«Un tío muy loco», así se define el nuevo subcampeón olímpico de suelo en Tokio. Ray Zapata es uno de los mayores especialistas en esta modalidad de gimnasia de la última década. Lo intentó en Río 2016, lo ha conseguido en los Juegos Olímpicos celebrados en Japón. «Fui con opciones de hacer cosas grandes. No lo conseguí porque me acojoné bastante. Fue así”, explicó en una entrevista en EFE hace semanas, pero esta vez no se le ha escapado la gran oportunidad que tenía ante sí. Este domingo terminó en segundo lugar la final de suelo de los Juegos Olímpicos de Tokio exactamente con los mismos puntos, hasta la milésima, que el ganador, el israelí Artem Dolgopyat. Seguro que parte de la culpa la tiene la filosofía que le aportó su mentor, el triple medallista olímpico, Gervasio Deferr: afrontar cada entrenamiento y cada competición con la idea de que la gimnasia es un juego muy serio. Zapata, con 28 años, llegó a Lanzarote con 10 años procedente de Santo Domingo, donde nació. Con su plata de este domingo ha emulado a Deferr, quien fue subcampeón también en suelo en Pekín 2008 después de ganar en salto el oro en Sídney 2000 y Atenas 2004. «Cuando haces gimnasia jugando con cierto control es cuando disfrutas más», subraya una de las ideas que le ha inculcado Deferr, su primer entrenador en el alto nivel: «Me decía vamos a jugar a la cama elástica. Era jugar con triples mortales, pero jugar. Un juego serio». El ya subcampeón olímpico no olvida sus orígenes: «Queda la alegría que aporto. Que me encanta bailar, como a cualquier dominicano. Que me encanta la fiesta, eso también hay que decirlo. Pero también queda, no sé... el jugar. La gimnasia y el deporte de alto rendimiento también son un juego. Si no te la juegas, nunca vas a estar ahí arriba. Y desde pequeño he sido muy juguetón, muy travieso». Su carácter también es peculiar, él mismo asegura que está «muy loco». Creo que la vida hay que vivirla al cien por cien, intentar ser todo lo feliz que puedas, aportar tu energía a los demás, ayudar en lo que puedas. Y en cuanto a la gimnasia, sí que hay que estar muy loco para practicarla. Es mucha repetición de una misma cosa. Si no tienes la cabeza muy amueblada, se te puede ir la olla”, señaló. Un pensamiento que lo destaca en cada una de sus declaraciones. Para esta final de suelo en Tokio aseguró que llevaba preparada una «salvajada», y ya con la medalla en su cuello tampoco se mordió la lengua: «Soy el mejor y punto, da igual el color de la medalla (en referencia al oro de su rival Artem Dolgopyat). No tenía ni idea de que existía el desempate, es una normativa que no había visto en mi vida». Zapata no se muerde la lengua. Un carácter que se envuelven con los numerosos tatuajes que adornan su piel. Luce en el gemelo el diagrama de su primer elemento «zapata», un doble mortal adelante con giro y medio. «Es mi elemento, en dibujito. Me lo hice un mes después de presentarlo». En su pectoral está el símbolo del campeonato del mundo en el que ganó la medalla de bronce en 2015, al lado un tigre, aros olímpicos... Ray Zapata llegó tarde al alto rendimiento, ya cerca de la veintena, algo inusual en un gimnasta de primera categoría. «Empecé en el CAR de Barcelona supertarde. En pocos meses tuve que acostumbrarme a un ritmo de entrenamientos que nunca había llevado. Pasados tres años en Barcelona vine a Madrid y tuve que adaptarme otra vez a una nueva vida distinta y a encontrarme en competición con gente a la que solo veía en la tele. Qué pasote», rememoró en la entrevista en EFE. Tras su bronce mundial en 2015 admitió que le «pilló todo muy de sopetón». «Asimilar todo eso es bastante fuerte. Estaba a punto de conseguir mi sueño olímpico. Mi mente no se enteraba de cómo iba la cosa, me dejaba llevar simplemente. Ahora lo veo más claro, la mentalidad es más responsable. Soy consciente de lo que está pasando para buscar las estrategias y estar ahí arriba», afirmó antes de acudir a Tokio. Su carrera también ha estado marcada por el dolor. Según Zapata, el gimnasta que diga que no le duele nada, miente. Y, por si el dolor en los entrenamientos no fuera suficiente, luego llegan las manos del fisioterapeuta para recordarle que el deporte conlleva sufrimiento. Una rotura del tendón de Aquiles le trastocó los planes en septiembre de 2017. Le impidió disputar los Mundiales del mes siguiente y le obligó a cambiar la cara de su ejercicio de suelo: ahora incluye más saltos hacia delante, menos agresivos con el tendón que los que se ejecutan hacia atrás. «Antes de la rotura del tendón de Aquiles estaba en 72-73 kg. Ahora en 68-70. Y comiendo de todo, ¿eh?», explicó. Sin embargo, su físico es un portento y cuenta unas piernas potentes que comparte con su mentor Gervasio Deferr. «Fue mi entrenador y siempre va a ser mi referente. Ha sido el mejor gimnasta del mundo en cuanto a saltar se refiere», subrayó Zapata siempre que recuerda al gimnasta catalán, quien se ha mostrado visiblemente emocionado con el triunfo de su pupilo. «Tenía que ser él el sucesor, Lo vimos claro desde muy jovencito», ha dicho Deferr nada más terminar la final de suelo en Tokio. Zapata es, también, un loco del cine y de la música, con ídolos muy concretos. «Soy muy fan de Will Smith y de Dwayne Johnson, son mis dos referentes. En cuanto a la música, Chis Brown es lo que suelo escuchar más. Música dembow y eso, música latina. Escucho de todo, pero los tres personajes más famosos que sigo son ellos», reveló. «Fast & Furious», «Leyenda», «Exclusivo», «Brillante», son algunos de los títulos que le gustan a Zapata. Además, como anécdota, el gimnasta ha sido padre escasos meses antes de los Juegos Olímpicos de Tokio y su hija se ha llamado Olympia (nombre que también lleva tatuado), quien, por cierto, tiene de madrina a otra olímpica española, Ana Peleteiro.