Todo lo que come Mick Jagger para ser "el octogenario más joven del mundo"

Madrid

Sobre los Rolling Stones se han dicho muchas cosas y algunas de ellas, seguramente, serán ciertas. Pero que un tipo de 80 años sea capaz de dar un concierto de rock de más dos horas sin parar de cantar, de bailar y de alborotar al público, no es normal. Por eso hay quien, tratándose de sus satánicas majestades, ha llegado a la conclusión de que todo se debe a un pacto con el diablo. Pero la realidad, como suele suceder, es más compleja, más exigente y menos esotérica.

Isadora Puiggené acaba de publicar un libro titulado justamente así: Pacto con el diablo (Temas de Hoy, 2024). Lo que explica a lo largo de sus 200 páginas, sin embargo, es la letra pequeña del pacto al que Mick Jagger llegó consigo mismo a los 58 años.

El cantante de los Rolling Stones llegó a la conclusión de que nada le importaba tanto como la música, así que, con el objetivo de alargar su carrera tanto como fuera posible, decidió renunciar a las fiestas y dejar de beber alcohol. Alguna vez, como mucho, se toma una Guinness, una copa de vino o un bikini de caviar y unas gambas en el restaurante Estimar de Barcelona.

Ginseng y 'gingko biloba'

La autora no ha contactado directamente con "el octogenario más joven del mundo" (así le llama), pero sí ha investigado a fondo, recopilando material de prensa, libros varios y biografías.

"Pasé por una intervención quirúrgica que me cambió por completo a nivel físico y, después de consultar con varios médicos, vi que lo que mejor me funcionaba era la dieta, así que me pareció una buena idea explicar los hábitos saludables de alguien tan conocido como Jagger, y que lleva más de dos décadas cuidándose de forma estricta", explica en una entrevista concedida a Gastro SER.

Pacto con el diablo incluye muchos detalles sobre la dieta de Mick Jagger: su amor por el aguacate, su afición a los productos ecológicos y el arroz integral, sus batidos mañaneros con ginseng, gingko biloba (un árbol japonés que resistió a la bomba atómica en Hiroshima) o aceite de hígado de bacalao... Como curiosidad, nunca se atiborra, nunca come postre y jamás toma azúcar refinado después de las 18.00.

Genética y disciplina

Pero el libro es también una pequeña guía de divulgación científica sobre buenos hábitos. La alimentación del líder de los Rolling Stones, de hecho, está muy basada en la dieta mediterránea, pero también incluye dos elementos fundamentales de la llamada dieta de Okinawa (una isla japonesa en la que abundan las personas de más de 100 años): actividad física y descanso.

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"Mick Jagger seguramente tiene un cocinero personal, así que no tendrá que preocuparse de lo que sí tenemos que preocuparnos nosotros", explica Puiggené. "Pero la verdad es que puedes seguir esos hábitos saludables casi sin darte cuenta".

En el caso del cantante de Dartford, el deporte siempre ha sido clave: "Su padre era profesor de Educación Física y, según cuenta la biografía de Phillip Norman, diseñó una tabla de ejercicios que sus hijos tenían que hacer cada mañana. Así que, seguramente tiene buena genética, pero también ha ayudado la disciplina".

Un vecino muy ilustre

A día de hoy, de hecho, Mick Jagger cuenta con un entrenador personal —el noruego Torje Eike— y, además de bailar habitualmente y de practicar yoga o pilates, también corre 12 kilómetros al día. La misma distancia que recorre sobre el escenario en cada uno de sus conciertos. "Lo que menos hago es estar acostado", ha llegado a decir.

Isadora Puiggené aún no ha podido compartir mesa y mantel con Mick Jagger, pero, curiosamente, sí se ha cruzado con Ronnie Wood, el bajista de los Rolling Stones, en un colmado de Barcelona. "Tiene un piso en el Eixample, muy cerca de donde vive mi padre, y comprábamos en la misma tienda", explica. "El tendero me contó que se llevaba fruta, jamón del bueno o aguas gourmet, pero nunca alcohol o tabaco".

El hecho de que Mick Jagger consuma siempre productos ecológicos, de hecho, es fruto —precisamente— de la influencia de la exmujer de Wood. Una filosofía gastronómica que la autora resume con una frase de Michael Pollan: "No comas nada que tu bisabuela no reconocería como comida".