Los errores del Prestige
Una cadena de improvisaciones, errores y mentiras convirtió la dramática peripecia del Prestige en un catálogo de todo lo que no debe hacerse en un desastre ecológico como éste.
El primer error fue que el Prestige, un viejo buque más destinado al desguace que al transporte de petróleo, navegara con 77.000 toneladas de fuel a bordo. Sus obsoletas condiciones de seguridad no incluían el doble casco, exigencia que a raíz de este accidente se ha incluído en la legislación del transporte marítimo.
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El segundo error fue el tiempo que se perdió en las discusiones entre qué hacer con aquel gigante herido, que navegaba a la deriva frente a las costas gallegas, con una vía de agua en su vetusto casco. Los armadores, las aseguradoras y el gobierno español perdieron mucho tiempo en decidir quién acudía para salvar al Prestige.
El tercer error fue desviar la responsabilidad de las inspecciones al puerto de Gibraltar, donde el Prestige había recalado anteriormente. El gobierno se apresuró a lanzar airadas protestas ante Reino Unido mientras el petrolero navegaba a la deriva.
Las improvisaciones y la falta de coordinación entre los actores del salvamento del buque pueden escucharse en las conversaciones grabadas que la SER ofreció en su día. Este sería el cuarto error: falta de protocolos claros y rápidos. El accidente del Prestige ocurrió el 13 de noviembre. El barco se partió en dos ¡cinco días más tarde!
Quinto error, señalado como muy grave por los expertos: alejar el buque de la costa para minimizar los efectos de su vertido. Por el contrario, el Prestige fue dejando un reguero de fuel a lo largo del Cantábrico, que afectó a las costas asturianas, cántabras, vascas y francesas. Un sexto error podría haber sido aplicar la solución del ministro de Defensa, Federico Trillo, que propuso bombardearlo.
El gobierno del PP cometió otro error: cargar contra el mensajero cuando la SER denunció que mientras el Prestige se hundía, el presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga, se encontraba de caza y el ministro de Fomento, Francisco Alvarez-Cascos, esquiando en Sierra Nevada.
El último error ha sido, como en muchas otras ocasiones, entonar el "No volverá a repetirse" y olvidar las buenas intenciones con el paso del tiempo. Hoy por hoy, no se han diseñado nuevos planes de contingencia para evitar la improvisación; sigue el tráfico de petroleros por nuestros mares y las banderas de conveniencia ondean en ellos; el Prestige yace en el fondo del océano, pero no se han analizado las 10.000 toneladas de residuos del Prestige - el famoso "chapapote"- que retiraron los voluntarios; finalmente, los propios voluntarios no conocen realmente los perjuicios de salud que pudo conllevar su generosa actitud.