Jerez y Rueda. Coincidencias y contrastes
Muchas son las relaciones entre estas dos zonas vitivinícolas españolas. Varias bodegas de Jerez tienen marcas en Rueda, e incluso bodega, como es el caso de González Byass. Por eso es una verdadera pena que el fino y la manzanilla, siendo a veces de la misma familia, no alcancen ni de lejos las ventas de los blancos de Rueda
Jerez de la Frontera
Con su blanca palidez… (como aquella canción icónica de los años setenta. Gran tema de Procol Harum aquella banda de rock inglesa). Comercialmente la blanca palidez de la castellanísima verdejo gana por goleada, mal que me pese, a la blanca palidez de la gaditana palomino. Por cierto y al hilo de la blanca palidez –pido disculpas por repetirme tanto- sería necesario hacer una pequeña reflexión sobre el color de los finos y manzanillas que han pasado de ser palidísimos, casi incoloros, a ser más oro viejo que el retablo de San Miguel. Yo diría que cada fino y manzanilla tiene su momento y no hay porqué despreciar a los que tienen menos años y no se han ido “por las ramas”. Porque los finos y manzanillas están viviendo un fenómeno cromático y sociológico muy curioso. Recuerdo que hace bastantes años cuando pedías un fino, si tenía un poco de color, si estaba un poco subidito de tono, más allá de aquella exagerada palidez que se buscaba con fruición tras las clarificaciones a las que se sometían para dejarlo casi transparente, nada más echarlo en la copa decíamos: “Perdone, pero este fino está remontado” (Y lo cierto es que solía estarlo en la mayoría de las cosas). Ahora, en líneas generales, ocurre todo lo contrario. Si un fino o una manzanilla no viene “vestida” de brillante y precioso reflejo dorado, decimos, “Bah, es demasiado joven”. (Sobre todo para mis queridos frikiesherry). La juventud de un vino no tiene por qué ser sinónimo de baja calidad. Hay buenos vinos JASP (expresión que se puso muy de moda a finales de los años noventa y que no es más que un acrónimo de: “joven pero sobradamente preparado”). Tintos, rosados y blancos sin crianza alguna se consumen por doquier y sin ningún tipo de complejo. Lo importante es que estén bien elaborados y sean de calidad. Si son buenos, son jóvenes buenos.
Lo cierto es que con su blanca palidez, y su mayor o menor calidad –que de todo hay- los blancos de verdejo se han apoderado desde hace años de los bares de España y una buena parte de ellos son propiedad de firmas jerezanas. Marqués de Irún, del Grupo Caballero; Montecillo Singladuras, de Osborne; Momo, de Sánchez – Romate; El Tutor y Viña Esperanza, del Grupo Estévez; … Ninguna de estas conocidas firmas jerezanas tiene viñedos ni bodega de elaboración en tierras vallisoletanas excepto González Byass que apostó muy fuerte por Rueda, adquiriendo 65 hectáreas propias de viñedos repartidas en dos fincas, El Torrejón y La Perdiz, construyendo en 2015 una espléndida bodega de vanguardista diseño dotada de una tecnología excelente, sostenible e integrada perfectamente en el paisaje castellano.
Además de estas inversiones, hay varias conexiones entre Rueda y Jerez desde hace muchos, muchos años. Si nos remontamos al siglo XIV encontraremos muchas referencias de unos famosos vinos de la zona de Rueda y Medina (Valladolid) que se llamaban Pálidos y otros de nombre Dorados. Estos últimos con crianza oxidativa al aire libre y dentro de las clásicas damajuanas llegaron a ser los vinos de la corte en la época de los Reyes Católicos. En 1911 una Orden Real declara a estos vinos como similares a los de Jerez y Málaga y ante la demanda de los mismos, se empezó a plantar cantidad de uva palomino fino debido a su gran capacidad de producción. Los Pálidos son elaborados con uva verdejo y palomino, con crianza biológica bajo velo de flor, con un mínimo de 3 años en barrica, encabezados con alcohol vínico y algunos de ellos siguiendo el sistema de criaderas y soleras (primos hermanos de nuestros finos). Es curioso comprobar cómo en estas castellanísimas tierras vallisoletanas, tan lejos del mar, del poniente, del océano y de la tierra albariza, los vinos tradicionalmente han generado un espeso y rotundo velo de flor, repleto de levaduras como en Jerez.
Llegados los años 70 -80, los vinos Dorados y Pálidos vallisoletanos se pasaron de moda y cayeron casi en el olvido. Fue entonces cuando comenzó el ascenso triunfal e imparable de los vinos blancos tranquilos de verdejo, sin crianzas biológicas ni oxidativas de ninguna clase. Frescos, frutales y muy aromáticos. Comenzó la decadencia absoluta de la uva palomino fino en estas latitudes castellanas. Tanto es así que actualmente está prohibido plantarla.
Y aprovechando el éxito y la gran demanda de esos blancos jóvenes y afrutados provenientes de Rueda, en Sanlúcar de Barrameda justo en 1975, Toto Barbadillo tuvo la genial idea de elaborar un blanco de palomino sin crianza ni velo , ni nada… Fresco como una lechuga. Se llamó Castillo de San Diego. Arrasó y durante años fue la marca de vino blanco más vendida de toda España. Pero en Rueda fueron muchas las bodegas que se subieron a este carro y el Marco de Jerez no. Incluso denostaban del Castillo de San Diego llegando a llamarle Castigo de San Diego...
Por aquellos mismos años, fueron varias las bodegas de Jerez que empezaron a poner sus ojos en Rueda para tener más opciones de venta, ya que los jereces -como los Pálidos y Dorados de Rueda- se habían pasado de moda y empezaban a caer las ventas. No debieron plantearse que tal vez hubiera sido más interesante comenzar a elaborar vinos blancos con palomino tipo Castillo de San Diego, o bien potenciar sus finos y manzanillas, por aquellos años ligeros y con poco color, pero manzanillas y finos al fin, para que pudieran repartirse el mercado con esos “verdejitos” tan frescos y tan demandados por el público…
Según me recuerda Luis Luengo, Director General del Grupo Caballero, en 1990 la compañía compró una bodega en La Seca, llamada Lagar Noble para elaborar y vender vinos blancos de Rueda al que bautizaron como Marqués de Irún. Posteriormente la bodega Lagar Noble desapareció y el Grupo Caballero como Sanchez Romate, Osborne y el Grupo Estévez, embotellan marcas propias en la D.O. Rueda, comprando uvas y controlando por sus técnicos todos los procesos. La única bodega jerezana como tal bodega existente hoy por en Rueda es Beronia, de González Byass, como hemos podido leer.
Pero últimamente y al igual que está ocurriendo con nuestros finos y manzanillas, hay un público muy conocedor y gourmet que reclama, como decíamos al principio, más color, sabor y años en nuestros vinos y también el los de Rueda. Allí se está viviendo un resurgimiento de los viejos Pálidos y Dorados. Si bien hay bodegas que nunca dejaron de elaborarlos -como es el caso de la Cooperativa Cuatro Rayas, La Seca (Valladolid) con su marca 61 Dorado con çrianza biológica, primero, oxidativa después y sistema de criaderas y soleras., similar a nuestros amontillados- han surgido nuevas bodegas y jóvenes enólogos que recuperan elaboraciones tradicionales. Es el caso de Beatriz Herranz, agrónoma y enóloga que empezó a trabajar las viñas heredadas de su abuelo en 2008 y creó la bodega El Barco del Corneta Su vino Las Envidias (22 € aprox) es un 100% palomino ecológico de viñedos de más de 100 años plantados en pie franco, que ella mima con absoluta dedicación, cuidándolos como reliquias. El vino es siempre de añada y con una crianza de 12 meses en barrica jerezana bajo velo de flor. Otro joven enólogo, Richard Sanz, de Bodegas Menade, elabora un suntuoso Adorado Solera 1967, bajo velo de flor, con el sistema de criaderas y soleras con mitad de las uvas verdejo y palomino fino, con crianza biológica y oxidativa en la bodega subterránea de 1820 situada en La Seca. Valladolid.
Más pálidos o menos, en rama o filtrados, finos o manzanillas, jóvenes o más maduros… ¡Ojalá hubiéramos conseguido que en todos los bares, barras, tabernas, tascas, fogones, botillerías, bistrots, wine bars, gastrobares, etc, etc…Jerez tuviera, por lo menos, la cuarta parte de presencia que tiene Rueda!!