Sociedad
SECUELAS CORONAVIRUS

Ahogamiento, brotes psicóticos o pérdida de movilidad: las secuelas del COVID-19 que los jóvenes desconocen

La importancia de concienciar a la población juvenil del riesgo de contagio: hay infinidad de síntomas residuales que deja el coronavirus y su gravedad no distingue entre edades

Jóvenes abarrotan las terrazas de los bares. / JOAQUÍN GÓMEZ SASTRE Getty Images

Madrid

Llevamos semanas viendo que la mayoría de los brotes de coronavirus detectados se están produciendo en reuniones sociales y entornos de ocio, cuyos protagonistas son los jóvenes. Y a pesar de las restricciones introducidas a la hostelería o al ocio nocturno, esta población sigue siendo la más difícil de concienciar sobre los riesgos que conlleva contraer la enfermedad y el profundo desconocimiento sobre los síntomas residuales. Hay un amplio abanico de secuelas que puede dejar la enfermedad, ya que la infección del coronavirus es multisistémica y afecta a todos los órganos. Y la realidad es que pocos jóvenes son conscientes hasta que no lo viven en primera persona.

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"Nos pensamos como jóvenes que no nos afecta o que lo pasamos de forma asintomática y ni te enteras. Pues no. Los jóvenes también podemos pasarlo mal y tener secuelas irreversibles", cuenta Alberto Zúñiga, deportista habitual que ha visto como su capacidad pulmonar se ha reducido en un 60% como consecuencia del COVID-19.

Los síntomas residuales pueden afectar al sistema respiratorio, locomotor, a los conectores neurológicos, pueden producirse accidentes cardiovasculares y pericarditis, cuadros de encefalopatía, insuficiencia renal, alteraciones de la función hepática, al tubo digestivo, e incluso al sistema endocrino o los síntomas más frecuentes como la disnea y la pérdida de gusto y olfato. Y muchas de estas secuelas pueden acompañarnos para siempre. "Muchas secuelas no tienen pinta de remitir con el tiempo, sino que serán de por vida", alerta la doctora de Medicina Interna del Hospital Gregorio Marañón, Raquel Carrillo.

La vida de Alberto ha dado un giro radical. El salmantino tiene 25 años y es ciclista. Ha tenido que renunciar a su pasión, pues la fibrosis pulmonar que le han diagnosticado como consecuencia del coronavirus no le permite hacer los recorridos que hacía antes de la enfermedad. "Noto que me ahogo, que no puedo respirar, se me acelera el corazón y tengo que parar a nada que hago", describe, explicando que los principales síntomas que tiene son la disnea, la fatiga y dolor en los músculos y articulaciones. "El coronavirus es algo muy chungo, no es ninguna tontería y te puede condicionar de por vida", insiste, haciendo un llamamiento a toda la población joven para que se cuide y proteja a los demás.

La doctora Carrillo indica que las secuelas respiratorias son las más frecuentes y entre ellas destaca la fibrosis pulmonar: "Tener un pulmón rígido totalmente cicatrizado conlleva riesgos de hipertensión pulmonar, que eso es una enfermedad grave y va asociado a fallo cardiaco", explica y alerta de que muchos pacientes que presenten fibrosis pueden incluso necesitar oxígeno de por vida y otros un trasplante pulmonar.

"Pensaba que me daban infartos"

Otra de las afecciones del coronavirus tiene que ver con el corazón y las enfermedades propias que han diagnosticado los médicos son la miocarditis, pericarditis, arritmias y taquicardias. Rafa Domínguez superó el coronavirus de forma asintomática y a los meses de haberse recuperado visiblemente, empezó a experimentar dolores intensos en el pecho, taquicardias descontroladas e incluso pensaba que le daban infartos al sentir punciones en el hombro izquierdo.

"A los tres meses empecé a despertarme con dolores muy fuertes en el pecho y cuando tosía se intensificaban más. No podía acostarme de lado porque me moría e incluso llegué a pensar que me daban infartos por el dolor del hombro", y cuenta que tenía taquicardias tan fuertes que le llevaban incluso al desmayo. "Fui al médico, me hicieron pruebas y me dijeron que eran síntomas residuales del COVID-19 y yo no entendía nada porque no me había enterado ni de que había tenido el coronavirus", explica el treintañero.

El director del Área de Enfermedades Infecciosas de la Clínica Universidad de Navarra, José Luis del Pozo, explica que no hay una correlación directa entre haber pasado la enfermedad con síntomas o incluso hospitalizado con el hecho de desarrollar unas secuelas u otras, sino que depende del sistema inmune del paciente. "Hemos visto algunos casos muy graves en planta que no han desarrollado ninguna secuela, y hemos tenido a otros sin factores de riesgo, pero meses después siguen teniendo síntomas residuales", cuenta el doctor, que sugiere que puede influir la carga vírica con la que se infecta un paciente y de que no todas las cepas son iguales, sino que las hay más o menos agresivas.

La joven Ana Miranda también ha tenido taquicardias persistentes y ha llegado a convulsionar, como consecuencia del COVID-19. Además, su doctor le advirtió de que los síntomas residuales que le habían quedado podían derivar en embolia pulmonar o trombos venosos. "Cuando empecé a tener síntomas de coronavirus era tos y fiebre. Lo pasé aislada porque vivo con mis padres que son mayores y tenía miedo de poder contagiarlos, pero enseguida me recuperé aparentemente bien y sin secuelas", cuenta, y a las pocas semanas empezó a notar taquicardias y arritmias, acompañadas de hormigueo en las extremidades y debilidad muscular, con un consecuente trombo venoso en la pierna.

"Es muy frecuente en pacientes jóvenes la sensación de cansancio para poder desarrollar hábitos normales como subir las escaleras, caminar o hacer deporte. La sensación de falta de aire, dolores en articulaciones y músculos, fatiga e incluso febrícula como síntomas residuales", explica el doctor Del Pozo sobre las secuelas de la joven. Además, Ana ha experimentado caída del cabello, dolor de cabeza y deshidratación, consecuencias del COVID-19, que según Del Pozo son también bastante comunes en jóvenes y especialmente en mujeres. "La pérdida de pelo sobre todo en mujeres se debe a las alteraciones hormonales que ha provocado el coronavirus y también hay otros cuadros de cefalea intensa que puede conllevar a la pérdida del apetito y la deshidratación", cuenta.

"No podía seguir caminando"

 La pérdida de masa muscular, la debilidad generalizada de los músculos e incluso la afectación de los nervios periféricos son otras de las secuelas que deja el coronavirus. El joven donostiarra Antón Ramírez presenta atrofia muscular que le afecta a las células esqueléticas, generando parálisis del sistema locomotor. "Empecé con síntomas normales del coronavirus, pero a medida que pasaban las semanas sentía como me quedaba sin fuerzas y no podía casi ni levantarme de la cama. Me asusté mucho y marché al hospital", cuenta Antón. Después de pasar cuatro días ingresados, no por la gravedad de la infección, sino por la afección al sistema locomotor le programaron rehabilitación y le mandaron a casa.

"Tenía episodios de parálisis parcial en alguna parte del cuerpo. Iba andando y de repente notaba un hormigueo a lo bestia en la pierna y no podía seguir caminando", explica. A día de hoy, todavía no se ha recuperado y necesitará sesiones periódicas de rehabilitación para volver a coger la masa muscular que ha perdido y aprender a coordinar sus movimientos de nuevo.

La doctora Carrillo explica que en casos donde el sistema locomotor se ha dañado, será imprescindible una rehabilitación "brutal" para que esas personas puedan volver a reanudar la marcha con total normalidad. Además de las secuelas psicológicas o cuadros de depresión que puede conllevar. "Practico atletismo y no sé cuándo podré volver a competir. El shock es muy grande y mentalmente estoy agotado", lamenta Antón.

Los trastornos psicológicos

A Nabil Abdelkader el COVID-19 le afectó al hígado, algo menos frecuente, y le han quedado secuelas de las que no se ha podido recuperar todavía, pues le quedan dolores cerca de la vesícula. El joven madrileño estuvo en aislamiento tres semanas porque no dejaban de aparecer síntomas muy diversos. Desde dolores en el hígado, sarpullido en la piel y fiebre unida a delirios. Pero Nabil ha notado más los trastornos psicológicos que la enfermedad le ha provocado, más que las molestias físicas.

"Al final uno acaba tocado de la cabeza pensando qué me va a pasar, a qué me va afectar y en mi caso se me acentúo mucho en la cabeza, que pase por un periodo de ansiedad del que no me he recuperado", explica, reconociendo que le ha aumentado la hipocondría. "Cuando veo que algo en mi cuerpo no funciona como debería y noto que me cuesta algo más respirar, que de repente se me aceleran las pulsaciones sin ningún motivo, resurge esa parte de ansiedad y la hipocondría se me ha acentuado". "No dejo de pensar si me puede volver a pasar, si puedo volver a coger el virus", cuenta.

La psicóloga de la Clínica Universidad de Navarra Carmen Laspra, relaciona estas secuelas con brotes psicóticos, que van desde la alteración del comportamiento, trastornos de ánimo, episodios depresivos, cuadros neurológicos y estrés postraumático. Así es el caso de Nabil, que reconoce que el coronavirus le ha afectado a los neurotransmisores del cerebro. "Muchas veces no actuo como lo haría yo mismo. Se me ha activado esa parte neurótica y he tenido que buscar ayuda profesional para superar el trauma que se ha quedado", asegura.

"Muchos pacientes pueden desarrollar estrés postraumático si lo que han vivido ha sido muy intenso, así como pesadillas, flashback, trastornos disociativos", explica la psicóloga que también habla de desarrollar una preocupación elevada por la salud, hipocondría o falta de control. "Una persona que piensa que de repente se puede volver a contagiar o contagiar a alguien es como si perdiera el control por eso que les ha pasado y les crea inseguridad e incertidumbre", cuenta.

"Fue duro volver a socializar"

Calambres y hormigueo en la cara. Estos son los principales síntomas que sufrió Miguel Alcalde durante cuatro días hasta que decidió autoconfinarse. Es Técnico en Emergencias y estuvo en contacto con compañeros que contrajeron la enfermedad, por lo que era probable que él también acabara infectado. "Físicamente me encontraba con fuerza, pero agotado psicológicamente", cuenta Miguel, que estuvo 44 días aislados porque la enfermedad no remitía. Lo que fue más duro para él, recuerda, es que le costara reconocer personas. "Fue duro que me costara volver a tocarlas, abrazarlas, los sentimientos, y sobre todo volver a socializar", confiesa.

La psicóloga Laspra explica que son frecuentes los casos de pacientes que han llegado a la consulta contando que después de haber estado aislados para evitar propagar la enfermedad, ahora tienen dificultad para relacionarse con gente. "Hemos visto casos de gente con dificultad para relacionarse, sobre todo jóvenes que ya tenían alguna dificultad previa y el confinamiento les supone un paso para atrás", explica, a la vez que señala que a consecuencia del aislamiento es frecuente que aparezcan fobias, trastornos obsesivos y miedos en general.

"Muchos jóvenes también han despertado un sentimiento de culpabilidad al haber pasado el coronavirus de forma asintomática y haber contagiado a sus padres o abuelos. Ahí puede haber secuelas emocionales muy grandes de sentimientos de culpa, que complica mucho más el duelo por ese ser querido que fallece", cuenta la psicóloga Laspra, que asegura que son casos muy habituales que atiende a diario.

La ansiedad también es un síntoma bastante común en la mayoría de pacientes que superan el coronavirus, como consecuencia de las alteraciones mentales que ha podido provocarle y el agobio de pensar que no van a volver a estar en sus plenas facultades nunca. Aunque no siempre es así. El agobio, la falta de aire, la fatiga, el cansancio… son síntomas residuales que se han dado en los pacientes que, a pesar de desarrollar secuelas muy diferentes, algunas son denominador común a todos.

"Algunos alimentos me saben a podrido"

Y otra de las secuelas más frecuentes que han observado los médicos en sus pacientes, aunque menos severas, es la pérdida de olfato y gusto. A veces es temporal y algunas personas que han superado la enfermedad han vuelto a saborear y a oler con absoluta normalidad. Otros, sin embargo, no han recuperado estos sentidos o incluso los tienen distorsionados, como es el caso de Julia Quiles.

"La pérdida de gusto y olfato se prolongó un mes y al recuperarlos, se me han distorsionado mucho los sabores", cuenta Julia, de 21 años, que ha tenido que dejar de comer algunos alimentos porque le saben mal. "Alimentos como el café, el atún o el pollo, incluso la menta en la pasta de dientes, me saben a podrido y otros incluso a químicos. Es indescriptible", asegura.

El doctor Del Pozo señala que en las revisiones periódicas que hacen a los pacientes que han superado la enfermedad para hacer seguimiento de los síntomas residuales, han detectado que solamente un 15% de los pacientes están totalmente recuperados. "Uno de cada cinco pacientes está recuperado plenamente, al resto les quedan síntomas residuales", explica, aportando datos corroborados: "A un 30% les queda uno o dos síntomas residuales y un 50% tienen más de 3 síntomas residuales y como es una enfermedad multisistémica, resulta que en las revisiones 90 días después de haber empezado con los síntomas, pues presentan diferentes síntomas residuales", explica.

Muchos jóvenes están ya concienciados de los peligros que entraña no solo contraer la enfermedad, que pueden ser asintomáticos y no percibir ninguna molestia, sino de las secuelas que puede dejar la enfermedad y que pueden ser irreversibles. "Ahora que podemos prevenirlo, quién no lo ha hecho ya, que se quite el ego, la vergüenza y sea responsable. Hay que lavarse las manos, mantener la distancia social y llevar siempre la mascarilla, son cosas simples con las que podemos intentar prevenirlo", apela Miguel a toda la población y en especial a los jóvenes.

Él lo ha vivido en sus carnes y ahora pretende hacer un llamamiento a la responsabilidad de todos. "No se lo recomiendo ni a mí peor enemigo, lo mío fue leve, otras personas han muerto en una semana. Esto nos afecta a todos, no entiende de política ni ideología, y solo juntos saldremos de ello", apostilla.

Sandra Fernández Pérez

Sandra Fernández Pérez

Graduada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Ciencia Política y Gestión de la...

 
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