El cadáver olvidado
De los 1.897 cuerpos que acabaron en una de las tres morgues madrileñas durante los meses de marzo y abril hubo 59 que nadie reclamó: Celestino Hernández González es uno de ellos
La Administración no consiguió, o no intentó, localizar a ninguna de sus familias y la Comunidad de Madrid los inhumó en julio, tres meses después de la clausura de las morgues, en el cementerio sur de Madrid
Localizamos a familia de Celestino que ahora, casi un año después, recuperarán su cuerpo para enterrarlo en su pueblo, Fresnedillas de la Oliva, en el panteón familiar junto a sus padres y su hermano Pepe
Fresnedillas de la Oliva
Puede parecer otra historia más de la pandemia en Madrid. Pero no lo es. Ocurrió hace ahora justo un año. De los 1.897 cadáveres que acabaron en alguna de las tres morgues madrileñas que se habilitaron para dar cabida a los centenares de fallecidos que llegaban en las primeras semanas de la pandemia, hubo 59 que nadie reclamó. Todos ellos vivían en algún punto de la Comunidad de Madrid, sí. Pero no todos ellos eran de capital. Entre los lugares de nacimiento de los fallecidos sin reclamar se encuentran pueblos diminutos como Campotéjar (Granada), Truchillas (León), Pedro Muñoz (Ciudad Real) o Noreña (Asturias). También gente de otras latitudes como Argentina o Perú. Probablemente, en algún momento de sus vidas, emigraron y formaron parte de los millones de personas que acabaron en la capital en lo que se denominó “éxodo rural”. Gente con aspiraciones, con sueños, con familia, con amigos… cuyo nombre se ha visto reducido a unas pocas letras en un cementerio que ni conocían. Hace meses nos propusimos en el programa tratar de comprender la trayectoria de vida de una persona que muere sola, sin que, aparentemente, nadie la echara de menos. No éramos conscientes de hasta qué punto la soledad en vida es, por encima de todo, el olvido en muerte.
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Vicente Esplugues fue uno de los cinco sacerdotes que se encargó de dar el último adiós a los fallecidos por coronavirus que llevaban a la morgue de la pista de patinaje sobre hielo de Madrid. Él no sabía nada de la vida de aquellas víctimas, ni siquiera si eran católicas, pero trataba de “humanizar el dolor para que no fuera una masa de cadáveres. Recordar la dignidad y el nombre”.
Nadie se molestó en buscar a la familia de Celestino Hernández González. O eso parece. Según consta en su certificado de defunción, falleció el pasado 8 de abril a las 18:30 en la Residencia Orpea Collado Villalba. De ahí, fue trasladado a una de las tres morgues habilitadas en Madrid. Sus restos esperaron en el Instituto de Medicina Legal de Madrid a que alguien descolgara el teléfono y se acordara de que faltaba. Finalmente, el 28 de julio el padre Ángel, junto al Defensor del Pueblo, ofició una misa-funeral en la Iglesia de San Antón para honrar la memoria de “los que habían fallecido en soledad” en un entierro social, es decir, un entierro a cargo de la Administración, pero al que, a pesar de su nombre, no acude nadie.
Tardamos meses en ir recopilando pequeñas piezas del puzle hasta que logramos encontrar a Mari Luz y Carmen, sus hermanas. Primero habíamos visitado el último domicilio en el que figuró censado, en Navas del Rey. Pero nadie le recordaba allí. Llamamos a la residencia Orpea Collado Villalba, en la que vivía y falleció, para informales del propósito de nuestro reportaje y de lo que había sucedido con el cuerpo de Celestino. Pero no quisieron ayudarnos. Por último, empezamos a remover la memoria y encontramos que Celestino se había presentado en una lista electoral de Alianza Popular en coalición con el Partido Demócrata Popular y la Unión Liberal para concejal de su pueblo natal, Fresnedillas de la Oliva, en el año 1983. Fue entonces cuando pensamos que, si se había presentado en una lista electoral, seguro que alguien le recordaría allí. Lo que no sabíamos era que seríamos nosotros quién nos convertiríamos en portadores de la noticia de su muerte a su familia.
Fresnedillas de la Oliva es un pequeño pueblo de la sierra madrileña cuya economía está basada, principalmente, en la agricultura y la ganadería. Se hizo famoso en los años 60 porque fue el municipio elegido por la NASA para instalar su sede España. Cuando llegamos allí, no tardamos mucho en encontrar a Rocío, una de las sobrinas de Celestino que no se podía creer lo que había ocurrido con su tío: “Vivir todo esto que estamos viviendo sin saber que… es muy fuerte… y decir la frase, bueno… a nosotros no nos ha tocado a ninguno… sin saber que sí, que también nos ha tocado”.
¿Por qué Celestino había fallecido en soledad? ¿Por qué nadie avisó a su familia? Poco a poco fuimos conociendo más de su vida:
Su padre se llamaba Cándido y su madre Victoria. Pasó su juventud en el campo porque sus padres eran ganaderos, junto a su hermano Pepe, ya fallecido, y sus hermanas Mari Luz y Carmen. Él quería tener otra vida, “no quería ser cabrero como sus padres”, nos cuenta Matías, su primo hermano. Recuerda cuando de joven se escapó de casa para irse a trabajar a los Altos Hornos de Bilbao y cómo fracasó en aquel intento. Todos los que lo conocían coinciden en que era una persona que podía estar un día entero contando chistes sin repetir ninguno, en que era una alguien muy divertido.
Celestino tuvo dos hijos, César y Ana, pero enviudó con apenas 40 años. “¿Le pudo la situación? No lo sabemos. El caso es que él se fue yendo (…) pero nosotros teníamos sentimientos positivos hacia él y él hacia nosotros. No éramos una familia super… que nos llevábamos a matar”, confiesa Rocío, su sobrina.
La Asociación Nacional de Servicios Funerarios calcula que aproximadamente uno de cada mil cuerpos en España no es requerido por nadie. Al año, solo en nuestro país, en torno a 400 personas no son reclamadas. Suele ser por dos motivos: o bien los familiares de la persona fallecida no pueden hacerse cargo del entierro por falta de recursos o bien, como en el caso de Celestino, nadie lo reclama y la Administración no es capaz de localizar a ninguno de sus familiares. Ni el Ministerio de Justicia ni el Instituto Nacional de Estadística cuentan con una cifra oficial que revele cuántas personas fallecen en estas circunstancias al año. La Administración tiene un protocolo definido sobre cómo actuar en estos casos. Eduardo Andreu, director del Instituto de Medicina Legal de Madrid , donde acabaron provisionalmente los cuerpos que nadie reclamó de las morgues madrileñas, nos cuenta que, de hecho, lo primero que hacen es intentar localizar a algún familiar a través de la Interpol, la organización que agrupa a todas las policías del mundo. En el caso de Celestino no lo consiguieron. O no lo intentaron. “Lo que ocurrió… No lo digo por ninguna circunstancia, sino simplemente por porque, parece que es que el Instituto de Medicina Legal, además de ceder las instalaciones, gestionó aquello. No lo gestionó: lo gestionó Sanidad”, concluye Andreu.
Mari Luz, la hermana de Celestino no recuerda con precisión la última vez que vio a su hermano, pero no puede contener las lágrimas al recordarlo. “Hará 12 o 14 años… pero me hubiese gustado que hubiera llamado a mi puerta”. Siempre pensó que la avisarían si le pasaba algo a su hermano, pero no fue así. “No están bien hechas las cosas. Ya no tiene solución. Ahora ya sabemos que ha muerto, pero tenemos interés en recuperar el cuerpo”. Mari Luz tiene 74 años y este último año ha pasado miedo por la pandemia. Mucho miedo. Recuerda los meses en los que estábamos confinados viendo las imágenes en su televisión, pero “nunca pensamos que podía ser así… que alguien de nuestra sangre estuviera… que mi hermano estuviera ahí”.
“¿Lo de cambiar su vida? Yo creo que no hubiésemos podido. Quiero creerme que él ha estado a gusto. Lo que hubiésemos cambiado hubiera sido este final. Nos duele mucho… primero, por los meses que han pasado… yo me siento mal haberme enterado así”, concluye Mari Luz entre sollozos. Muy pronto recuperará recuperará los restos de su hermano Celestino para darle sepultura, ahora sí definitivamente, en el cementerio de Fresnedillas de la Oliva, donde ya descansan sus padres y su hermano Pepe.
Las residencias de mayores y el modelo de cuidados en España
La forma en que el Covid-19 ha afectado a las residencias de mayores ha abierto el debate sobre el modelo de cuidados en nuestro país. De las 181 plazas con las que cuenta la Residencia Orpea Collado Villalba en la que falleció Celestino, la Comunidad de Madrid, en respuesta a una solicitud cursada por este programa en virtud de la ley de transparencia, admite que allí fallecieron 35 personas por Covid-19 o síntomas compatibles hasta el pasado 31 de diciembre. Es decir, el 20% sobre el total de camas.
<p>Mientras la economía del país se frenaba, la rentabilidad del mercado de las residencias crecía un 3,4%</p>
El grupo francés Orpea, con 23 geriátricos y 26 millones de dinero público, es el principal grupo que opera en la Comunidad de Madrid. Y el quinto en España. El 80% del capital del grupo cotiza en la Bolsa de París y el 20% restante está dividido entre sus principales accionistas: una empresa estatal canadiense, Crown Corporation y un fondo de inversión controlado por la familia Peugeot (FFP Invest). Según los últimos datos públicos disponibles, desde 2015, el grupo Orpea ha tenido que pagar casi medio millón de euros (474.355€) por las 58 “penalizaciones” que fueron impuestas por la Comunidad de Madrid a alguna de sus residencias.
Es más, el listado de las más de 160 residencias multados entre 2015 y 2020 en la Comunidad de Madrid lo encabeza, precisamente, la residencia Orpea Collado Villalba, en la que falleció Celestino. Hasta en 16 ocasiones el gobierno madrileño multó a ese geriátrico por “personal insuficiente”, “deficiencias” y por la falta de un adecuado “sistema de fichaje y control de presencia personal”. La mayoría, con el agravante de reincidencia.
El sistema de cuidados y de residencias en España es un negocio que mueve al año 4.500 millones de euros y en donde el sector público tiene una presencia poco más que simbólica en cuanto a gestión de plazas. En la residencia de Celestino pareció darles igual lo ocurrido con el cuerpo del que hasta hacía unos meses era su residente. Al fin y al cabo, es un negocio.
Daniel Sousa
Es redactor en EL PAÍS Audio y colabora en ‘A Vivir que son dos días’ de la Cadena SER. Ganador del...