Exigencia islandesa, pero para todos

Los papeles de Panamá se cobran su primera víctima política. El primer ministro islandés, el mismo que se levantó airado de una entrevista cuando los periodistas les preguntaron por su vinculación con una empresa radicada en un paraíso fiscal tal y como aparece en los documentos que conocimos ayer.

No ha resistido la presión política, pero, sobre todo, ha sido implacable la presión social. Ayer mismos miles de personas se concentraban frente al Parlamento para pedir su dimisión, miles de ciudadanos que exigiendo a sus dirigentes decencia y ejemplaridad en sus comportamientos. En solo 24 horas el político en cuestión, el primer ministro, ha dimitido.

En España observamos este fenómeno con los ojos como platos, nos parece de ciencia ficción, aquí que la corrupción ha subido y ha bajado por las escaleras de la sede del partido en el gobierno, aquí donde no solo hay políticos imputados por casos de corrupción sino que un partido entero lo está, aquí no pasa nada, aquí nadie dimite, pero aquí históricamente tampoco ha habido el nivel de exigencia islandés. Es más hemos visto como las urnas refrendaban una y otra vez, en algunas comunidades, el comportamiento corrupto. Cuando miremos hacia Islandia con envidia no miremos solo a los sillones de los dirigentes, miremos también a las plazas y a la gente.