Gastro | Ocio y cultura

La curiosa historia del gran filósofo que murió de una hostia

De Platón a Engels, el libro 'Gastrosofía' repasa la presencia de la comida en la historia del pensamiento

El filósofo Rene Descartes 1596-1650), en un grabado de 1834. / traveler1116

Madrid

Rene Descartes, considerado como el padre del racionalismo, tenía una forma de vivir ascética, casi estoica, y procuraba evitar el sufrimiento tanto como fuera posible. También el del propio cuerpo. "El placer, para él, no era algo bueno o malo, sino simple bienestar", explican Eduardo Infante y Cristina Macía. "Es por eso que de la alimentación solo esperaba que le permitiera dedicarse a lo que más le interesaba: el pensamiento".

El problema es que Descartes era de los de "haz lo que yo diga, no lo que yo haga". Según detallan los autores de Gastrosofía (Rosamerón, 2022), "el problema es que le gustaban mucho los placeres de la carne... y no necesariamente guisada".

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Infante reconoce que la relación teórica entre Descartes y el placer "no fue siempre muy coherente". Su muerte, de hecho, aporta algunos detalles interesantes: "Fue invitado por Cristina de Suecia, una reina muy bella, para que le diera clases privadas de filosofía... y Descartes no se lo pensó dos veces. La reina, de hecho, acabó pidiendo una mesa más grande para alejarse del filósofo".

Pero, en cualquier caso, no duró mucho. "La teoría oficial dice que murió de pulmonía. La otra, que a nosotros nos gusta mucho más, es que, por miedo a que alterara el acercamiento de la reina al catolicismo, le envenenó uno de los sacerdotes de la corte", señalan Macía e Infante. "Según la autopsia, lo último que ingirió fue una hostia. Pero también había restos de arsénico".

"Molesta y ofende a algunos"

La historia de cómo murió (presuntamente) Descartes, sin embargo, no es más que una de las muchas que recoge esta obra, en la que las ocurrencias y aversiones de grandes pensadores griegos, como Platón, Aristóteles o Pitágoras, conviven con las de Montaigne, Kant o Leonardo Da Vinci. Un recorrido atípico que, como señalan los propios autores, nada tiene que ver con cómo se explica la filosofía en los institutos.

Infante y Macía parten de la metáfora del tuétano —"la filosofía y el arte culinario permiten sacarle el tuétano a la vida"— y dejan muy clara su posición: "Succionar, como pensar, molesta y ofende a algunos, especialmente a aquellos que no tienen los arrestos de sacarle todo el meollo a la vida y que se alimentan de comida y de ideas precocinadas (por otros, claro está)".

Portada de 'Gastrosofía' (Rosamerón).

Portada de 'Gastrosofía' (Rosamerón).

Su definición del término gastrosofía (una palabra acuñada por Chevalier de Lelly hace 170 años) tiene mucho que ver con la búsqueda insaciable de respuestas: "Por qué este alimento se llama como se llama? ¿Por qué sabe como sabe? ¿Cómo lo han cocinado las diversas culturas? Cuáles son sus propiedades? ¿Cómo y quién lo ha producido?".

Sostienen, además, que "pensar en la verdad" no es más digno que "pensar en el jamón y hacen suya una reflexión del filósofo vasco Daniel Innerarity: "En un puchero se decide dónde están los hombres y las mujeres, qué tipo de justicia social hay, la globalización, la autosuficiencia, la cohesión, el individualismo o el futuro del planeta".

Epicuro, patrón de lo ecológico

El libro, de todas formas, no incide tanto en la reflexión contemporánea como en el recorrido histórico, señalando que para los pitagóricos, por ejemplo, la falta más grave que se podía cometer era comer habas. Explican que Aristóteles, muy partidario de la moderación, también fue el primero que teorizó sobre los sabores. Y que Epicuro debería verse, hoy en día, como una especie de patrón de los alimentos ecológicos.

De Leonardo Da Vinci, que fue tabernero y cocinero en Florencia, desmienten muchas fake news (como la invención del tenedor o la servilleta) difundidas por el libro Notas de cocina de Leonardo Da Vinci. Al hablar de los pensadores de la Edad Media destacan la importancia de la cuaresma y de la aparente contradicción entre el pecado de la gula y la cocina de los conventos y monasterios. Llegan incluso a desmentir el dicho de que "sobre gustos no hay nada escrito" citando el ensayo Del criterio del gusto del escocés David Hume.

¿Qué pensaría Marx de la comida basura?

Pero tampoco tiene desperdicio la anécdota del 70 cumpleaños de Friedrich Engels, coautor del Manifiesto comunista, tras el cual se dio un festín de ostras porque, en esa época, a diferencia de lo que sucede hoy en día, eran abundantes y baratas. O su reflexión sobre lo que Karl Marx opinaría de la comida basura: "Él cree que la producción de comida nos produce también a nosotros, por lo que producir y comer comida basura hace que tengamos sociedades basura, con trabajos basura y relaciones basura", señala Eduardo Infante.

"La comida basura se ha pensado para que produzcamos más y más rápido", señala el filósofo onubense. "Comer es algo que estorba en el trabajo. Hay que hacerlo lo antes posible para volver a producir. Vivimos para trabajar y nos autoexplotamos porque creemos que solo podemos crecer a través del trabajo. Pero eso es falso. El tiempo libre es el espacio del hombre libre".

Carlos G. Cano

Periodista de Barcelona especializado en gastronomía...