Becas a 'pachas', eminencias mileuristas y una vacuna española que depende de investigadores de más de 70 años
Un informe sobre la ciencia en España compara con su funcionamiento con el de un "oso perezoso"
La Federación de Jóvenes Investigadores Precarios denuncia falsos contratos a media jornada
María Blasco (CNIO) lleva tiempo queriendo contratar a un prestigioso investigador de la Universidad de Columbia para un proyecto sobre cáncer y 'big data', pero las trabas administrativas se lo han impedido
Por qué la vacuna española depende de investigadores de más de 70 años y otros 'graves síntomas' de la ciencia
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Madrid
La pandemia de COVID-19 ha fijado los ojos de todo el mundo en la ciencia y países como Reino Unido, Alemania o EEUU han aprovechado la ocasión para exhibir músculo: en menos de un año han desarrollado vacunas que ya están salvando miles de vidas. En España no se han obtenido resultados tan buenos ni tampoco tan rápidos, pero a las fuentes consultadas no les sorprende en absoluto porque la investigación en España adolece, desde hace años, de carencias crónicas.
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Vicente Larraga, Luis Enjuanes y Mariano Esteban, las tres eminencias del CSIC que lideran el desarrollo de una vacuna contra la COVID, ya tienen más de 70 años. ¿Acaso no hay científicos más jóvenes preparados para asumir una responsabilidad de ese calibre? "La explicación es que desde 2010 solo se cubre una de cada 10 jubilaciones", lamenta Larraga. "La situación está empezando a cambiar, pero no radicalmente. La lucha por acceder a un puesto fijo en la investigación pública, lo cual incluye también la universidad, ha sido muy dura y muy difícil".
Otra de las causas, según el científico del CSIC, tiene que ver con el hecho de haber subestimado el poder destructor de un virus pandémico: "La microbiología, que es la rama de la que forma parte la virología, se consideraba ya una disciplina científica en decadencia, y se ha demostrado que no es así".
El síndrome del oso perezoso
Pero los problemas de la investigación en España, tal y como explica María Blasco, la directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), van mucho más allá de la edad de los científicos: "Una de las trabas administrativas que tenemos ahora mismo es que hay un profesor de investigación muy prestigioso de la Universidad de Columbia que quiere venir al CNIO para dirigir un potente programa sobre el uso del big data en tratamientos personalizados contra el cáncer y, de momento, no hemos sido capaces de solucionar la fórmula de su contrato".
Las quejas sobre la burocracia del Estado son una constante entre los investigadores. La última edición del Informe sobre la Ciencia y la Tecnología en España [PDF] de la Fundación Alternativas, publicado en 2019, recomendaba "moverse rápido", gracias a "un sistema nervioso como el del tejón, 10 veces más rápido que el de la serpiente que le ataca y que suele acabar derrotada". Lamentablemente, la investigación española, según este informe, responde más bien al modelo del oso perezoso.
El laberinto de la burocracia
"Los funcionarios cumplen la ley, pero es que la ley está pensada para otras cosas distintas a la ciencia. Por eso en otros países han desarrollado normativas mucho más flexibles", explica Larraga. "La aprobación de la ley de control de la corrupción, por ejemplo, ha tenido efectos terribles".
Larraga, que además de investigar sobre la vacuna lleva años interesándose por la política científica y es uno de los autores del informe de la Fundación Alternativas, pone un ejemplo muy esclarecedor: "Todos los años se tiene que medir la contaminación en Doñana, para lo que el CSIC y la Junta de Andalucía tienen que contratar a las personas que toman muestras y hacen los análisis. Pero, al intervenir dos instituciones distintas, necesariamente tiene que visarlo un abogado del Estado y el problema es que hay pocos abogados y muchos expedientes que visar, por lo que el proceso puede durar meses y, mientras tanto, no puedes contratar a nadie. Al final, si hay suerte puedes hacer la mitad del trabajo; y si no la hay, no se hace".
Un barrendero gana más
Vanesa Nozal trabaja en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC desarrollando nuevos fármacos para la ELA y el alzhéimer, pero también es la vicepresidenta de la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI Precarios), una organización que lleva años denunciando la situación a la que se ven sometidos muchos científicos españoles. Ella misma, de hecho, cuenta con un expediente académico brillante —fue la segunda de su promoción en Químicas y la primera en el máster—, pero tras cuatro años investigando cobra alrededor de 1.200 euros. Menos de lo que cobran muchos barrenderos de Madrid.
Nozal señala que la aprobación —en 2018— del Estatuto del Personal Investigador Predoctoral en Formación supuso un gran avance. Los investigadores más experimentados, en cambio, no cuentan con una normativa que blinde sus ingresos y, en muchos casos, cobran menos de lo que habían cobrado antes. "Toda esta crisis se la han comido, sobre todo, los investigadores posdoctorales", dice.
Exportamos talento
La vicepresidenta de la FJI Precarios describe un panorama desolador: becas de 800 euros a repartir entre dos, investigadores contratados a media jornada pero que en realidad trabajan a tiempo completo, científicos contrastados con sueldos mileuristas, concatenación de contratos temporales...
"A nivel de publicaciones científicas, estamos dando mucho más de lo que recibimos. Cualquier jefe estaría contentísimo", dice. "Necesitamos que se diseñe un modelo de carrera científica porque lo que tenemos ahora eso no da ningún tipo de estabilidad laboral y de vida, y eso nos penaliza mucho respecto a otros países".
Al preguntarle directamente por la edad de los tres científicos que lideran la búsqueda de la vacuna española, Nozal confiesa sentir más enfado que sorpresa: "Son investigadores eméritos que siguen ofreciendo mucho, pero que ya deberían estar disfrutando de su jubilación. Hay que dejar paso a los jóvenes. Si no lo hacemos se van a tener que cerrar muchas líneas de investigación y buena parte de nuestro capital de conocimiento se va a perder. En España hay mucho talento, pero en vez de retenerlo, lo exportamos".
El propio Vicente Larraga, de hecho, reconoce que si se jubilara mañana, su equipo —formado por científicos muy preparados, pero precarios— se disolvería inmediatamente. "También es cierto que las autoridades del CSIC se han mostrado interesados en que esto no suceda. Hay que decirlo todo", añade.
¿De quién es la culpa?
Al preguntarle cómo hemos llegado a este punto, Jordi Surrallés, director del Instituto de Investigación del Hospital de la Santa Creu y Sant Pau de Barcelona, apunta a nuestra herencia cultural. "Los políticos están ahí porque los ponemos los ciudadanos. Y ya lo dijo Unamuno: '¡Que inventen ellos!' Como si la ciencia no fuese con nosotros. En la tele, de hecho, lo normal es que si aparece un científico anunciando algo tenga acento extranjero. Eso no pasa en países anglosajones".
Surrallés, que es revisor de decenas de revistas científicas, como Science o Nature, lamenta que la ciencia en España no goce de tanto reconocimiento público como el cine o la literatura y tiene claro que "hay que cambiar el sistema económico del zapateao y la sangría para ser competitivos a escala mundial".
Pero la pandemia no solo ha traído desgracias. También puede convertirse en una oportunidad. Gracias a la COVID hay una sensibilización muy grande a nivel de calle y también en lo político. Lo notamos", dice Surrallés. "La pandemia ha servido para que la sociedad vea para qué sirve la ciencia", añade Blasco.
Algo más que dinero
¿La solución pasa por un pacto de Estado entre las principales formaciones políticas? "El problema no es que haya un pacto de Estado, que estoy convencido de que, por parte del Gobierno, se está intentando. El problema es que se cumpla porque ya se firmó uno hace 15 o 20 años y no tuvo ningún efecto", señala Larraga. "Para que España salga de la decadencia industrial en la que estamos metidos desde hace años hace falta una estrategia para invertir... y luego mantenerlo".
Según los últimos datos de Icono, el Observatorio Español de I+D+I, correspondientes a 2018, España destinó a la ciencia el 1,24% del PIB, una cifra inferior a la de la media de la Unión Europea (2,11%) y que estaba muy lejos de la de países como Corea del Sur (4,55%) o Israel (4,54%).
Pero, aunque gracias a los fondos Next Generation, el presupuesto en ciencia ha aumentado un 60% este año, lo cual puede suponer un 1,6% del PIB, los científicos insisten en que no basta con aumentar la financiación porque hay problemas estructurales que requieren consensos y una planificación a largo plazo: "El aumento presupuestario puede suponer un salto, pero para sortear un precipicio hay que coger carrerilla. No basta con 'saltar'. Puedes tener financiación un año, pero los proyectos duran mucho más", dice Surrallés.
"Un ministro africano dijo hace poco que solo investigan los países que son ricos, pero quizá es al revés: los países son ricos porque investigan", dice el científico catalán. "En investigación biomédica ya somos competitivos, pero no lo somos tanto a la hora de transformar eso en capacidad productiva. Le llaman la paradoja del euro porque somos muy buenos al convertir euros en ciencia, pero malos al convertir la ciencia en euros. La ciencia pagada con euros se transforma en dólares".
Vicente Larraga, por su parte, echa mano del ejemplo de China: "Hace 30 años tenía el mismo nivel científico que España, y en este momento compite con ventaja con EEUU. El esfuerzo continuado siempre da frutos".
El ejemplo de la red SOMMa
Pero frente a los problemas de rigidez y falta de financiación que afectan a la investigación pública en España, también destaca el papel de la Alianza de Centros Severo Ochoa y Unidades de Excelencia María de Maeztu (SOMMa). Una red formada por más de 50 instituciones punteras en distintos ámbitos científicos que, desde el pasado mes de diciembre, preside María Blasco.
"La investigación española mejoraría ampliando los centros Severo Ochoa y las unidades María de Maeztu con más financiación porque este programa ha demostrado que es posible aumentar la excelencia científica a base de incentivos. Si consiguen esa acreditación, consiguen más financiación y más flexibilidad en la gestión, lo cual repercute en mejores contratos y también una investigación de mayor calidad", señala la científica alicantina.
¿Fichajes galácticos?
Los científicos españoles también ven necesario poner en marcha programas de captación de talento —no necesariamente español— en el extranjero, y señalan como ejemplos de éxito las iniciativas Icrea (Cataluña) o Ikerbasque (País Vasco), que ofrecen, sobre todo, estabilidad y financiación.
Pero al preguntarles por posibles fichajes galácticos que puedan funcionar como símbolo o revulsivo, todos responden lo mismo: más allá de los nombres, lo importante es una reforma estructural que impulse el atractivo de España.
"Siempre se ha hablado de la endogamia como un mal propio de los países del sur de Europa", relata Surrallés. "En la carrera funcionarial de la universidad, por ejemplo, no hay sistemas para detectar y reparar casos de baja productividad, y si eres poco competitivo no consigues la financiación internacional".
Machismo científico: de la tijera a la pinza
Esa necesaria reforma estructural, además, debería combatir la desigualdad que persiste en el ámbito científico. "Hace 10 años, en el informe de la Comisión de Mujer del CSIC veíamos un gráfico en forma de tijera. La mujeres ocupaban un 60% de las plazas predoctorrales, que caía al 50% en posdoctorales y a solo un 20% en la categoría más alta", señala Vanesa Nozal.
"Uno podría imaginar que después de 10 años las cosas han cambiado, pero en el gráfico actualizado, publicado el año pasado, en vez de una tijera, ahora el gráfico es de pinza. En puestos predoctorales hay paridad, pero luego ya hay más hombres en puestos titulares y la ratio sigue bajando", lamenta.
"Hay algo que no estamos haciendo bien. Se está penalizando la maternidad y quizá está mal visto que una mujer haga gala de lo que ha descubierto. Nosotras tendemos más a escudarnos y no salir a la luz. Hay que dar un paso adelante".
Carlos G. Cano
Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...