Koldo García, el último nombre que encaja en el prototipo de jeta sin escrúpulos
Merecemos explicaciones y merecemos que se depuren responsabilidades. Algo tan normal en la vida y en la política, algo para lo que no hace falta ser un titán
Madrid
De las muchas cosas a las que uno puede dedicarse en la vida, Koldo García optó por ser casi todas. A saber: escolta, portero, seguridad privada, concejal socialista, aizkolari, condenado por agresiones, activista antidesahucios, consejero en Renfe y asesor en un Ministerio. Los caminos del Señor son insondables, pensará Koldo, y los de la vida también.
García es el último nombre que conocemos que encaja en un prototipo inquietante, irritante y demoledor para cualquier ser humano salvo para el que ostenta el título: el de jeta sin escrúpulos. Ese que, en medio de la desgracia, del miedo, de ese apocalipsis que esta vez sí parecía ser real que fue la pandemia, escogió forrarse, sacarle tajada y contratos a dedo al asunto, y después ya se vería. Y se vio. Tanto, que por eso lo han detenido esta semana.
Koldo García, el último nombre que encaja en el prototipo de jeta sin escrúpulos
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El hombre que ha estado años susurrando al oído del exministro José Luis Ábalos, ahora y todavía diputado socialista, tiene material para escribir un libro o una miniserie. Un tipo alto, tosco, no precisamente el más simpático de cualquier sala de reuniones. Un titán, como lo definió Sánchez una vez, demostrando así que uno nunca está a salvo de ser un hortera cuando califica a alguien. Una sombra alargada de más, que sabe mucho, y quizá demasiado.
“Me lo advirtieron”, dijo de él Ábalos esta semana en televisión al referirse a su detención, así como dice las cosas él, como si no importara, con ese tumbao que lo caracteriza. En aquella época todo el mundo tenía un amigo en China, dijo también. Le faltó añadir un espontáneo ‘joder’ para que todo cuadrara. Como le ha descuadrado el caso a Pedro Sánchez, con esa mandíbula tensa que le caracteriza cuando está deseando hacerse invisible, cuando el tema, como dijo aquel, no toca. Para corruptos, otros, advirtió a los que le acompañaron en la visita oficial a Marruecos. ¿De verdad, presidente?
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Este caso no es como otros. No es como el de Tomás Díaz Ayuso, archivado por la Fiscalía Anticorrupción tras varios meses de investigación, o como el de Luis Medina y Alberto Luceño, (cómo olvidar al primero paseando al perro en batín por los alrededores de su casa en el Viso, o aquel supuesto contacto chino llamado algo así como San Chin Chon), que están a la espera de juicio. Todo señores, por cierto.
El caso Delorme, bautizado así porque fue un médico francés con ese apellido el pionero en el uso de la mascarilla entre el personal médico, afecta al Gobierno de España, que es algo que uno no puede dejar pasar por alto. Algo de lo que uno no puede ni debe escaquearse, ni echarle la culpa a otros, ni ese argumento tan pobretón de que otras formaciones políticas también tienen lo suyo y pensar que así el escándalo se diluye como las lágrimas en la lluvia.
Merecemos explicaciones y merecemos que se depuren responsabilidades. Algo tan normal en la vida y en la política, algo para lo que no hace falta ser un titán.
Ángeles Caballero
Periodista. Colabora en 'Hoy por Hoy', con Àngels Barceló. Escribe en El País. Y habla en La Sexta.