia para viudas y huérfanas de cruzados.

Fuera cual fuera su origen desde el punto de vista filológico, podemos afirmar que aparecieron en un momento histórico en el que la participación de la mujer en la sociedad era prácticamente nula y su espacio propio se veía reducido a la casa, al palacio o al convento. Las mujeres de las clases trabajadoras tenían como salida natural trabajar en la agricultura y muchas no podrían costear la dote que requería la entrada en un convento. En medio de estas circunstancias adversas, apareció un grupo de mujeres que se organizaron en beguinatos que buscaban una respuesta a sus necesidades y dudas espirituales. Vivían de su trabajo en los huertos y se dedicaban al apresto de telas y al cuidado de los enfermos. Y también se podían mover libremente por la ciudad. Eran apreciadas y reconocidas por el pueblo, pero no tanto por la Iglesia.

El trabajo asistencial de enfermos y leprosos y la elaboración de telas es lo que les granjearía muy pronto un número importante de donaciones económicas que recibieron de manos de la nobleza, incrementando sus patrimonios. Y también eso generó envidias. Si bien la dedicación al trabajo era una parte fundamental de su vida diaria, no descuidaron cultivar su espíritu con la oración y el estudio teológico. De sus filas saldrán escritoras como Marguerite Porete, que publicaría el libro “El espejo de las almas simples”, en el que defendía el contacto directo del creyente con Dios sin necesidad de intermediarios. Esto le costó un proceso y morir en la hoguera el 1 de junio de 1310 en la Plaza de Gréve, de París.

El Papa Clemente V, el mismo que ordenará la disolución del Temple en el Concilio de Vienne (1311), analizó los errores de las doctrinas seguidas por las beguinas y la sentencia no pudo ser más estricta: “Por tal razón, hemos decidido y decretado con la aprobación del concilio, prohibir definitivamente su forma de vida y excluirlas de la iglesia de Dios “. A partir de entonces comenzó la persecución de beguinas y begardos. Aunque, como sabemos, nunca llegaron a desaparecer del todo.

 
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