En las últimas semanas Italia, pero sobre todo España, se han ido acercando al vacío: la prima de riesgo no dejaba de subir, manteniéndose en niveles insostenibles a largo plazo. Y en ese contexto desesperado, con la prima por encima de los 600 puntos básicos, habló el presidente del Banco Central Europeo y la presión se relajó. Mario Draghi dijo en un acto en Londres, el pasado jueves: «El BCE hará todo lo que haga falta para mantener el euro. Y créanme, será suficiente». Unas palabras que se interpretaron como una inminente actuación del BCE con algunas de las recetas que han servido en el pasado para tranquilizar a los inversores: comprar bonos de los países amenazados, o inyectar dinero masivamente en el mercado, medidas que no toma desde febrero. Y con las meras palabras de Draghi, la prima de riesgo se desplomó. Ese jueves, la prima cerró en 571 puntos, 40 menos que el día anterior. Durante toda la semana, en el marco de las especulaciones sobre la decisión que tomaría el BCE, las tensiones en los mercados siguieron suavizándose (aunque permanecieron en niveles muy altos, con la prima de riesgo por encima de los 500 puntos básicos). El jueves siguiente tocaba la reunión de la dirección del BCE, y en la rueda de prensa posterior se escucharían las explicaciones de Draghi. Finalmente, la receta no fue la que esperaban los mercados: nada de inyectar liquidez, y en vez de compras inmediatas de deuda de los países periféricos (España e Italia), el anuncio de que en unas semanas se articularía un mecanismo por el que se podría comprar esa deuda, pero siempre que los países concernidos pidan ayuda a los Fondos Europeos de rescate, que les impondrán a cambio nuevas condiciones de política económica (nuevos recortes en definitiva) como los que atenazan a sus poblaciones desde hace más de dos años. Se esperaba por tanto una acción decidida, inmediata e incondicional; y lo que se obtuvo fue un anuncio de medidas para dentro de unas semanas y sometidas a nuevas condiciones. El propio Draghi, preguntado por los periodistas por el contraste entre su frase de una semana antes y la realidad de las decisiones, argumentaba que sus palabras se referían a la necesidad de defender la moneda única, y que en ningún momento insinuó la posibilidad de que se empezaría de inmediato a comprar bonos de los países más presionados. Con todo, las bolsas, que hasta entonces subían, comenzaron a caer, y la prima de riesgo, que se situaba en el nivel de los 520 puntos en el caso de España, se disparaba hasta los 600. Al cierre de la sesión, el Ibex 35 se había dejado un 5,16% y la prima de riesgo quedaba al filo de los 600. El anuncio de Draghi se produjo mientras, en Moncloa, se reunían los líderes de España e Italia, Mariano Rajoy y Mario Monti. En su rueda de prensa posterior a ese encuentro, ambos dijeron estar «satisfechos» con la decisión del BCE, haciendo caso omiso del castigo que sufrían sus países en los mercados. Preguntados sobre si pedirían la ayuda del Fondo Europeo de Estabilidad -algo que ambos países quieren evitar, porque se identifica con el estigma de un rescate- Rajoy, siguiendo su costumbre, evitó responder (aunque dijo haberlo hecho «con meridiana claridad») mientras que Monti, después de un largo circunloquio, aseguraba que todavía no, pero que estudiarán lo que plantea el BCE.