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El reino perdido de Paititi

Para los escépticos el reino o la ciudad perdida del Paititi no es más que una fantasía, una simple leyenda. Sin embargo, muchos investigadores no descartan la posibilidad de su existencia real, aportando evidencias tras decenas de expediciones en su búsqueda

El reino perdido de Paititi

El reino perdido de Paititi

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Dicen que el reino del Paititi puede ser un conjunto de ciudades preincaicas, cuyo origen se remontaría a la noche de los tiempos, conectadas a una red de túneles andinos, que habrían servido como último refugio a los supervivientes del imperio inca.

Rodeado de montañas atravesadas de un lado a otro por profundas cavernas, con múltiples ramificaciones, este laberinto formaría parte de lo que las tribus indígenas de la zona señalarían como un santuario sagrado, por cuanto ven salir del interior de las grutas a unos hombres muy altos vestidos con túnicas blancas. Son llamados guardianes o Paco-Pacuris, supervivientes de una civilización altamente desarrollada que se habría extendido en el pasado por toda la región amazónica, desde la vertiente de la cordillera oriental hasta la confluencia de los ríos Madre de Dios y el Beni en Bolivia. Como dice el médico Jesús Egido, autor de Paititi: la ciudad perdida (2017), quien, según los testimonios que ha recogido, la sitúa en el departamento peruano del Río Madre de Dios, hace notar que el inca Túpac Amaru, en sus proclamas, siempre encabezaba sus títulos nobiliarios como “Emperador de Tahuantisuyo y Señor del Paititi” y el cronista Garcilaso de la Vega lo menciona en sus obras varias veces.

Según el misionero Francisco de Cale (1686), a este reino se llega tras 5 días de marcha desde el Cuzco. Y señala a la gran serpiente Amarumayo, antiguo nombre del río Madre de Dios, que se interna en una región temida por los quechuas. Aquí empezaría el legendario valle prohibido de la luna azul, refugio de los Amaru u hombres serpiente, que emigraron hace más de 500 años, al desintegrarse el imperio del sol. En su búsqueda, salió del Cuzco a mediados del siglo XVI la primera expedición española, comandada por Francisco de Aquino, terminando en desastre. Otra fue del hispano Juan Álvarez de Maldonado teniendo también un triste final. En esa época relacionaban el Gran Paititi con El Dorado, bajo la visión de encerrar cuantiosos tesoros, lo que atrajo nuevas expediciones y descubrimientos de otros enclaves como Vilcabamba. El norteamericano Hiran Bingham, comisionado por la National Geographic Society, encontró Machu Picchu en 1912.

En 1921 el sacerdote Vicente Cenita Goya, adentrándose en la selva de Pusharo, en plena zona de la etnia machiguenga, descubrió numerosos y extraños petroglifos inscritos sobre una inmensa roca, evidenciando ser "vestigios de una civilización de la que no se tenía noticia". Algunos lo consideran como la puerta de entrada a Paititi. Existe un viejo mapa realizado en el siglo XVII que fue traducido del quechua por unos misioneros jesuitas, en el que se lee la siguiente inscripción: “Corazón del corazón, tierra india del Paititi, a cuyas gentes se llama indios: todos los reinos limitan con él, pero él no limita con ninguno”.

 
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