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Iraníes en España: "Las mujeres llevan 43 años encerradas vivas, no les queda otra que luchar"

El volumen de participación en las protestas, el papel líder de las mujeres persas y el rechazo generalizado a la República Islámica dibuja un momento histórico que podría acabar con el régimen

Elika, iraní en España: "La muerte de Mahsa Amini ha colmado el vaso para las mujeres"

Madrid

En los últimos años, las mujeres iraníes han visto resignadas cómo su propio país se ha convertido en un lugar no apto para mujeres. Sus derechos se ven continuamente violentados por razones tales como llevar mal colocado el obligado hijab en la cabeza. El ejemplo más clarificador fue el caso de la abogada Nasrin Sotoudeh, condenada a 38 años de prisión y 148 latigazos tras protestar en contra de que se obligue a las mujeres a cubrir su pelo con un velo, bajo amenaza de ser encarceladas, azotadas y hasta ejecutadas si deciden no hacerlo. La activista sufrió un proceso judicial sin garantías ni atisbo de respeto a los derechos humanos que el régimen islámico exhibe orgulloso como muestra del "castigo ejemplar" al que serán sometidas otras que osen pisar la calle descubiertas, o levantar la voz respecto a la indigna vida que les ha sido impuesta en una sociedad donde la religión gobierna sobre la política.

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Pero algo está cambiando a raíz de la muerte de la joven Mahsa Amini el pasado 16 de septiembre a manos de la policía religiosa islámica. Las mujeres iraníes están hartas y han perdido el miedo, llevan "43 años encerradas vivas" y ya no tienen nada que perder, cuenta a la SER Hosseini Hamid, portavoz de la Asociación Iraní Pro Derechos Humanos en España. Saben que van a ser torturadas, violadas y ejecutadas por las fuerzas de seguridad, pero la muerte de Amini ha colmado todos los límites y las mujeres persas consideran que ya no tienen otra alternativa a luchar. La rotunda decisión de estas mujeres de dar la batalla a los líderes de una República Islámica, a la que ya nadie apoya, es histórica e inédita. "Las mujeres en la República Islámica son el grupo de la sociedad más discriminado, no tienen derechos, son propiedad del hombre. Están hartas de soportar la vida indigna que les ha impuesto el régimen". Hosseini señala que la amplia mayoría de los hombres están "codo a codo" apoyando a las mujeres en sus protestas, la excepción son la minoría masculina que tiene vinculación directa o comparte intereses económicos con los ayatolá.

Docenas de personas se concentran en las calles de Teherán (Irán) para protestar contra el asesinato de la joven de 22 años, Masha Amini, a manos de la policía religiosa islámica.

Docenas de personas se concentran en las calles de Teherán (Irán) para protestar contra el asesinato de la joven de 22 años, Masha Amini, a manos de la policía religiosa islámica. / Anadolu Agency

Elika Jouibari, iraní de 18 años, nació y lleva toda su vida residiendo en España. Cada año viaja a Irán un mes durante los meses de verano para visitar a toda su familia, que permanece en el país. Todo lo que ha vivido como mujer en sus estancias en el Estado persa muestra la dura realidad diaria que supone para ella el mero hecho de salir a la calle o ir a la universidad.

La violencia sexual, cuenta Elika, "es tan normal y común que es anormal". Sus tías y primas están acostumbradas a la inseguridad de las calles: les piropean, les reprenden con comentarios machistas, o les acosan sexualmente en lugares públicos donde "aprovechan que hay mucha gente". Ella misma sufrió con 14 años tocamientos. Un día que iba andando por Teherán con su madre y su prima, alguien la tocó. Ella no supo qué decir, no podía imaginar que algo así podría ocurrirle, y la parálisis de la conmoción le impidió levantar la voz y gritar para que, al menos, ese hombre "se avergonzara de sus actos". Tampoco le hubiera servido de nada: en la República Islámica el hombre está protegido por el sistema y automáticamente se le atribuye la razón. "Las mujeres que se quejan o buscan un castigo para los abusadores son las que acaban siendo castigadas", cuenta en declaraciones a la SER.

El gobierno de Irán se ve obligado a retirar un cartel con imágenes de mujeres portando el hija, colocado 24 horas antes, tras la presión popular en contra. Imagen del antes y después.

El gobierno de Irán se ve obligado a retirar un cartel con imágenes de mujeres portando el hija, colocado 24 horas antes, tras la presión popular en contra. Imagen del antes y después. / Anadolu Agency

La familia Jouibari hablaba diariamente con sus familiares de Irán. Desde que hace un mes el régimen islámico cortó el internet en todo el país, las noticias que les llegan son exiguas pero esperanzadoras. Una de sus tías reside en Babol, al norte, una ciudad profundamente religiosa y tradicional en la que viven un gran número de 'basiyis' (paramilitares islámicos leales a Jomeini), mulás (clerigos chiíes) y miembros de la policía moral. En Babol, como en otras muchas ciudades que no son Teherán, nunca se habían producido protestas, "nunca había pasado nada". Ahora, se suceden las concentraciones de la población que se dirige directamente a las autoridades al grito de "muerte al dictador". La tía de Elika cuenta que escucha desde su casa el ruido de disparos. "Esto demuestra que ya son una o dos, todas las ciudades del país están esperanzadas y luchan por la libertad". Porque es lo que piden: libertad para vivir e igualdad de derechos entre géneros. Que no les obliguen a llevar velo, a no poder pintarse las uñas, a no usar maquillaje, a llevar un corte de pelo 'decente', a vestir de negro...

Sus familiares le transmiten que "hay muchas posibilidades" de que este levantamiento civil fuerce un cambio en el país. En 43 años de dictadura nunca había habido unas protestas semejantes. En el pasado ha habido manifestaciones, que han dejado miles de muertos, "pero los líderes de la República siempre hacían algo para que a la gente le entrara el miedo y se fueran a casa a seguir aguantándolo todo". Para ello, también necesitan un apoyo de los países de Occidente que vaya más allá de simbolismos, asegura. "Los iraníes necesitamos que se castigue y sancione al régimen, que el resto del mundo esté de nuestra parte porque si no nos quedamos solos".

Una mujer iraní pasea sin el velo obligatorio por una calle de Teherán.

Una mujer iraní pasea sin el velo obligatorio por una calle de Teherán. / -

Un posible pero difícil cambio de régimen

El final de la teocracia islámica en Irán puede estar cerca. La información que transmiten los iraníes a sus familiares y amigos en el exterior viene a decir que nunca como hoy el régimen se ha visto tan débil en su capacidad para movilizar a las fuerzas represoras ni tampoco un pueblo tan decidido a cambiar las cosas. "El régimen está en descomposición y tiene miedo", explica Hamid a la Cadena SER. Prueba de ello fueron las declaraciones que el ministro de Justicia de la República Islámica, Mohseni Ejei realizó el lunes 10 de octubre en televisión, donde por primera vez mostró una dictadura islámica dispuesta a negociar, aceptar las demandas de la población y hasta a dar marcha atrás en sus decisiones, algo nunca visto desde la instauración de la República en 1979.

La dictadura sabe que en torno al 85% de la población rechaza frontalmente la teocracia islámica en Irán. No quieren que el gobierno continúe imponiendo la sharía en todos los aspectos de su inexistente vida privada. "En Irán actualmente no hay derecho a tener una vida digna, han arrebatado la dignidad a todos los ciudadanos", explica el portavoz de la asociación. Con todo ello, la intensidad y la motivación de las protestas masivas ha cambiado. Antes, las movilizaciones demandaban reformas en algún ámbito concreto, en la educación o sanidad, pero ahora las movilizaciones civiles quieren el fin del terror.

Hamid repite intencionadamente una palabra: "crueldad". "En occidente no podéis ni imaginar la crueldad con la que actúa este régimen medieval", afirma, y expone varios ejemplos. Recuerda como si hubiera ocurrido ayer cómo en el año 1988 el gobierno mató por "blasfema" a toda una familia que él conocía, incluida la más pequeña de tres años. No puede borrar tampoco de su memoria la noticia del exterminio de más de 4.500 prisioneros aquel mismo año. O, hace dos años, cuando exclusivamente por razones políticas las autoridades iraníes derribaron con dos misiles un avión de pasajeros, arrebatando la vida a 176 personas.

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