Vladimir Putin, retrato del todopoderoso
Rusia no es la misma que cuando Putin llegó por primera vez al Kremlin en 1999. Entonces se sentía amenazada por Occidente, su economía estaba maltrecha tras la caída de la Unión Soviética, y el país necesitaba algo así como un salvador. Un perfil en el que Putin encajó perfectamente
El hombre fuerte de Rusia, Vladímir Putin, regresa al Kremlin para retomar las riendas del país, que en realidad no soltó durante sus cuatro años como primer ministro, tras ganar abrumadoramente las elecciones presidenciales. "Todos estos ocho años trabajé como esclavo de galeras, de la mañana a la noche", afirmó Putin, al resumir sus dos primeros mandatos presidenciales (2000-2008).
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Con sus 59 años bien llevados, Putin, el exagente del KGB que el 31 de diciembre de 1999 el entonces presidente ruso, Borís Yeltsin, presentó al país y al mundo como su sucesor, se muestra dispuesto a asumir el mando con renovados bríos. Sus detractores se burlan de la imagen de macho alfa que proyecta de él -con su evidente consentimiento- la propaganda oficial, y no pierden ocasión para resaltar que su lozano aspecto es mérito de sustancias como el bótox, más que de la naturaleza.
Como muchos previeron, su sucesor en el Kremlin, Dmitri Medvédev, renunció a presentarse a la reelección en favor de su mentor, Putin, quien ya ha anunciado que lo propondrá como jefe de Gobierno, enroque que ha suscitado muchas críticas. Esta vez, Putin se sometió al veredicto de las urnas sin una guerra en marcha, como ocurrió en 2000, con la de Chechenia, ni con los laureles frescos de vencedor del separatismo y de adalid contra la desintegración del país, como en 2004.
En esas dos ocasiones no tuvo competidor: tras las penurias de los años 90 la sociedad rusa ansiaba a un dirigente joven, coherente, enérgico, capaz de poner orden en el país y de devolverle a éste su antiguo poderío, y Putin parecía calzar con el perfil. En estas elecciones tampoco tuvo rival, ya que ninguno de sus cuatro contrincantes logró hacerle sombra ni durante la campaña ni en el escrutinio. Su principal adversario, a juzgar por las multitudinarias manifestaciones de protesta de los dos últimos meses, es el descontento casi transversal que suscita el sistema político erigido por él desde que llegó al poder.
En un primer momento, el virtual presidente electo se mostró sorprendido por la magnitud de las manifestaciones, convocadas por intelectuales y grupos de la más diversa orientación, que no forman parte de la llamada oposición parlamentaria. "Dejad que los monos vengan a mí", declaró Putin con su habitual estilo barriobajero tras las primeras protestas. Pero al poco andar, cuando se comprobó que quienes salían a la calles eran miembros de la nueva clase media, el candidato cambió de discurso y aseguró que estas manifestaciones habían sido posibles sólo gracias a los avances conseguidos durante su gestión. Putin llegó incluso a ofertar diálogo a la oposición, eso sí, siempre y cuando ésta fuera capaz de presentar interlocutores válidos. Desde su entorno se oyen voces que auguran una versión 2.0 del líder ruso para el próximo período presidencial, pero los opositores denuncian que su objetivo es perpetuarse en el poder.
"Se quedará por lo menos hasta el año 2030", aseguró el político ultranacionalista Vladímir Yirinovski, uno de sus cuatro rivales en la cita de la urnas del próximo domingo. Jurista de formación y con un máster en economía, Putin es acusado por sus adversarios de ser el principal responsable de la corrupción rampante en país y de haber convertido a sus amigos de San Petersburgo, su ciudad de origen, en multimillonarios. Fue allí, en la antigua capital imperial rusa, donde tras abandonar el KGB con el grado de teniente coronel, Putin dio los primeros pasos en la administración pública. En 1995, tras cuatro años en el Ayuntamiento de San Petersburgo, donde llegó a ser teniente de alcalde, se trasladó a Moscú, donde su carrera alcanzó velocidades meteóricas. En la capital comenzó en el Gabinete de la Presidencia, luego pasó a la dirección de los servicios secretos, y de ahí a la presidencia del Gobierno y la jefatura del Estado, todo esto en apenas cuatro años.