Esa sucia memoria del Valle
Sorprende que a estas alturas esta sociedad tenga miedo de sacar su ataúd de aquella extravagancia y buscar alguna solución a esta rémora del pasado que a todos nos ensucia

Con Franco nacimos y todavía vamos a morirnos con su sombra. Maldición siniestra que nos persigue, la de aquel mediocre dictador de inteligencia corta, corazón de piedra y mauser largo. Tipo deleznable, no conseguimos que la democracia le borre de nuestros ojos y aún tengamos que soportar sus basílicas y sus tumbas, mientras los fantasmas de su régimen de muerte, hoy transmutados en encorbatados políticos de la derecha más rancia, todavía impiden que los hijos o nietos de aquellos que fueron atrozmente fusilados, puedan recuperar sus restos, humillados en cunetas o enterrados contra su voluntad en ese engendro que es el Valle de los Caídos. Sorprende que a estas alturas, transcurridos más de 40 años desde la muerte del Generalísimo, esta sociedad tenga miedo de sacar su ataúd de aquella extravagancia y buscar alguna solución a esta rémora del pasado que a todos nos ensucia. Pone todo tipo de trabas el PP, ¿por qué será?, y ahora, para no hacer nada, se escuda en el coste de sacar de ese museo de los horrores a quienes nunca debieron ser enterrados allí. Fíjense, serían 200 millones, lloran los hipócritas. Solo una de las cinco fragatas F-110 que vamos a comprar nos va a costar entre 800 y 1.000 millones, que nunca se sabe. Pero claro, ¿cómo comparar caprichos bélicos a la dignidad de miles y miles de antifranquistas?
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