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¿Que las patatas fritas son sanas?

Analizamos la repercusión de un estudio de la Universidad de Toronto publicado por 'Nature'

Las patatas fritas son un alimento muy calórico que solo debe comerse esporádicamente. / GETTY

Madrid

Hace unos días se publicó una noticia titulada así: "Oye, que unos científicos dicen que las patatas fritas son SANAS". No era la única, de hecho: "No hay discusión: las patatas fritas son sanas". Afirmaciones llamativas y, sin duda, interesantes. Pero ¿también son ciertas?

El estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Toronto, consistía en dar de comer albóndigas con pasta, arroz o patatas a un grupo de 20 niños para luego medir sus niveles de glucosa e insulina en sangre. Pues bien, resultó que en los niños que habían tomado patatas fritas acabaron detectándose niveles más bajos.

¿Por qué eso es bueno? "Mantener los niveles de glucosa en sangre tan constantes como sea posible es la clave de la alimentación", detalla Ángela Quintas, química experta en Nutrición Clínica y compañera de Lourdes Lancho en el programa Be OK de la Cadena SER.

Para asegurar esa estabilidad, el páncreas secreta insulina, lo cual, a su vez, desencadena varias reacciones que favorecen la redistribución de la glucosa entre el hígado, los músculos y los adipocitos.

"Los niveles de glucosa se atenúan si tomamos hidrato de carbono y proteína. Pero ahora es cuando empieza la manipulación: no todo el hidrato es igual y mucho menos este, lleno de aceite".

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¿Puede concluirse entonces que las patatas fritas son sanas? Ángela Quintas lo niega categóricamente porque son un "alimento muy calórico" que, tanto en niños como adultos, solo debe acompañar a una proteína "de manera esporádica".

Carlos Elías, catedrático de Periodismo de la Universidad Carlos III, licenciado en Química y experto en comunicación científica, opina que se trata del "típico estudio sesgado" porque puede ser que las patatas tengan más nutrientes, "pero si son fritas, dependiendo de la calidad del aceite, pueden tener grasas trans, que son cancerígenas".

Al acudir a la fuente original, un artículo [en inglés] publicado en la web de la revista Nature, sorprenden dos datos obviados en las noticias: que el estudio está subvencionado por The Alliance for Potato Research and Education y que uno de los autores trabajó para McCain Foods, una de las empresas de patatas fritas más grandes del mundo.

Galletas, yogures y Coca-Cola

¿Es habitual que la industria financie estudios de este tipo? Elías señala que, tanto en el campo de la alimentación como en el de los fármacos, "son muy habituales". Y Ángela Quintas añade que "en el mercado puedes encontrar hasta galletas llenas de azúcares y grasas recomendadas por la Asociación de Pediatría".

"Se publican muchos artículos vendidos como estudios científicos, pero con muestras muy bajas y pagados claramente por las empresas", detalla la experta en Nutrición Clínica. "Un ejemplo claro es el de Coca-Cola. "La mayoría de las bebidas azucaradas contienen jarabe de maíz de alta fructosa y hay estudios que lo relacionan con el aumento de la obesidad infantil, pero ellos lo contrarrestan con publicaciones cada poco tiempo".

Elías prefiere hablar del vino: "Hay estudios que dicen que es muy bueno porque tiene antioxidantes (taninos) y, en primer lugar, eso solo es en el tinto (el blanco es solo alcohol). Pero obviamente se les olvida mencionar que hay otros alimentos con taninos y sin alcohol, que es muy dañino para el hígado y las neuronas. El etanol es un veneno".

Y es que la industria alimentaria cuenta con muchos más recursos que los periodistas a los que dirigen sus publicaciones. Otro caso sonado es el de Danone, que en 2010 tuvo que pagar 21 millones de dólares por exagerar los beneficios de Activia y Actimel en la regulación del tránsito intestinal o la inmunidad frente a resfriados.

Una cuestión de credibilidad

Ángela Quintas insiste en la importancia de fijarse en las fuentes o en la cantidad de personas que han participado en el estudio y, sobre todo, "si está avalado por alguna revista científica con prestigio". Pero, ¿acaso no es Nature una de las publicaciones científicas más respetadas?

Carlos Elías señala que "una revista es más importante cuanto mayor sea su índice de impacto y está demostrado que este aumenta si sus artículos salen en los medios de comunicación. Aunque sea para poner a parir el estudio (como en este caso)".

"Hay estudios, como el de que la mayoría de la gente gira a la derecha para besar o el de los efectos de la mirra, publicado el día de Reyes, que demuestran que Nature tiene muy en cuenta qué interesa a los medios de comunicación de masas", añade el catedrático.

Una opinión parecida a la María Dolores Meneses Fernández, profesora de Comunicación biomédica, tecnológica y medioambiental en la Universidad de La Laguna: "Es raro que Nature publique un estudio con una muestra de solo 20 personas, pero parece que su línea editorial está dando diversos giros. Últimamente no es tan extraño ver publicaciones que, hasta un tiempo, no hubieran tenido cabida".

¿A quién hay que creerse, entonces? Meneses, coautora de un estudio sobre si los investigadores tienen razón al quejarse de la información periodística sobre ciencias, cree que "todo tiene que ver con el nivel de exigencia de los lectores" y apunta que un mayor nivel educativo favorecerá un consumo "crítico" de la información.

Elías recomienda también que, ante temas como el de las patatas fritas, los periodistas consulten a químicos: "Los nutricionistas saben mucho de dietas para adelgazar, pero poco de interacciones fisicoquímicas, de reacciones químicas o de estructuras moleculares".

Carlos G. Cano

Carlos G. Cano

Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...

 
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