El Tratado de Lisboa: un gran paso para la UE, no una revolución
Sus partidarios sostienen que establece los cimientos para la pretensión europea de tener más influencia en el nuevo orden mundial
La Unión Europea da este martes un paso importante en su intento de tener mayor influencia en el mundo con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, pero cualquier sugerencia de que se convierta en una superpotencia mundial es en realidad un sueño lejano.
El tratado aumenta las competencias del Parlamento Europeo y simplifica la toma de decisiones. Además, crea un presidente estable del Consejo Europeo y da más fuerza al representante de política exterior, que tendrá un cuerpo diplomático propio.
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Sus partidarios sostienen que establece los cimientos para la pretensión europea de tener más influencia en el nuevo orden mundial, ante la aparición de potencias emergentes como China tras la crisis económica mundial.
Sus detractores dicen que la UE ya ha socavado ese objetivo en el proceso de intentar obtener el apoyo de los 27 estados miembros, que se prolongó durante ocho años, y con la elección de políticos poco conocidos para los dos cargos más públicos.
Cambios
Pero todos están de acuerdo en que el proceso de cambio será lento. Mucho dependerá de cómo definan sus nuevos cargos en los próximos años el belga Herman van Rompuy, nuevo presidente del Consejo, y la británica Margaret Asthon, representante de política exterior, y de la disposición de los estados miembros de situar las necesidades europeas por encima de los intereses nacionales.
"El tratado fortalecerá a la UE en un momento en el que necesita fortalecimiento y en un momento en el que los europeos están cada vez más vistos en el mundo como anticuados", dijo Hugo Brady, del londinense Centro para la Reforma Europea.
"¿Las cláusulas del tratado son la respuesta a la importancia cada vez menor de Europa en el mundo? No por sí solas, no. Pero esto acaba con un proceso de ratificación muy dañino, que estaba durando, durando y durando".
Las crisis como primer reto
Daniel Gros, analista del Centro para Estudios de Política Europea en Bruselas, dijo que habrá muchos y buenos cambios organizativos, pero que el peso diplomático internacional de los Veintisiete no cambiará significativamente de un día para otro.
"No será una revolución", afirmó. "Al menos en los primeros años, el reto principal no es tanto resolver grandes crisis como hacer que la maquinaria funcione, y establecer precedentes que sean inútiles para después".