Mario Draghi, de 64 años, se convierte este martes y por ocho años, en el hombre más poderoso de la Unión Monetaria Europea. El banquero de banqueros no sólo pondrá su firma en los billetes de euros que usan 332 millones de personas en 17 países diferentes, sino que será la figura central en la lucha contra crisis de la deuda soberana. La crisis que su predecesor Jean-Claude Trichet ha definido como «sistémica», como «la peor desde la Segunda Guerra mundial». Cuando el italiano se siente el martes en su despacho del piso 35 de la «Eurotower» de Fráncfort, el mundo de las finanzas pondrá la lupa sobre él . Y cuando el jueves pronuncie su primera rueda de prensa como presidente del Banco Central Europeo sus palabras serán evaluadas con rigor por los poderosos «hedge fonds», banqueros y corredores de bolsa del planeta. Poco antes de despedirse como gobernador del Banco de Italia, Mario Draghi envió un recado al primer ministro Silvio Berlusconi: « No es suficiente el equilibrio presupuestario que planea el Gobierno para 2013. Italia tiene que salir del fango de la deuda por sí misma, sin ayuda de nadie». El primer recado lo había enviado en agosto, en una «carta incendiaria» escrita al alimón con Trichet en la que exigía a Berlusconi reformas del sistema de pensiones, del funcionariado y del mercado laboral. No en balde algunos diarios alemanes le han llamado «el prusiano italiano» y destacan su papel de intermediario entre los «halcones» como el dimitido presidente del Bundesbank, Axel Weber o incluso su sucesor Jens Weidmann y las «palomas», de los países mediterráneos. «Draghi está orientado a la estabilidad al menos como los representantes del Bundesbank», señala Holger Schmieding, economista jefe de Berenberg Bank. «Pero le costará demostrárselo a sus críticos». Draghi ha tenido que luchar desde el principio con los prejuicios de ser italiano. Ya que llega a la cúpula del BCE porque el candidato alemán, Weber, se retiró en protesta por la política de compras de deuda soberana con la que la institución europea trata de apagar los fuegos que prenden en la eurozona. En realidad nadie sabe cómo opina Mario Draghi. Pues el italiano se ha cuidado mucho de hacer declaraciones claras en los últimos meses. Hasta el punto que cuando habla -como en la víspera de la cumbre la semana pasada- París interpreta que el italiano es un pragmático próximo a las ideas del Gobierno francés, partidario de que el BCE siga comprando deuda. Y en Berlín y Fráncfort lo contrario. El ex primer ministro Romano Prodi decía que Draghi había nacido para ser banquero central. En efecto, su curriculum parece escrito a la medida: fue al colegio de los jesuitas y se licenció después en Economía por la Universidad de la Sapienza de Roma; estudios en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en Cambridge (Boston) con Nobeles de Economía como Samuelson o Modigliani; profesor en Florencia, funcionario del Banco Mundial y vicepresidente de Goldman Sachs en Londres. Esta última etapa antes de llegar al Banco de Italia le dejó una sombra en su biografía. Draghi era responsable en la banca de inversión de «relaciones con los Estados» en la época en que Grecia trucó sus cuentas con ayuda de esa entidad. Cuando la pasada primavera los diputados del Parlamento Europeo le interrogaron, el banquero negó con cara tensa y de disgusto «cualquier responsabilidad» con ese episodio. No será el último mal trago que tenga que pasar. Además de la crisis de la eurozona, centrada ahora más que nunca en Italia, el banquero tendrá que afrontar un período de estancamiento global, con recesión en alguno de los estados del euro, y probables turbulencias financieras. Dicen que Trichet le puso en bandeja la próxima bajada de tipos. Pero los analistas creen que esperará a diciembre, para demostrar su autonomía. Aunque las decisiones del BCE se toman por «consenso» de los 28 miembros que componen en Consejo de Gobierno, Draghi tendrá la suerte de poder dejar su impronta en la institución, opinan los analistas. Y, es que, 2 de los 6 miembros del directorio en el que se sienta también Draghi, son relativamente nuevos y los otros 3 cambiarán pocos meses después de su toma de posesión. El primero será el alemán y pragmático Jörg Asmussen, que relevará al halcón Jürgen Stark en diciembre y el segundo el español Manuel González Páramo, que cesa en mayo. Entre tanto se espera que Roma, París y Berlín hayan «convencido» a Lorenzo Bini Smagui, (tercer italiano en el Consejo junto a Draghi y el nuevo gobernador del banco de Italia, Ignazio Visco) de dejar su puesto a un francés para que la segunda mayor economía de Europa no pierda peso en la Institución europea.