¿Ser corrupto sale barato?
Madrid
Hoy es uno de esos días en los que, antes de decir cualquier cosa, es preferible contar por lo menos hasta diez. Más que nada, porque no están los tiempos para echar gasolina al fuego, no es ese nuestro trabajo además. Y de lo que vamos a hablar es de una institución tan fundamental como la Justicia. Nunca, nunca, deberíamos dejar de confiar en ella, pero hoy hay que recordarlo. Porque lo que le puede pedir el cuerpo a muchísimos ciudadanos, es enviarlo todo a rodar. Pensar que no merece la pena seguir confiando. Y la verdad es que tampoco es eso.
Pero vayamos a los hechos. La sentencia del caso Malaya, aquel saqueo de Marbella, a lomos de la corrupción más descarada que encarnaba Jesús Gil, aquel escándalo se ha cerrado, al menos de momento, para sus autores, con penas sensiblemente inferiores a las que pedía la acusación.
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Y como a esto se le añade el retraso de más de siete años en la causa, los diez años también de retraso del caso Fabra, que ya veremos cómo termina, le unimos además no saber cuándo se juzgará el caso Bárcenas, ni el de los ERES, ni el caso Palau, está aún pendiente lo de Matas, lo de Gürtel... bueno, con todo eso, y no seguimos por no abrumarles, uno tiene hoy derecho a pensar que esto ha fallado, que ser corrupto en España, sale bastante barato y que las instituciones no dan la talla.
Es legítimo pensarlo, aunque es obligatorio también ir un paso más allá. El gran fracaso con la corrupción no está en la justicia, sino en la política. Porque además desde la política, sobre todo desde los grandes partidos, se intenta hace mucho tiempo influir en la justicia. Y luego está el fracaso social, que consiste en seguir votando a los corruptos o sospechos de serlo, otorgándoles así una especie de salvoconducto que contamina, encanalla y pervierte la propia esencia de la democracia.
Y así, sinceramente, tampoco se defienden las instituciones.
Ser corrupto sale barato
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