"La nostalgia en la comida es la nostalgia buena": de las lechugas con caracolillos a la abuela de 107 años
Roberto G. Paredes estudió Filosofía, fue profesor de cocina, trabajó en elBulli y creó uno de los primeros blogs gastronómicos de España, pero se siente panadero

En un mundo en el que todo se hace (y se olvida) muy rápido, repleto de estímulos inmediatos que nos abocan al bucle producción-postureo (siempre con un ojo puesto en lo siguiente), parece que no hay lugar para la nostalgia... a no ser que tenga forma de croqueta y se pueda rentabilizar, claro.

Pero la nostalgia es una emoción tan genuina como necesaria. La psicóloga Ana Martín Carrero señala que, "como todas las emociones, sirve para informarnos de algo que está ocurriendo". En concreto, según dice, "la nostalgia es una respuesta a la imposibilidad de regresar a un pasado que apreciamos" y, precisamente por ello, "puede contribuir a nuestro bienestar, pero también puede ser nociva".
En contraposición a las dietas y la operación vuelta al cole, el final del verano es un buen momento recrearse en la nostalgia, y por eso se ha convertido en el eje central del último pódcast de Gastro SER, que ha contado con Roberto G. Paredes como invitado principal.
Un blog pionero
El pucelano Roberto G. Paredes estudió Filosofía, fue profesor de cocina, trabajó en elBulli y creó uno de los primeros blogs gastronómicos de España (El Pingue), pero ahora prefiere que le presenten como panadero porque es a lo que se dedica, como parte del equipo de Panic, desde hace 10 años.
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Gastro SER | Un baño de nostalgia, con El Pingue
Las reflexiones de El Pingue han hecho pensar a toda una generación de cocineros, periodistas y aficionados a la gastronomía. Pero dejó de escribir porque no le daba la vida y ahora solo comparte algunas líneas, de vez en cuando, en su cuenta de Instagram. Del pan candeal, por ejemplo, dice que no hay abrirlo "hasta que asiente", como decía su abuelo Aurelio, "el hijo de Aurelia, el marido de Esther".
Sus textos destilan nostalgia, lo mismo que la entrevista concedida a Gastro SER, en la que ha mencionado las lechugas que traía la Loli, los zaraguaciles que le robaba a Gilberto o los chicharros al horno con patatas de Aurelia. "La nostalgia en la comida es la nostalgia buena", asegura.
"Mi abuela va a cumplir 107 años"
"Aquella lechuga, que estaba llena de caracolillos... ¡Recuerdo aquel sabor!", asegura. "Y encontrarlo ahora es muy complicado. Ni los hortelanos mayores que están a mi alrededor en el huerto lo consiguen... ¡La Loli traía muy buen verdura!".

El Pingue también siente devoción por la cocina casera hecha con cariño: "Mi abuela va a cumplir 107 años y, hasta hace dos años, hacía una carne guisada... Pues mi madre, con 80 años, me dijo el otro día que casi ha conseguido hacerlo tan bien como ella. Y a ti, que has estudiado cocina y lo haces todo ta-ta-ta-ta, ni de coña te sale igual".
Su magdalena de Proust, de todas formas, es el conejo con picada de almendras que guisa su madre: "A mis 55 años, siempre que voy a su casa me da un tupper. Yo nunca se lo pido, pero ella siempre me lo tiene preparado y luego me recuerda: '¡Devuélveme el tupper!'".
Sabor y memoria
La psicóloga Ana Martín Carrero detalla que la nostalgia y el verano se llevan muy bien porque en verano pasamos más tiempo con nuestra familia, además, comemos cosas especiales y en lugares distintos.

Cuando el sabor se alía con la memoria, el resultado es imbatible. Pero el poder evocador de los aromas, además, tiene una explicación fisiológica: "El sistema límbico está justo al lado del hipocampo y la amígdala, que son las estructuras que procesan la memoria".
Según Martín Carrero, "sabemos que no todos los veranos en casa de la abuela fueron idílicos", pero hay que aprender de esa nostalgia para planificar nuestro futuro y el de las personas de nuestro entorno: "Quizá queramos pasar más tiempo con determinadas personas o volver a esos lugares que nos hicieron sentir cosas bonitas".
¿Proust o autoayuda?
El Pingue lo tiene claro: "Cuando recuerdas, sonríes, y eso es reconfortante y da buen rollo. Acordarse de esas cosas es autoayuda".

Pero nadie ha reflexionado tanto (y tan bien) sobre el binomio que forman el sabor y la memoria como el escritor francés Marcel Proust ("y de pronto, se me apareció el recuerdo: aquel sabor era el del trocito de magdalena"). Antonio Martínez Asensio, director de Un libro, una hora, asegura que En busca del tiempo perdido es una de las cumbres de la literatura universal y señala que "esa escena es una maravilla" porque "dispara el relato de toda una vida apasionante y apasionada".
En el último programa de Gastro SER, de todas formas, también han sonado algunos recuerdos gastronómicos de Maria Nicolau (los lucios que pescaba con su padre en el emabalse de Santa Ana), Claudia Polo (las comidas familiares en Belchite), Eric Vernacci (la sidra frente a los Picos de Europa), Adriana Mourelos (los desayunos de ensaladilla de su madre), Jorge Guitián (el pescado en la playa con su abuelo) o Ana Luisa Islas (el caldo de camarón del restaurante Pipos de Acapulco), entre otros.

Carlos G. Cano
Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...




