Verónica Zumalacárregui: cuando comerse el mundo no es una metáfora

Madrid

Muchos creerán que el trabajo de Verónica Zumalacárregui es el mejor trabajo del mundo porque lo que más hace a lo largo de su jornada laboral es viajar y comer por los cinco continentes. De hecho, ya ha perdido la cuenta de países visitados, pero sabe que son más de 60 y que no en todos ha comido bien.

La presentadora de Me voy a comer el mundo —una producción de Canal Cocina que también se emite en El Gourmet TV y La 2 de TVE— habla con desparpajo de cómo se alimentan los samis de Laponia o los indígenas del Amazonas peruano. Su contrato, dice, no incluye la obligación de probarlo todo, pero al final su propia curiosidad acaba imponiéndose a las fobias, incluso cuando lo que tiene delante es un escarabajo frito del tamaño de media cabeza.

Descendiente del general carlista Tomás de Zumalacárregui, a quien durante años se le ha atribuido la invención de la tortilla de patatas, la periodista madrileña se considera afortunada pero también reivindica que, detrás de todos esos viajes, también hay mucho sacrificio. Hace solo unos días, por ejemplo, compartió una foto con la que, maleta en mano, explicaba que en solo tres semanas había dormido en 12 hoteles diferentes. "¡No puedo apuntarme a clases de árabe los martes!", dice.

Me voy a comer el mundo se dirige al mismo público que los programas de viajes de Jamie Olivero, Anthony Bourdain o Ana Duato, pero mucho antes de tener que hacerse la maleta por exigencias el guion, a Zumalacárregui le tocó hacerlo por necesidad. Durante los años de la crisis, de hecho, el Huffington Post publicó su Diario de una JESP (Joven Emigrante Sobradamente Preparada).

Pero los tiempos cambian y ahora, rodeada de más micromachismos y menos sororidad de la que le gustaría, se siente parte del proceso de reivindicación feminista que atraviesa la sociedad española: "En el gremio periodístico somos muchas más mujeres. Los cargos de poder, sin embargo, los asumen los hombres".

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