Viejos enemigos condenados a encontrarse

Como ya anticipamos la semana pasada, la historia tiene visos de repetirse. Sin embargo, es de osados hablar de antecedentes cuando en un mismo terreno de juego coinciden Nueva Zelanda, el combinado más arraigado a sus tradiciones, y Francia, experto en romper todos los pronósticos.

Siempre resulta difícil pronosticar el resultado de un partido del XV del Gallo. Cuando muchos daban por muertos a los hombres de Lievremont, resurgieron de las cenizas para vencer a una pletórica Inglaterra y aplastar al sorprendente XV del Dragón. Por todo ello, da igual que enfrente estén los temidos All Blacks, el único equipo que llega invicto a la final de la cita mundialista. Poco importa que los 'kiwis' hayan aplastado a los 'Bleus' en la fase de grupos a por un contundente 37-17. Ni siquiera el propio seleccionador neozelandés, Graham Henry, se fía del finalista del hemisferio norte cuando afirma "mucha gente no cree que Francia sea rival para la final, pero nosotros no lo pensamos. Sabemos que son un equipo de rugby muy bueno".

Parece que aún duelen los precedentes. Como ya sucediese en 1999 y 2007, los All Blacks no quieren confiarse ante una selección francesa que en aquellas citas mundialistas dieron la sorpresa y, sin ser favoritos al título, consiguieron expulsar del torneo a los neozelandeses. No obstantes, son muchos los factores que en esta ocasión auguran un final feliz para Nueva Zelanda. Tan solo cabe recordar lo acontecido hace 24 años en el mismo escenario en el que mañana se verán franceses y neozelandeses. El Eden Park de Aukland será el marco en el que el XV del Gallo intentará resarcirse de la final de 1987 y donde los All Blacks intentarán prolongar la marca de diecisiete años sin conocer la derrota en dicho estadio.