Bin Laden, el rostro del mal
Perfil del creador de Al Qaeda, de enemigo público número 1 de Occidente a icono del terrorismo internacional
Dos de mayo de 2011. El portaaviones norteamericano Carl Vinson navega por aguas del Arábigo. Desde la borda, un grupo de oficiales lanza, sin apenas ceremonial, una voluminosa bolsa de plástico. El cuerpo de Bin Laden, enemigo público número 1 de Estados Unidos, es arrojado por la borda y se hunde en las profundidades del mar.
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Así acaba una biografía que comienza 54 años antes, en Yeda, Arabia Saudí. El 10 de marzo de 1957 nace el décimo séptimo hijo de la familia Bin Laden, a quien se llamará Osama Bin Muhamad Bin Awad. El padre, un multimillonario constructor, financia los estudios de Ciencias Económicas de Osama, hasta que éste tiene su primer contacto con las armas. En 1979, tras la invasión soviética de Afganistán, se une a los muyaidines y llega a reclutar 10.000 hombres bajo el paraguas de una idea fuerza: "la lucha contra los judíos y los cruzados". Si la CIA llegó a apoyar a Bin Laden y sus agentes a adiestrarles forma parte de una creencia común, recogida por diversos autores, aunque nunca demostrada. Lo cierto es que en 1988 Bin Laden crea Al Qaeda, "La Base", es expulsado de Arabia Saudí , se refugia en Sudán y finalmente recala en Afganistán donde manejará un complejo entramado financiero que sufragará la comisión de atentados por medio mundo: Egipto, Kenia, Tanzania...Al Qaeda se expande, sus activistas actuan como células independientes, y la imagen del líder acaba convirtiendose en el icono del mal.
Tras el 11-S, Bin Laden, a quien se señala desde un primer momento como inspirador de la masacre, asegura que no tiene nada que ver con los ataques.
Un mes despues, sin embargo, se emite un nuevo video en el que se congratula de los atentados y anima a cometer nuevas acciones contra Occidente. En los larguísimos parlamentos de Bin Laden, emitidos usualmente por la cadena de televisión Al Yazeera, se mezclan elogios a la Yihad o Guerra Santa, se reivindican acciones e incluso se apela a grandezas seculares como la presencia árabe en Al-Andalus.
Durante la primera década del siglo XXI, Bin Laden vive refugiado en las montañas de Tora Bora, entre Afganistán y Pakistán. Desde EEUU la consigna es "Vivo o muerto". Y comienza una búsqueda que a punto está de tener éxito un año después del ataque a las Torres Gemelas, pero fracasa porque los líderes afganos en los que EEUU confía para detenerlo, le dejan escapar a cambio de dinero. Luego sus mensajes se espacian, y se miran con lupa sus videos, que alimentan la creencia popular de que el líder de Al Qaeda está enfermo o incluso ha muerto. Su última aparición televisada se produce el 21 de enero de este año, en la que amenaza con matar a rehenes si Francia no se retira de Afganistán.
Para entonces, Bin Laden ya se refugia en una mansión destartalada de Abottabad, Pakistán, rodeado de algunos familiares y un par de asistentes. La fulminante operación de las fuerzas especiales americanas concluye con el lider muert y una agónica toma de decisiones para evitar que el lugar donde yace se convierta en un santuario de peregrinación. Aquel que dijo desear convertirse en mártir de su pueblo yace hoy en el fondo del mar, mientras la red que fundó asiste estupefacta a la revuelta múltiple en unos países árabes que no tutela.