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"¡Le defraudé! Acabamos en casa y solo tenía Johnie Walker": los recuerdos de Maruja Torres sobre Manuel Vázquez Montalbán

Recordamos al creador de Pepe Carvalho y su legado gastronómico con una de sus grandes amigas

CADENA SER

Madrid

Pepe Carvalho no es solo uno de los detectives más famosos de la literatura española: también es, de lejos, el que más sabe de cocina. Una faceta con la que su creador, Manuel Vázquez Montalbán, daba rienda suelta a una de otra de sus grandes pasiones: la gastronomía. Al autor de Los mares del sur o Asesinato en el Comité Central le encantaba el fútbol y la política, pero su obra literaria está plagada de recetas y, de hecho, también publicó Contra los gourmets, uno de los ensayos gastronómicos más lúcidos que se han escrito.

"La cocina es una metáfora ejemplar de la hipocresía de la cultura. El llamado arte culinario se basa en un asesinato previo, con toda clase de alevosías. Si ese mal salvaje que es el hombre civilizado arrebatara la vida de un animal o de una planta y se comiera los cadáveres crudos, sería señalado con el dedo como un monstruo capaz de bestialidades estremecedoras", aseguraba en la primera página. "Pero si ese mal salvaje trocea el cadáver, lo marina, lo adereza, lo guisa y se lo come, su crimen se convierte en cultura y merece memoria, libros, disquisiciones, teoría, casi una ciencia de la conducta alimentaria. No hay vida sin crueldad. No hay historia sin dolor".

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Vázquez Montalbán murió de un infarto, el 18 de octubre de 2003, en el Aeropuerto Internacional de Bangkok. Una enorme (e inesperada) pérdida para la cultura y el periodismo que también dejó un gran vacío en la escritora Maruja Torres: una de sus grandes amigas y, como ella misma señala (haciendo gala de un fantástico humor negro), también una de las pocas que quedan vivas. Pepe Carvalho era bastante pragmático, en ese aspecto. "Las viudas que no comen no resucitan al marido y además se mueren ellas. La gran ventaja de ser viuda es que el muerto es el otro", decía el detective en Historias de fantasmas.

"Manolo era muy generoso y me tenía la ternura que se le tiene a alguien que ha vivido una infancia parecida a la tuya", explica en la entrevista concedida a Gastro 25. "Su mirada me hacía mejor a mí. Me respetaba como ciudadana y como periodista. Eso suponía mucho... y falta, claro".

Manuel Vázquez Montalbán.

Manuel Vázquez Montalbán. / Quim Llenas

También reconoce que recordar que está muerto le resulta insoportable, pero durante la conversación surgen, sobre todo, anécdotas divertidas. Como la del día en que se conocieron... ¡en un ascensor! "Era tímido y lacónico. Tenía una voz preciosa", recuerda. "Se puso contra una de las paredes del ascensor y me propuso colaborar en la revista Por Favor. Yo era muy lanzada, ya entonces, y pensé que él era muy serio y muy triste. 'Para nada es como escribe'. Pero luego comimos —creo que fuimos a Casa Leopoldo— y, después del primer plato y de la primera copa de vino, se le puso ya su cara de chinito mandarín y la conversación fluía".

Maruja Torres, que lleva unos años viviendo en Madrid, no sabía que en el local del legendario Casa Leopoldo ahora hay un restaurante chino de barrio: "¿Qué me dices? ¿Quieres que me abra las venas aquí mismo?".

Pero, de nuevo, tira de memoria para rescatar buenos recuerdos. Asegura que nunca se atrevió a cocinar para él —"¿Cómo atreverme? ¡Antes muerta!"—, pero que sí fue su invitada: "Hacía aperitivos increíbles. Además de ser gourmet y gourmand, le gustaba mucho la cosa de lujo. Se hacía traer trufas blancas de Italia y los comensales nos quejábamos de la poca verdura que nos daba. Un día le dije que tendría que traerme una lechuga en el bolso y esnifarla en el baño", explica entre carcajadas.

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"La última vez que le vi fue a principios del verano de 2003 y no teníamos ni idea, claro. Nos invitó a comer a unos cuantos habituales y estaba tan pendiente de la salsa holandesa de las alcachofas que descuidó el arroz y se acabó tirando de los cuatro pelos porque quedó sabroso, pero un poco blando. Estaba... ¡Buh! Pero yo creo que le gustaba todo. No se podía permitir ser un exquisito. No rechazaba comidas por ser sencillas", explica.

Un whisky muy mejorable

"Una noche cené con él en Madrid, no sé si en Zalacaín o en otro sitio de mucho postín", relata. "Él estaba preparando su libro Un polaco en la corte del rey Juan Carlos, en el que salgo, y me entrevistó. No recuerdo qué comimos, pero sí recuerdo que me acababan de sacar la muela del juicio y que me dijo: '¡Qué excitante! Te has pintado como un Picasso!'. Y yo le conté la anécdota de un cumpleaños o santo del rey, en Zarzuela, cuando íbamos escritores y editores. Yo antes me ponía los vasos de whisky en la cabeza... y caminaba incluso. Pero una vez noté que alguien me lo arrebataba y me giré diciendo: '¿¡Quién coño!?'. Y era el rey... El whisky era malito, por cierto".

Maruja Torres asegura, de todas formas, que lo que más le gustaba a Manuel Vázquez Montalbán, además de comer y de beber, era conversar: "Yo tengo una frustración muy grande porque una vez salimos por ahí, con gente de El País, y acabamos en mi casa. Pero yo solo tenía Johnie Walker. ¡Y mira que a veces tenía otras cosas porque eran tiempos con posibles! Era etiqueta negra, pero fue imperdonable. Le defraudé!".

Al preguntarle dónde querría llevarle a cenar esta semana, si pudiera, la escritora se decanta por un viaje en el tiempo: "Algún momento maravilloso en un cóctel de la editorial, en una terraza de hotel. Él, que ya tenía varios bypasses me decía: 'Distrae a mi mujer, que me voy a beber un whisky. ¡Eso es intimidad y lo demás son tonterías! Tenía muy claro que su elección era vivir el tiempo que fuera pero pasándolo bien".

"Tenía siete u ocho cerebros"

Releer la obra de Vázquez Montalbán resulta fascinante porque el tiempo, le acaba dando siempre la razón. En Contra los gourmets (1990), por ejemplo, anticipa que en "una cultura democrática participativa" se acabaría reivindicando "el paladar tradicional", y vaticina "la amenaza de una crisis alimentaria condicionada por el crecimiento demográfico, más allá del año 2000", como preludio a "una cocina de la necesidad".

"Tenía siete u ocho cerebros. Una de las cabezas más impresionantes que yo he visto", asegura Maruja Torres. Pero, ¿se le ha olvidado? "Estamos inmersos en una dinámica de rapidez, consumo y celebridad que va muy deprisa. Es lo que hay. Pero lo que es bueno, vuelve".

A propósito de la cocina

Maruja Torres no suele hablar de gastronomía en sus columnas pero, como buena observadora del mundo en el que vive, también saca conclusiones: "Toda está crisis está haciendo que haya gente con mucha pasta que se puede permitir una gastronomía pija, y otra mucha gente condenada a comer bollos industriales, por falta de tiempo, de educación gastronómica o de dinero. Pero te salen igual de baratas unas lentejas con zanahoria que un bocadillo con quién sabe qué. Eso es lo que tenemos que salvar. Yo le veo mucho futuro a las legumbres".

Al preguntarle por qué en su obra literaria no aparece tanto la cocina, de todas formas, Maruja Torres responde con vehemencia: "¡Eso es cosa de tíos! Las mujeres cocinamos para toda la familia. ¿Qué ganas tenemos de hacer literatura encima? Eso, vosotros, que habéis estado esperando a mamá. Los tíos cocinan y son exquisitos, mientras que las señoras que se han pasado la vida alimentando a la familia, estirando el presupuesto y haciendo cosas increíblemente buenas y sabrosas. Yo cocino, pero he decidido que ya no cocino para nadie. Si invito, invito en restaurante porque es muy molesto que algo que a ti te ha costado dos días se lo coman tan deprisa. ¡Ñam, ñam!".

La escritora catalana se resiste a hablar de sus bares y restaurantes preferidos, pero asegura que le encantan las tascas madrileñas con "buen material". También tiene claro cuál va a ser su próximo plato: "Rape con níscalos, ajo, cebolla rallada, muy poco tomate y un chorro de vino blanco... Si me pusiera loca, también una picada con frutos secos, ajo y perejil, pero no me conviene porque tengo divertículos y la picada se quedaría ahí forever. Me encantaría que viniera a cenar Manolo. Le tenía un buen whisky preparado".

Gastro 25 | Maruja Torres recuerda a Manuel Vázquez Montalbán

29:30

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Carlos G. Cano

Carlos G. Cano

Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...

 
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