Lula da Silva, el hombre que luchó contra la pobreza
Ignacio Lula da Silva se enfrenta a unas acusaciones tras haber confesado "sentirse traicionado por prácticas inaceptables que nunca he conocido"
Madrid
Cuando Ignacio Lula da Silva llegó al poder en 2002 le avalaba un pasado heroico de dirigente sindical, el tornero metalúrgico que había luchado en las huelgas obreras de los años setenta, que había fundado el Partido de los Trabajadores, que llegaba a la presidencia para sacar al pueblo brasileño de la miseria que él mismo había conocido de niño.
En su toma de posesión, Lula aseguró que cumpliría la misión de su vida si al final de su mandato todos los brasileños tuvieran la posibilidad de desayunar, comer y cenar. Y en efecto, su presidencia combatió las desigualdades transformando a su país en la octava economía mundial y llevando a veinte millones de ciudadanos a la nueva clase media. El milagro de Brasil se basó, entre otras cosas, en Petrobras, la mayor empresa estatal de Latinoamérica. Lula impulsó reformas legales que permitieron al Estado controlar las gigantescas bolsas de crudo frente a sus costas. Finalmente cedió el testigo en 2011 a Dilma Roussef, anunció que sufría un cáncer de laringe y vio como regresaba paulatinamente la crisis. Cuando hace un año se abrió una investigación contra él por tráfico de influencias, el propio Lula dijo sentirse traicionado, "traicionado por prácticas inaceptables de las que nunca he tenido conocimiento. Estoy indignado con las revelaciones que aparecen cada día y sacuden al país".
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Elogiado y respetado en todos los foros internacionales, llama la atención leer hoy el elogio que se le hizo al entregarle el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación. Es el reconocimiento a "una trayectoria de lucha contra la pobreza, la desigualdad y la corrupción que tanto han hecho sufrir a los desheredados de su país y del mundo entero".