Elecciones 23 de julio

Política
Elecciones Generales 2019

¿El derecho a voto ha de ser vitalicio?

Analizamos algunos cambios que podrían acabar colándose en 'la fiesta de la democracia'

¿Tendría sentido limitar el derecho a voto a partir de cierta edad? / PEXELS

Madrid

¿Deberían poder votar los niños? ¿Deberíamos perder ese derecho al llegar a cierta edad? Y si para conducir un coche, antes debemos superar un examen, ¿convendría demostrar también ciertos conocimientos históricos, políticos y económicos, para elegir a nuestros representantes parlamentarios?

Le hemos planteado a politólogos, sociólogos y filósofos ciertos cambios relacionados con la llamada fiesta de la democracia. Y algunas de las preguntas son polémicas e incómodas, sin duda, pero todas las respuestas resultan estimulantes e invitan a la reflexión sobre cómo nos organizamos como sociedad.

Epistocracia vs. sufragio universal

El año pasado salió al mercado un ensayo polémico: Contra la democracia. Su autor, Jason Brennan, profesor de Filosofía en la Universidad de Georgetown (EE UU), sostiene que, aunque parezca de sentido común que todos tengamos derecho a voto, a menudo el votante medio suele estar mal informado, lo cual le lleva a apoyar a candidatos que van en contra de sus propios intereses. A todos se nos ocurre algún ejemplo, ¿verdad?

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Brennan propone una alternativa: la epistocracia. Un sistema en el que voto de "los que saben" valdría más. O dicho de otra manera: un sistema en el que a los que votan movidos por emociones del todo irracionales, se les aplicaría un coeficiente corrector (reductor).

"La idea de que los votantes no están suficientemente preparados es muy vieja", dice el catedrático de Filosofía de la Complutense José Luis Pardo. "Forma parte de los argumentos que se han utilizado cada vez que se ha suprimido la democracia. '¿Libertad para qué?', decía Lenin para defender la dictadura del proletariado. Es decir, del Partido, que es quien decide quién es el proletariado".

Según Pardo, Premio Nacional de Ensayo por La regla del juego, "la intención de Brennan es buena y los problemas que detecta son reales". Pero, desde su punto de vista, "también era buena (según dicen) la intención de Stalin, y también detectaba problemas reales". El catedrático afirma que "los que verdaderamente mandan en la epistocracia son quienes deciden quiénes son los que más saben", pero estos, añade irónicamente, "no tienen ningún título que les acredite para tomar esa decisión".

Algo parecido opina Cristina Monge, profesora de Sociología en la Universidad de Zaragoza y directora de conversaciones de Ecodes. "Coincido con Brennan en el diagnóstico: una democracia de calidad necesita una sociedad formada e informada, pero lamentablemente, el problema es mucho más complejo".

Monge cree que la epistocracia atenta "contra los cimientos de la democracia" porque "sabemos que el conocimiento no es neutro y las simulaciones, mucho menos", por lo que, si bien concede a Brennan el mérito de agitar el debate, ella prefiere "avanzar en el conocimiento de cómo conseguir sociedades mejor formadas e informadas".

La mayoría de edad

También aparece de vez en cuando el debate sobre la edad a partir de la cual podemos votar. ¿Por qué 18 y no 17, 16... o 12? Elba Maneiro, investigadora de la Facultad de Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela, lamenta que a menudo se banalice este asunto y que la discusión se reduzca a qué partido podría salir beneficiado (según el último CIS, Unidas Podemos es la formación que más atrae el interés de las personas de 18 a 34 años), cuando lo deseable en democracia es "aumentar la masa de electores para que sea lo más representativa posible".

Maneiro apunta que muchos países latinoamericanos o del sudeste asiático ya reconocen el derecho a voto a partir de los 16 años, pero también lo hacen otros mucho más cercanos, como Austria, Escocia o determinados estados de Alemania.

"La mayoría de edad es variable histórica y culturalmente, puede modificarse si cambian las circunstancias", sostiene José Luis Pardo. "Pero cualquiera que fuera la edad que fijásemos —pongamos que fueran 15 años—, siempre nos parecería que es injusto que no puedan votar aquellos a quienes las elecciones les pillen con 14 años, 11 meses y 20 días. Es como si nos pareciera injusto que no nos haya tocado la lotería porque nuestro décimo tiene todos los dígitos del premiado menos uno".

Cristina Monge explica que "nuestra pirámide poblacional hace que los jóvenes tengan menos peso en las elecciones" y porque, además, pese a ser quienes "van a vivir el mundo que resulta de cada elección", es uno de los sectores más abstencionistas, de manera que, en su opinión, "bajar la edad de voto a los 16 años" puede contribuir a "compensar esa desviación".

El futuro, ¿en manos de los mayores?

Si se cumplen las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística, dentro de 15 años uno de cada cuatro españoles será mayor de 65 años. ¿Tiene sentido que su opinión sea tan determinante para el futuro de un país? ¿No es paradójico que, como en el caso del brexit, las personas mayores acaben decidiendo cuestiones clave que, por lógica, acabarán afectando sobre todo, a los más jóvenes? Es más: teniendo en cuenta que vivimos en un sistema capitalista, ¿acaso no es arriesgado que la opinión de los pensionistas sea tan determinante en los presupuestos?

Más allá de una cuenta fake que pretendía suplantar a Podemos (y rechazada de plano por la formación morada), nadie ha propuesto tal cosa en España. Pero lo cierto es que hay argumentos de peso a favor y en contra. "Es un tema muy peliagudo", dice Elba Maneiro. "En España la gente mayor te puede decir que luchó por tu derecho el voto. ¿Cómo se lo vas a quitar a tú?".

Cristina Monge reconoce que los resultados del brexit han dejado una situación contradictoria, pero desde su punto de vista la solución es compleja y en ningún caso pasa por vincular a el derecho a voto a la vida laboral, sino por cumplir, al menos, con dos requisitos: "Que los más mayores consideren las consecuencias a largo plazo de sus decisiones y que los jóvenes mayores de edad acudan a las urnas de forma masiva, que no es lo habitual".

José Luis Pardo considera que vincular el derecho a voto a la productividad económica resultaría tan disparatado como hacerlo con "el resto de las libertades civiles" y tira de nuevo de ironía para preguntarse si no deberíamos modificar la edad de voto en cada elección "para conseguir que el resultado fuese el que más nos convenga".

Carlos G. Cano

Carlos G. Cano

Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...

 
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