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El Gobierno gana la estabilidad que le dan los presupuestos aunque empieza a acusar graves daños con la citación a Rajoy o la dimisión de Moix

El portavoz del PNV Aitor Esteban habla con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, junto al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el ministro de Justicia, Rafael Catalá. / Kiko Huesca (EFE)

Madrid

Existen tantas razones para la preocupación que el Gobierno no deja de estar tranquilo. La dimisión del fiscal anticorrupción obligó al ministro de Justicia a tomar distancia para evitar que el escándalo salpicara (más) al Ejecutivo, aunque el caso da la medida de que el problema no era solo Manuel Moix, sino el descrédito institucional. De la Fiscalía, en este caso. Mientras, la situación en Cataluña avanza hacia el punto crítico sin que nadie sepa cómo se atenúa la tensión. Y sin embargo, de esta semana que resultaría calamitosa para cualquier gabinete, el Gobierno ha sacado los presupuestos que le sostendrán este año y puede que el que viene, con una mayoría -justa, pero mayoría- para la que no le hace falta el PSOE.

Lo relevante de estos siete días es que ha caído un fiscal anticorrupción a pesar de que no haya sido por las críticas de su propio gremio, ni por lo que decía de él Ignacio González, ni por la reprobación del Congreso, ni por las trabas a otras investigaciones. Fue por la sociedad offshore en Panamá que reveló Infolibre, cuyos efectos trató de contener el Gobierno de primeras por mucho que no tuviera más remedio que dejarle caer. Lo relevante es eso, pero no convendría despistarse del mensaje que ha ido soltando el Gobierno en los corrillos, dejando ver que hay de fondo una revuelta de los fiscales contra sus superiores.

Los corrillos. A Mariano Rajoy le cogió en Portugal la decisión de la Audiencia Nacional de citarle en persona para el próximo 26 de julio (en plena canícula). El presidente alegó que estaría "a lo que digan los jueces", pero en su equipo y en su Gobierno aprovecharon las conversaciones informales con los periodistas para expresar su "extrañeza" con la decisión judicial. En los corrillos se escapan quejas a fiscales y jueces que contrastan con las proclamas públicas del respeto a la justicia.

En las conversaciones sin micrófonos admiten varios diputados que no saben por dónde evolucionará el conflicto catalán pese a que los gobiernos, en Madrid y en Barcelona, sugieran que tienen planes A y B. "No tengo ni idea de hasta qué punto se va a llegar", confesaba un parlamentario catalán. La retórica se calienta de semana en semana y Carles Puigdemont preguntó a Rajoy si estaba dispuesto a utilizar la fuerza.

Están pasando cosas. Se rompen escaños en el Congreso, Rajoy vota contra sus propios presupuestos e Iglesias, a favor. Se ha dado incluso lo que nunca se da, que es una dimisión. Al presidente de Gobierno lo han citado en la Audiencia Nacional en una imagen inédita en este país. Existen tantas razones para la preocupación que el Gobierno no deja de estar tranquilo: tiene presupuestos, que son la clave de bóveda. El plazo de la legislatura, por tanto, será largo. Al menos por ahora, porque el PP empieza a acusar daños graves y esta semana Pedro Sánchez se dejó ver en la Feria del Libro que homenajea a Portugal, donde gobierna una alianza de izquierdas. "Portugal está de moda", dijo Sánchez tras apelar a los votantes de Podemos.

 
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