La final de los botellazos
El gol en propia puerta de Zunzunegui y la actuación del colegiado Antonio Rigo determinaron un encuentro recordado por su extrema tensión
El calendario marcaba el 12 de julio de 1968. Era la segunda final de Copa que enfrentaba al Real Madrid y al FC Barcelona, tras la disputada en los albores de la Guerra Civil. En España, con el Generalísimo Franco al frente, nacía el primer hijo varón de la princesa Sofía de Grecia y el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón, Felipe de Borbón y Grecia.
ETA comenzaba su sangriento historial, con el asesinato del guardia Civil José Pardines Azcay. Y en el Albert Hall londinense resonaba el "La, la, la" de Massiel que le daba la victoria en el Festival de Eurovisión. Todo ello mientras el mundo veía cómo con la aparición de la primavera florecían las reivindicaciones de las libertades individuales, en la plaza de Wenceslao, en Praga, y en París, con "la imaginación al poder".
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Aquel 12 de julio, en una noche de suaves temperaturas estivales, las gradas del Santiago Bernabéu rebosaron hasta cien mil espectadores, como recogen las crónicas del partido. Fue la única ocasión en la que los dos equipos no se disputaron la Copa en un campo neutral. Por el Barcelona formaron Sadurní, Torres, Gallego, Eladio, Zabalza, Fusté, Rifé, Zaldua, Mendoza, Pereda y Rexach. Y en Real Madrid, Betancort, Miera, Zunzunegui, Sanchís, Pirri, Zoco, Serena, Amancio, Groso, José Luis y Miguel Pérez.
El partido se selló desde el minuto cinco del partido. Zabalza pasó la pelota a Rifé, que desde la banda izquierda centró en el medio del área, donde Zunzunegui, en el intento de despegar el balón, desvió la pelota fuera del alcance de Betancort. Gol en propia puerta, "¡Un regalo!" como subrayaba la crónica del ABC. Fue el único tanto del encuentro, un partido en que la belleza quedó supeditada a la eficacia. No entusiasmó a nadie, pero apasionó a todos.
El resto del partido se convirtió en un "quiero y no puedo" del Real Madrid, capitaneado por los inverosímiles regates de Amancio, el gran protagonista de la temporada, por tres motivos: la Liga del Madrid, su título de pichichi y haber sido convocado para formar parte de una selección de jugadores en un partido organizado por la FIFA en Maracaná. En la final volvió a estar sublime, apoyado en la solidez de Pirri. El Barcelona, por su parte, decidió sostener el resultado en lucha contra el reloj y apenas se volvería a acercar a la portería contraria.
Tanto las crónicas culés como madridistas coinciden en la mala actuación del árbitro, el señor Rigo, procedente del Colegio Balear, un desconocido meses antes, pero pasmoso protagonista en los días previos por su mala actuación en las semifinales del torneo. En la final del 12 de Julio Rigo se erigió de nuevo intérprete del encuentro por negar, según los madridistas, dos penaltis a los blancos, uno sobre Amancio y otro sobre Serena. Y según los culés, por lo no aplicar nunca la ley de la ventaja y señalar faltas inexistentes contra el Barcelona.
Fue tanta la polémica creada que Antonio Rigo recordaba en una entrevista concedida en AS que "salimos hacia Barajas camuflados en cinco jeeps de la Policía Armada. En el aeropuerto tuve un policía de paisano a mi lado hasta embarcar. Me dijo que si tenía problemas que sacara el pañuelo como para estornudar".
Así, con el pitido final la alegría barcelonista se disponía entre insultos y agresiones en el túnel de vestuarios. Zazalba, entre otros jugadores, resultaba contusionado por recibir el golpe de una de las numerosas botellas que caían de las gradas. Zaldua, capitán culé, declaraba: "es increíble el comportamiento del público. Una minoría ha estado pésimamente mal".
El Barcelona se hacía con la Copa número 16 de su historia e impedía al Madrid conseguir el doblete, tras haber ganado la Liga de aquel curso.
Así fueron los goles de la final de Copa entre Real Madrid y Barcelona de 1968
00:57
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