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'El prisionero de Zenda', una novela tocada por los dioses

Aventuras, amor y espadachines: la fórmula imbatible cuando además la guían el talento y la oportunidad

'El prisionero de Zenda', una novela tocada por los dioses

Sir Anthony Hope Hawkins nació en Londres en 1863 y murió en Surrey en 1933. Cursó Derecho en la Universidad de Cambridge y ejerció como abogado entre 1887 y 1894, año de la publicación de 'El prisionero de Zenda'. Si bien por aquel entonces Hope ya había editado varios relatos, sin duda esta novela le valió el mayor reconocimiento literario, lo que propició la redacción de su segunda parte, 'Rupert de Hentzau', cuatro años más tarde. Prolífico autor, Hope fue nombrado 'sir' por su labor propagandística durante la Primera Guerra Mundial.

'El prisionero de Zenda' se publicó en 1894 y se convirtió inmediatamente en un éxito. Es una novela de aventuras donde no falta ninguno de los elementos clave: las peleas, las situaciones inquietantes, las historias de amor, los buenos muy buenos, los malos malísimos, los héroes y las princesas.

Una novela pionera en la creación de historias ambientadas en países imaginarios

Según Arturo Pérez-Reverte, 'El prisionero de Zenda' nació tocada por los dioses y, abriéndose paso entre grandes del género, se convirtió en una de las novelas más leídas, erigiéndose además como pionera en la creación de historias ambientadas en países imaginarios. No busquemos Ruritania en guías de turismo, porque no existe en los mapas del mundo conocido; pero las aventuras ruritánicas suscitaron una moda que tuvo su continuidad en una segunda parte a la que Hope tituló 'Ruperto de Hentzau'. Con ellas, el éxito literario se trocó en fenómeno social y el cine se encargó del resto. El éxito convenció a Hope de la conveniencia de abandonar el ejercicio de la abogacía, convirtiéndose en novelista profesional y escribiendo hasta su muerte, en 1933, un total de 32 volúmenes.

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Como señala Arturo Pérez-Reverte, los ingredientes de 'El prisionero de Zenda' son infalibles: amores imposibles, héroes galantes, villanos inteligentes, princesas hermosas, coronas en peligro, fieles servidores... Todo ello, situado en el corazón de la Europa elegante de finales del siglo XIX: ese territorio mítico donde se cruzaban viajeros dandis realizando el Grand Tour, condesas misteriosas que tomaban las aguas en balnearios enclavados en mágicas montañas, investigadores privados tras la huella del mal en ciudades envueltas en niebla, infieles esposas fugitivas con jóvenes apuestos en el Orient Express, ladrones de guante blanco al acecho de las perlas de adineradas jovencitas... Un mundo que ya solo es posible en la imaginación, en las bibliotecas y en la memoria. Aventuras, amor, espadachines. Fórmula imbatible cuando la guían la oportunidad y el talento.

La brillante nómina de escritores victorianos, entre los que se encuentra Anthony Hope

Como apunta Arturo Pérez-Reverte, sir Anthony Hope pasó a pertenecer a la brillante nómina de escritores victorianos en pleno apogeo de la novela romántica y de aventuras. A la cabeza de este formidable grupo figura, sin duda, Robert Luis Stevenson, que por esa época ya había publicado 'La isla del tesoro', 'El extraño caso del doctor Jeckyll y mister Hyde' y 'El Príncipe Otto', novela esta última en la que parecen haberse inspirado ciertas partes de 'El prisionero de Zenda'.

Otro nombre contemporáneo ilustre es el de sir Arthur Conan Doyle, creador de Sherlock Holmes y el doctor Watson. A ellos se suman otros autores británicos destacados como sir Henry Rider Haggard —autor de 'Las minas del rey Salomón'—, H .G . Wells, precursor junto a Julio Verne de la novela de ciencia ficción con obras como 'La máquina del tiempo', 'La isla del doctor Moreau' o 'La guerra de los mundos', y Rudyard Kipling.

Se han hecho muchas adaptaciones cinematográficas de 'El prisionero de Zenda'. La versión muda en blanco y negro de 1922, con Lewis Stone como protagonista y, en el papel de Hentzau, a un extraordinario Ramón Novarro. Luego la versión protagonizada por Ronald Colman, con Douglas Fairbanks Jr. como magnífico Ruperto de Hentzau, de 1937, y después la de Stewart Granger de 1952, en la que el peligroso, elegante, malvado y sonriente espadachín Hentzau era encarnado por James Mason. Según Arturo Pérez-Reverte hay jovencitos que no deberían hacerse mayores sin haber leído 'El prisionero de Zenda', y adultos que dejan de serlo, mágicamente, cuando vuelven a sus páginas.

Este artículo contiene fragmentos del prólogo de Arturo Pérez-Reverte a la edición de DeBolsillo