El peso de la historia
El régimen del 'apartheid' fue una abominación de tal magnitud que ni una sola persona, ni una, que hubiera contribuido a su surgimiento puede ser recordada con el honor que supone dedicarle una estatua o una calle
La opinión de Carles Francino: 'El peso de la historia'
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Madrid
¡Qué difícil es borrar la memoria y qué complicado resulta a veces gestionarla! Y ojo, que no estoy hablando de recuerdos personales –que tienen también sus dificultades, como es obvio– sino de la memoria colectiva, es decir de la historia.
Esta es una buena época para reflexionar sobre el tema, entre otras cosas porque mañana es 14 de abril, día de la República, porque este año se cumplen 40 ya de la muerte de Franco... y, sin embargo, aquí seguimos: con nuestros olvidos, con nuestras renuncias, con nuestras heridas abiertas.
Y, un momento: antes de que algún oyente cambie el dial al grito de "¡ya están otra vez en la SER con la memoria histórica!", permítanme compartir con ustedes algo que publica hoy el diario La Vanguardia sobre Sudáfrica: están echando abajo estatuas de blancos relacionados con el apartheid. La "culpa" –entre comillas– la tiene un estudiante que lanzó, literalmente, un puñado de mierda sobre una de esas estatuas. Ahí prendió la mecha de una campaña que se extiende como eso, como un reguero de pólvora.
Y es curioso, y muy interesante además, porque la Sudáfrica de Mandela fue –y es aún con todas sus imperfecciones– un modelo de pasar página superando las tentaciones de la venganza, del ajuste de cuentas. ¡Y mira que había motivos...!
En fin, no sé cómo terminará lo de Sudáfrica ni cuán hartos pueden estar algunos de ustedes cuando ven que regresamos al terreno de eso que en España llamamos memoria histórica. Pero solo dos cosas: primero, las heridas mal curadas siempre supuran, eso de entrada. Y segundo, el tiempo no da patente de corso para mantener falsas equidistancias.
El régimen del apartheid, por ejemplo, fue una abominación de tal magnitud que ni una sola persona, ni una, que hubiera contribuido a su surgimiento puede ser recordada con el honor que supone dedicarle una estatua o una calle.
Y el franquismo, pues tres cuartos de lo mismo: aquí no mataban negros sino rojos. De hecho, miles de ellos continúan tirados en las cunetas para vergüenza de todo un país.