Remedios Zafra: "La soledad es colectiva y hay un intento de instrumentalización por parte de la industria"
La escritora y pensadora Remedios Zafra analiza el momento actual que vive el sector creativo y cultural, cuya precariedad ya radiografíó en 'El entusiasmo', Premio Anagrama de Ensayo 2017
Madrid
Escritora y profesora en la Universidad de Sevilla, Remedios Zafra radiografió en El entusiasmo, Premio Anagrama de Ensayo 2017, la precariedad del trabajo creativo en una sociedad digital e hiperconectada.
Hoy, Zafra cree que los más vulnerables en el sector cultural corren el riesgo de agudizar su precariedad y observa cómo en estos tiempos de confinamiento se ha constituido una comunidad de “cuartos propios conectados”, pero advierte que, junto a la solidaridad de las iniciativas culturales compartidas, existe también un “intento de instrumentalización por parte de la industria”.
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Remedios Zafra opina que estamos en un momento propicio para imaginar y crear nuevos modelos de creación y consumo cultural, pero necesitarán de lazos y alianzas que promuevan una mayor protección de derechos laborales tras esta crisis.
¿Cómo está la situación actual en el terreno creativo y cultural?
¨Prevalece en mi caso una lectura positiva, porque la primera respuesta que nos hemos encontrado es la disponibilidad de un tiempo antes perdido, un tiempo de concentración creativa. Y recuerdo la época de los grandes descubrimientos que protagonizó Newton en 1665, cuando la epidemia de peste le recluyó en la granja familiar y de ahí salieron importantísimos descubrimientos. Hay muchos creativos, investigadores o artistas que han tomado el confinamiento con ese suspiro de uf, un tiempo de concentración, por fin. Pero es ambivalente, porque a ese regalo del tiempo de concentración y atención se une el riesgo de suspensión indefinida de actividades, que aumenta la precariedad y la angustia. Se suspenden festivales, conferencias, obras de teatro y la incertidumbre sobre lo que pasará después, cuando se reajuste qué es lo prioritario, nos hace temer que la cultura se quede en ese lugar ensombrecido de lo que no se pone suficientemente en valor”.
Cultura compartida, cultura gratis, cultura en abierto: ¿Solidaridad, marketing o búsqueda de visibilidad por parte de los creadores?
“Es un fascinante mundo cargado de matices y es muy llamativo porque se ha creado una comunidad que ya latía de cuartos propios conectados que comparten y crean. La soledad se ha convertido en algo colectivo y la creatividad tiene mucho que ver. De un lado, hay un intento de aportación generosa por parte de la cultura para equilibrar la sensación de crisis y angustia, pero claramente también hay un intento de instrumentalización por parte de la industria para seguir convirtiendo la visibilidad en una forma de pago. Esto me preocupa porque puede convertir en pago esa visibilidad quien ya tiene recursos, pero para las personas que necesitan un sueldo e ingresos, la visibilidad como pago solo se convierte en frustración. Me atemoriza que se entienda que la cultura ha de ser gratuita y que los trabajadores están pagados con la satisfacción de compartir lo que hacen. En los tiempos que vienen, donde la crisis va a poner el umbral en otro lugar, esto puede ser un problema para quienes ya se sostenían en el alambre de la precariedad”.
¿Tras la crisis habrá más desigualdad y más precariedad en el sector cultural?
“Pienso que hay mucho de oportunidad en lo que nos está pasando, el planeta nos ha dado la oportunidad para pensar las cosas y hay muchos que están reflexionando acerca de cómo nos estábamos tomando la vida. Y confío que de esa oportunidad de mejorar las formas de vida y trabajo surjan nuevas ideas y trabajos que permitan usar la tecnología de una manera más justa, que no deje atrás a muchos en el camino. Pero no podemos obviar que incluso cuando yo hago esa defensa de la disponibilidad de tiempo y la concentración que viene del confinamiento, hay que preguntarse quiénes pueden disponer de ese tiempo, porque los que tienen personas a su cargo no pueden. Y quiénes van a seguir manteniendo su trabajo, su vínculo, especialmente en una época en la que la economía cultural se estaba convirtiendo en lo que algunos llaman ‘economía del bolo’, sustentada en una exigencia de aparición pública constante, no para hacer cosas en la red, sino para decir en la red lo que se hace fuera. El cambio de escenario, en tanto que ya no hacemos nada fuera de la red, es un reto que genera un escenario distinto donde el riesgo de desigualdad late y que seguramente afectará a quienes ya tienen una situación más vulnerable, y pienso en las mujeres del mundo de la cultura, que siguen estando muy implicadas en el cuidado de los cuerpos”.
¿Cuánto tardarán los empresarios en ‘prescindir de los cuerpos’?
“Desde que las máquinas conviven con nosotros hemos tenido la amenaza de la sustitución de los cuerpos por las máquinas, pero yo creo que el trabajo creativo es el menos prescindible porque nuestro trabajo tiene que ver con la subjetividad y la imaginación, con una serie de elementos y categorías que, afortunadamente, no pueden ser sustituidas. Los nuevos trabajos del futuro que creemos se parecerán a los trabajos artísticos y creativos, que tienen su centro en la imaginación y en la autonomía de un sujeto que piensa y toma decisiones. Pero me inquieta el riesgo que vivimos, en una crisis, de instrumentalizar a los trabajadores en bien de unas nuevas prioridades. Porque se abre un escenario de excepción y en defensa de lo que se considera prioritario, y no está muy claro o sí está claro pero no lo queremos reconocer, en qué lugar va a quedar el trabajo cultural. Muchos pueden pensar que las vacunas curan los cuerpos, pero la cultura también nos cura, nos transforma y nos ayuda a ser más críticos, y esto es fundamental en una época en la que se está regulando la nueva ética que va a regir en la época en ciernes. Creo que esta situación es también una oportunidad para adelantarnos a lo que puede venir. No solamente hacemos obra, también imaginamos mundo, y deberíamos ser capaces de imaginar nuevas fórmulas”.
Cambio de paradigma, nuevos modelos culturales y nuevas fórmulas de consumo
“La vida en las pantallas, para personas que tenemos una discapacidad visual o auditiva, como es mi caso, nos iguala enormemente. A mí me resulta cada vez más difícil realizar mi trabajo como escritora, investigadora o como pensadora fuera de mi espacio propio. Lo hago, pero con mucha dificultad. Y tener ahora una oportunidad legitimada de hacerlo como teletrabajo está siendo un soplo de aire. Hay muchas personas en situaciones similares en las que las pantallas pueden ayudarles, sobre todo si este país deja esa visión acomplejada del trabajo que lo concibe como ese lugar al que se va y no como aquello que se hace. Trabajo es lo que se hace y lo que podemos compartir. No necesitamos estar ubicados en un determinado sitio, es más, contaminamos menos si optimizamos nuestras formas de vida. Soy dada a pensar que lo que nos iguala y lo que construye el mundo, lo que nos pasa a nivel íntimo o biográfico, es algo desde lo que se puede llegar a lo cultural y colectivo. Quizá sea algo indefinido o falto de sustento, pero me da la sensación de que pueden salir fórmulas creativas no solo en lo que decimos, sino en las formas con las que decimos y con las que trabajamos. Cierto que no tenemos el poder y la estructura para crear un escenario laboral que sostenga nuestras fantasías, pero es un reto. Y en este momento, que nos sitúa en otro escenario, podemos empezar a tantearlo. Los tanteos de ahora en la red, aunque nos sirvan y nos entretengan, no son quizá los que estamos pensando, sino otros que nos ayuden de otra manera, que no sean anuncios publicitarios en el fondo”.
¿La transformación debería pasar por una mayor articulación política del sector cultural?
“Ahí late uno de los corazones que transformarían realmente este escenario. La herencia creativa y cultural está construida sobre el aliento de trabajos solitarios. Al artista y al pensador siempre se les ha presentado como figuras solitarias pero el nuevo escenario en el que vivimos está conformado por multitud de personas solas tras sus pantallas, pero si no son capaces de tejer lazos colectivos, difícilmente serán capaces de crear escenarios de protección de derechos laborales. Y esta crisis está aconteciendo paralelamente a un zarandeo brutal a las estructuras sindicales y de colectividad artística y cultural que están repensando cómo organizarnos de otras maneras, porque ya no nos valen los viejos modelos”.
¿El futuro pasa por las alianzas?
“Ha habido una revolución absolutamente transformadora, que ha sido la feminista, construida sobre la alianza entre iguales, entre personas que pensaban que eso solo les pasaba a ellas y que esa presión que sentían era íntima, y nos descubrimos miles y millones de iguales con vivencias parecidas. Esa alianza, que ha sido transgresora, es algo que también podemos crear compartir en el trabajo creativo”.