Ocio y cultura

Pegan la barba de Tutankamon con adhesivo común

El saliente se despegó hace unos meses debido a un accidente mientras se estaba limpiando

La máscara de Tutankamon en el Museo Egipcio de El Cairo. / Mohamed El-Dakhakhny AP

El Cairo

La máscara dorada de Tutankamon, probablemente el vestigio más perfecto que dejaron los faraones e icono del Egipto actual, se ha visto mancillada por los actuales habitantes de las tierras del Nilo. Debido a las últimas restauraciones, la barba postiza ha sido adherida a la barbilla con un pegamento corriente que se puede percibir a simple vista.

Así lo han denunciado varios restauradores, que han querido mantener su anonimato, a la agencia estadounidense Associated Press. Según estas versiones el saliente se despegó hace unos meses debido a un accidente mientras se estaba limpiando. Por temor a que la joya de la corona fuera sacada de su lugar de privilegio en el Museo Egipcio y sin alertar al Ministerio de Antigüedades, varios técnicos decidieron arreglar el desaguisado utilizando una resina epoxi, un producto de secado rápido que se emplea generalmente para la construcción.

“Desafortunadamente el material tiene un efecto irreversible, el epoxi tiene una alta eficacia usado con metales o piedras, pero pienso que no es lo más adecuado en un objeto como la máscara de Tutankamon”, declaró uno de los restauradores a AP. El mismo trabajador reconoce que el adhesivo deja una huella amarillenta que se puede ver en la parte superior de la barba.

El incidente, que se habría producido hace meses, ocupó rápidamente los focos este jueves, al conocerse estas denuncias. Por eso, el director del Museo Egipcio, Mahmud el Halwagi bromeaba al recibir una llamada más. “Que sea cierto o no es una cuestión de los especialistas en restauración”, afirmaba por teléfono. Aseguraba que no se ha producido ningún trabajo en los tres meses que él lleva en el cargo e insistía en que ha podido comprobar recientemente la máscara de Tutankamon, que según sus palabras, se encuentra en un “buen estado de conservación”.

La barba postiza era utilizada por los faraones para identificarse con el dios Osiris, lo que da muestra de la talla del joven monarca (1332 – 1323 a.C.). Gracias a la capa de oro y las incrustaciones de vidrio de llamativos colores, la figura del rey de 54 centímetros de alto y 11 kilos de peso recrea el esplendor de la antigua civilización egipcia. La armonía de sus rasgos fascina a los visitantes del museo, que encuentran la obra de arte en el centro de la habitación destinada a los tesoros de Tutankamon.

Junto a otros cientos de piezas, la preciada máscara se encontraba en la tumba KV62, que el arqueólogo británico Howard Carter se encontró intacta en 1922 en el Valle de los Reyes de Luxor. Eran tiempos de fervor por la egiptología, pero el sensacional hallazgo amplió el mito al común de los mortales y multiplicó el número de expertos que rivalizaban por excavar las arenas de Egipto.

El Museo Egipcio de El Cairo ya había abierto sus puertas en 1902 como un elegante edificio de estilo neoclásico que embellecía el centro de la capital egipcia, a sólo unos metros de la emblemática plaza Tahrir. Sin embargo, pronto sus salas se quedaron pequeñas para los más de 120.000 objetos que pueblan en la actualidad sus estancias.

En los últimos años, coincidiendo con las revueltas en Egipto, el museo ha sufrido asaltos que provocaron la pérdida de decenas de piezas. También han crecido las denuncias por el mal estado de las colecciones. Son muchas más las piezas que se guardan en almacenes de las que se exponen en el actual recinto de dos plantas. Los cientos de sarcófagos, monumentales estatuas o momias compiten por un reducido hueco en el que se exhiben sin una triste línea explicativa.

Tan sólo los tesoros de Tutankamon gozan de un cierto cuidado, antes de que se trasladen al nuevo museo cercano a las Pirámides que tiene previsto inaugurarse a finales de este año. El hipnótico rostro del faraón busca un lugar tranquilo para reposar como lo había hecho desde hacía más de 3.000 años.

 
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